Fe y Obras

¿Sentirse zaheridos por la Iglesia católica? ¡Anda ya!

 

 

06.10.2016 | por Eleuterio Fernández Guzmán


 

Verdaderamente, los tiempos que nos han tocado vivir son extraños. Resulta que hay colectivos sociales que, para defenderse, tienen que sostener lo que no se sostiene de ninguna de las maneras.

Esto lo decimos porque cuando vemos al ver determinadas imágenes en las que, digamos, colectivos que se sienten perseguidos por la Iglesia católica aparecen como si, de verdad, eso fuera cierto, sentimos pena, mucha pena.

Ciertamente no podemos negar, ni queremos, que lo que grupos de presión (se suele llamar a eso lobby) como, por ejemplo, homosexuales o de tal jaez, quieren conseguir es que, socialmente, se les admita.

¿?

Exacto. Los signos de interrogación muestran una extrañeza bien grande. Y es que resulta que tales colectivos son más que admitidos. Queremos decir que a la mayoría de la población le importa un comino, un pepino y un pito lo que quieran hacer con sus cuerpos. Y queremos decir un comino, un pepino y un pito.

Lo que pasa es que tales colectivos tienen una aspiración bien grande: quieren que todos seamos como ellos. Por eso protestan tanto porque es la única forma de que se les vea como si alguien que no fueran ellos mismos le interesara lo más mínimo lo que hacen en su vida privada. No. No le interesa más que ellos mismos. Y es lo que no pueden soportar.

Lo que aquí pasa es que una sociedad acobardada ante las bravuconadas de unos cuantos que, como los tales colectivos, quieren lo que no puede ser que quieren que sea, poco hace. Es decir, ante el avasallamiento legal y normativo que está procurándoles una protección excesiva (porque se pasan varios pueblos al imponer la ideología de género con sus muchas desviaciones antinaturales) la gran mayoría, ¡inmensísima!, se queda mirando el espectáculo sin darse cuenta de que está siendo atrapada por aquellos que, en condiciones ordinarias y normales, no dejarían de ser una mera curiosidad social. Nada más: curiosidad social y manifestación de hasta dónde puede llegar el ser humano comportándose como le peta sin tener en cuenta nada, ni naturaleza ni nada de nada: sólo su propio gusto y la ignorancia más inmensa en la que se pueda caer.

Francamente, les tenemos que decir a tales colectivos que la Iglesia católica, su doctrina y los fieles que son conscientes de que lo son, no tienen para ellos más que palabras de amor y comprensión. Pero lo que ni puede hacer ni debe la Iglesia católica es transigir con los comportamientos antinaturales y muy contrarios a la santa doctrina que la Esposa de Cristo viene transmitiendo y defendiendo desde hace muchos siglos. Eso no puede ser y, además, como dijo aquel, es imposible.

Ahora bien, como por ahora las cosas les van más que bien y están tratando (y consiguiendo) ahogar a la inmensa mayoría de la sociedad que no tiene obligación ninguna de aceptar las desviaciones ajenas, no podemos negar que no vayan a ganar esta batalla que es, ni más ni menos, la que lleva a la fosa común al sentido común que, por cierto, ya ni es común ni es nada de nada. Nada de nada.

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net