Fe y Obras

La vida vale la pena

 

 

21.03.2014 | por Eleuterio Fernández Guzmán


Cada 25 de marzo celebra la Iglesia católica la Jornada por la Vida. La fecha no es elegida con toda intención pues es la misma en la que celebramos la Anunciación y, por tanto, el momento en el que María dijo sí al Ángel del Señor y se produjo la Encarnación. Momento, pues, desde el cual la Vida, con mayúsculas, se había hecho vida humana.

Pues bien en los últimos siete años (desde 2007) los lemas que se han escogido para tal celebración han sido, por ejemplo, “Por una cultura de la vida”, “El mayor bien la vida”,  “¡Protege mi vida!”, “¡Es mi vida!... Está en tus manos”, “Siempre hay una razón para vivir”, “Ama la vida, toda la vida”, “Este soy yo... humano desde el principio”.

Y para este año, nuestros pastores han elegido  “¡Sí a la vida! Esperanza ante la crisis”.

Podemos ver que los lemas tienen todo que ver con algo que es real pero que, demasiadas veces, se olvida: la vida humana vale la pena ser defendida. Es más, sin la vida humana nada de lo que pueda creerse relacionado con ella tiene sentido al faltar el destino, por ejemplo, de obligaciones y derechos.

Y, sin embargo, resulta paradójico que año tras año sea necesario hacer algo que es tan evidente que necesita ser respetado como es el derecho a la vida.

¿En qué sociedad estamos y con qué tipo de gobernantes hemos venido a caer que hay que hacer esto?

Para un católico, decir que entiende que la vida es el primer derecho que hay que respetar no debería ser nada del otro mundo sino, al contrario, algo de lo más normal. Sin embargo, como dice el dicho, en nuestra casa también cuecen habas a calderadas…

A lo mejor nos hemos acostumbrado a tener por bueno lo que sólo es “normal”. Por eso no hay demasiada reacción ante las cifras de aborto, ante los seres humanos con síndrome de Down o enfermedades similares que, por “casualidad”, no pueden ver nunca la luz del día porque quien no tiene derecho a ello ha decidido matar en el seno materno a un ángel de Dios. Poca reacción y, también, tardía.

Es bien cierto que hay excepciones que confirman la regla. Y lo malo es que son, precisamente, excepciones y que la regla es muy terrible y muy triste: no tener en cuenta, para nada, el derecho a la vida.

Este año volveremos a recordar una fecha como es el 25 de marzo. En ella Dios quiso que una joven, muy joven, niña del pueblo elegido para transmitir su Palabra, sostuviera en su seno la salvación del mundo. Y dijo “sí”. Quiso, con ello, colaborar de forma decisiva a que se cumpliera la voluntad del Padre y… se cumplió. Y a tal voluntad le pusieron por nombre Jesús. Y fue nuestro cielo en la tierra, el Reino de Dios entre nosotros, Dios hecho hombre, al fin, en cumplimiento del pacto de fidelidad del Creador con su creatura.

Otra Jornada más. La de la Vida.

Esperemos que la próxima vez que se celebre esto tengamos, de verdad, algo más que celebrar que la desazón y la tristeza.

 

Eleuterio Fernández Guzmán
eleu@telefonica.net