Fe y Obras

Sobre la resurrección de Cristo

 

 

09.04.2015 | por Eleuterio Fernández Guzmán


En aquel tiempo, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Se manifestó de esta manera. Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. Simón Pedro les dice: ‘Voy a pescar’. Le contestan ellos: ‘También nosotros vamos contigo’. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.


Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Díceles Jesús: ‘Muchachos, ¿no tenéis pescado?’. Le contestaron: ‘No’. Él les dijo: ‘Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis’. La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces. El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: ‘Es el Señor’. Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se puso el vestido —pues estaba desnudo— y se lanzó al mar. Los demás discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red con los peces; pues no distaban mucho de tierra, sino unos doscientos codos.

Nada más saltar a tierra, ven preparadas unas brasas y un pez sobre ellas y pan. Díceles Jesús: ‘Traed algunos de los peces que acabáis de pescar’. Subió Simón Pedro y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aun siendo tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: ‘Venid y comed’. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres tú?’, sabiendo que era el Señor. Viene entonces Jesús, toma el pan y se lo da; y de igual modo el pez. Ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitar de entre los muertos”.

Este texto, aunque algo extenso, corresponde al evangelio de san Juan, en concreto a los versículos 1 al 14 del capítulo 21 del mismo. Y dice el mismo que esta fue la tercera ocasión en la que Jesús se manifestó a sus discípulos.

Es cierto que era la tercera porque la primera fue el mismo día de su Resurrección, cuando Tomás no estaba con los apóstoles; la otra fue el domingo siguiente, cuando ya estaba Tomás con ellos y pronunció aquel célebre “Señor mío y Dios mío”. Por tanto habían pasado ya unos días desde que aquel primer domingo de Resurrección, se había cumplido lo que Jesús había dicho en varias ocasiones y  casi nadie entendió. Es más, en una ocasión se escribe que se apareció a ¡500! (1 Cor 15, 6)

Pero ¿A qué viene esto ahora?

Pues lo diremos rápidamente, para que se nos entienda.

Cualquier católico con dos dedos de frente, y otros que no lo son pero son cristianos, sabe que Jesús resucitó y que no se trata de nada imaginario ni cosa por el estilo. Por eso sabemos que, como pasó dentro de la historia de la humanidad, se trata de un dato histórico, de una realidad histórica. Y pensar otra cosa, si así lo hace alguien, es hacer lo propio de una forma un tanto absurda.

¿A quién le pueden preguntar ustedes que sea capaz de decir que Jesús, en realidad, no resucitó, digamos, realmente?

Es verdad que se debe responder: a nadie.

Pues no. Y es que hay que, llamándose católico (sin serlo) tiene el cuajo de decir que Jesús no resucitó de verdad sino que es, algo así, como una creencia que sustenta la fe católica. Vamos, que es una pura invención de aquellos que, queriendo al Maestro, hubieran preferido que no muriera… y lo tenían, digamos, en su corazón. Pero, real, lo que se dice real, nada de nada. Y que,  por tanto, no se trata de un dato histórico sino “meta-histórico”.

Lean ustedes despacio el palabro: “meta-histórico” que ha de querer decir que, de tan más allá de la realidad que está la Resurrección de Cristo… ¡no sucedió de verdad!

Y esto, que no deja de ser absurdo, hay creyentes (supuestos) que no sólo lo plantean sino que, además, lo escriben como, por ejemplo, el “teólogo” José María Castillo que ha escrito esto (¡sujétense a la silla!):

Los entendidos en historiografía discuten lo que se debe entender cuando hablamos de un “hecho histórico". Sea cual sea la postura que cada cual adopte en esa discusión, lo que parece que se puede afirmar con seguridad es que un hecho se puede considerar como histórico cuando ese hecho sucede dentro de la historia. Lo que le ocurra (o le pueda ocurrir) a un ser humano después de su muerte, eso ya no está, ni puede estar dentro de la historia, sino más allá de la historia. En tal caso, ya no estamos hablando de lo “histórico", sino de lo “meta-histórico“. Por supuesto, puede haber personas (y las hay en abundancia) que, por sus creencias (religiosas, filosóficas o de otra índole), están persuadidos de que un difunto vive, ya sea en el cielo, junto a Dios, en la eternidad o en alguna otra modalidad que los humanos podemos imaginar o idealizar. Pero, cuando esto sucede, ya no estamos hablando de la historia, sino de lo que trasciende la historia. En otras palabras, una cosa es “lo histórico” y otra cosa es “lo trascendente". Que puede ser “real", pero no es “histórico"

Ya saben ustedes: que los apóstoles estaban “persuadidos” de que Jesús había resucitado ha de querer decir que, en realidad, no resucitó sino ellos, como querían que así fuera… pues lo vieron. ¡Y eso que no se enteraron de nada de nada hasta que, precisamente, resucitó! Entonces se les abrieron los  ojos pero, hasta entonces, estaban escondidos por miedo a los judíos pero, sobre todo, porque no había calado en su corazón la verdad acerca de la cual Jesús moriría, sí (bien que lo dice el profeta Isaías en el capítulo 53 de su libro) pero que resucitaría al tercer día. ¡Y, vaya hombre, resucitó!

¿Casualidad?

Pues no, aquí lo único que no es casual es que haya muchos hermanos nuestros en la fe (la nuestra) que crean que todo el mundo tiene algo de alelado o es tonto cuando deberían aplicarse aquello que dice que “es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y demostrar que lo eres”.

Pues eso, don José María Castillo et alii… ¡en boca cerrada no entra Satanás!

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net