ORIENTACIONES DIOCESANAS SOBRE LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA
 

 

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INDICE

  

 

 

Presentación de D. José Vilaplana

 

Primera parte: Mirada a la realidad

 

Segunda parte: Criterios básicos

 

Tercera parte: Orientaciones concretas

 

·       1º Iniciación cristiana de no bautizados

·       2º Preparación de los padres y celebración del Bautismo de niños

·       3º Preparación y celebración de la Primera Comunión Eucarística

·       4º Preparación y celebración de la Confirmación


 

 

 

 

Orientaciones diocesanas sobre los

Sacramentos de iniciación cristiana

 

Criterios básicos sobre tiempo y contenidos

 

PRESENTACION

 

            Nuestro Plan de Pastoral 2001-2005 señala, -enmarcado en el Objetivo Preferente 1º que nos llama a “ potenciar lo comunitario, el trabajo en común, evitando “ capillismos y fomentando el diálogo y la confianza “,- y subraya la necesidad de unas orientaciones en las que se unifiquen criterios en tiempo y contenido en todo lo referente a los sacramentos y sacramentales.

 

 

            Hemos comenzado por los Sacramentos de la Iniciación Cristiana; y no sólo porque son los primeros base y fundamento de toda la vida cristiana, sino también porque la transmisión de la fe y la iniciación cristiana de los niños, adolescentes, jóvenes y de muchos cristianos adultos es actualmente un problema, un reto y una urgencia.

 

            El proceso de elaboración de estas Orientaciones ha sido largo –dos años y medio- y en él han participado muchas personas desde los Arciprestazgos, el Consejo Presbiteral, el Consejo Pastoral Diocesano, una Comisión creada ad hoc y el Consejo de Vicarios. Agradezco sinceramente a todas las personas que han intervenido en la elaboración de las mismas su trabajo y sus aportaciones.

 

            Hoy os presento las Orientaciones con mi aprobación,. No representan la solución a todos los problemas que tenemos en este campo de la pastoral, pero sí un paso más e indican una dirección que es adecuada a mi parecer y al de las personas que las han trabajado. Deseo que sean acogidas por todos los sacerdotes expresando así la unidad con el obispo y el Presbiterio, y por todos los fieles. Pido a todos los sacerdotes,  a los Consejeros del Consejo Pastoral Diocesano y a los Miembros de los Consejos Pastorales de las Parroquias que presentéis estas Orientaciones a las comunidades explicando su sentido y motivándolas para que todos las acojan no como una imposición más, si8no como una ayuda para crecer como personas y como comunidad cristiana unida. Deseo, igualmente, que sean respetadas por todos y cada uno y así expresemos una vez más la unidad de toda la Iglesia Dioce3sana de Santander que con acción de gracias y alegría en el Señor celebra unida y comienza hoy el Año Diocesano y Mariano 2004-2005.

 

            Las presentes Orientaciones entrarán plenamente en vigor el año pastoral 2005-2006, pero ya pueden tenerse en cuenta en este curso; se puede aprovechar para presentarlas y explicarlas en todos los lugares y ámbitos.

 

            Con mi afecto y bendición,

 

JOSE VILLAPLANA

Obispo de Santander

 

Santander, 15 de septiembre de 2004.

 

 

 

 

 

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

MIRADA A LA REALIDAD

 

 

            La Iniciación Cristiana es una de las labores encomendadas por Jesucristo a la Iglesia Apostólica. Ël dice antes de su subida a los cielos: “ Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” ( Mt. 28,19).

 

            La Iglesia universal, la diocesana, la parroquia y la familia cristiana tienen que llevar a cabo este mandato de Jesús, acercándose al hombre concreto con sus aperturas y cerrazones, con sus limitaciones y ansias de trascendencia, con sus prejuicios y sus búsquedas sinceras; y en esta situación concreta ofrecerla la buena noticia de Jesús e invitarle a incorporarse y vivir en la comunidad de bautizados y seguidores de Jesús.

 

            Tenemos que tomar conciencia de las dificultades que tenemos a la hora de ofrecer, preparar y celebrar los Sacramentos de la Iniciación Cristiana; pero hemos de ser conscientes, también, de las posibilidades esperanzadoras que encontramos en esta pastoral.

 

            La esperanza fundamental ha de provenir de la  promesa de Jesucristo que, después de mandarnos hacer discípulos, nos dice : “ sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo “ ( Mt. 28,20). Esta esperanza fundamental no nos impide ver las dificultades y limitaciones del momento presente, dificultades que deben ser como un reto impulsor, no paralizante. Hemos de ver las sombras del momento presente, pero, también, las luces.

 

            Como dice la Conferencia Episcopal española: “ Nuestras Iglesias siguen engendrando y educando nuevos hijos de Dios, cumpliéndose el mandato del Señor: Bautizadles y enseñadles “. Pero esta función maternal de la Iglesia se realiza con frecuencia con muchas limitaciones, provenientes en parte de la falta de vigor en el sentido eclesial, fraternal y misionero a la vez, de las propias comunidades cristianas, y también del ámbito de las familias, que acusan los efectos de la ruptura entre la fe y la vida, del debilitamiento del compromiso cristiano y de la práctica sacramental” (1).

 

            A pesar de la descristianización, muchas familias desean el Bautismo para sus hijos y que se preparen para el Sacramento de la Eucaristía;

 

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(1) La Iniciación Cristiana. Reflexiones y orientaciones, nº 62.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Es cierto que la motivación social pesa, en muchas ocasiones, aparentemente más que la religiosa, pero queda, en numerosas personas y familias, un sustrato religioso de raíz cristiana que puede ser avivado si se ofrecen condiciones de siembra, calor y cultivo paciente. Hemos de dejarnos guiar por el Espíritu para “ no apagar el pábilo vacilante”, ni “ quebrar la caña cascada”. De hecho, algunos padres reviven su fe adormilada con motivo del bautizo de su hijo, algunas familias reciben formación y se unen a la comunidad cristiana, que antes les era ajena, con motivo de la catequesis familiar en la preparación de la Primera Comunión, algunos jóvenes toman conciencia de ser cristianos, se comprometen e intentan vivir su fe en comunidad, al prepararse para la Confirmación.

 

            La acogida cálida y la celebración comunitaria de alguno de los Sacramentos de Iniciación son, en ocasiones, para los familiares o para los que reciben el sacramento, momentos privilegiados para descubrir una forma fraterna de vivir lo cristiano, una comunidad que intenta ir más allá de lo ritual y un acercamiento personal a Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Muchas personas con quienes tomamos contacto con motivo de su acercamiento a la parroquia a pedir, para ellos o sus hijos, alguno de los Sacramentos de la Iniciación a la fe no están cerrados al descubrimiento de Jesús y la comunidad cristiana; aunque en la vida anden desconcertadas y perdidas, “ como ovejas sin pastor”.

 

            A pesar de esas razones para la esperanza, es cierto que hay muchas sombras que nos impacientan, nos inmovilizan y nos hacen vivir con preocupación la pastoral de los Sacramentos de Iniciación. No podemos cerrar los ojos a la realidad; pero sí observar la realidad con mirada en profundidad y amplitud. Veamos con lucidez y realismo los aspectos negativos y las limitaciones, pero vivámoslo como un reto estimulante.

 

            Es un hecho constatable que, en la mayoría de los casos, suena a contrasentido hablar de iniciación, pues desaparecen del ámbito parroquial y de la vivencia comunitaria de su fe a partir del día en que reciben el sacramento correspondiente. No se ha entendido la formación como un proceso de maduración para iniciar una nueva forma de vida, sino como algo puntual y momentáneo. Se ha creado la ide4a de que la catequesis es un requisito, a veces pesado, para poder recibir un Sacramento y cuando se ha recibido ese sacramento todo está concluido. Parece más un momento final que un inicio de algo. La comunidad cristiana a la que teóricamente se un en, y desde donde hacen un recorrido de preparación, era en muchos casos desconocida cuando se acercaron y sigue siendo desconocida vitalmente después del paso por ella. Se consolida así la idea de la parroquia como un lugar donde se “ compran o se reciben gratuitamente unos servicios, no como la casa común de una comunidad de cristianos donde nos reunimos para celebrar nuestra vida a la luz de la fe. ¿ No será que no hemos descubierto, en muchas parroquias, la dimensión comunitaria de nuestra fe y, por eso, no somos capaces de contagiar esta dimensión a quienes se nos acercan ?

 

 

 

 

 

 

 

           

            Muchos que vienen a pedir los Sacramentos de Iniciación para sus hijos, lo que piden, en definitiva, es una especie de rituales de paso: de nacimiento o de crecimiento. Cuando los rituales se vacían de lo religioso todo ello se queda en algo puramente cultural; para muchas familias es más importante dónde se va a comer o cómo vestirse el día de la celebración del Sacramento que el propio sacramento que se recibe. En muchos casos dedican más tiempo los padres a buscar restaurante, vestido o fotógrafo que a seguir el proceso de formación de sus hijos o a implicarse ellos en la formación cristiana. Algunos en este proceso buscan “ rebajas” en lugares donde se facilita el sacramento sin la debida preparación. Otros buscan celebraciones de tipo civil. La Iglesia, como madre, a nadie rechaza, pero a todos pide al menos, un mínimo de fe aunque sea balbuciente.

 

            Los sacerdotes y los catequistas viven esta realidad de forma muy plural; para unos no plantea especiales problemas, mientras que otros lo viven con preocupación e inquietud.

 

            La situación social y religiosa ha cambiado profundamente y nosotros seguimos manteniendo, aunque lo hagamos con dignidad, los mismos medios, el mismo lenguaje y los mismos supuestos ante una realidad que ha cambiado, sobre todo en la vivencia cristiana y expresión de esa vivencia en las familias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SEGUNDA PARTE

 

CRITERIOS BASICOS

 

 

            La iniciación Cristiana tiene como finalidad el introducir, progresivamente a un adulto joven o niño en la vida de la comunidad cristiana, es decir, en el misterio de Jesucristo y de la Iglesia.

 

            En lo referente a la Iniciación Cristiana es importante marcar, pues, unos objetivos, una meta hacia donde nos debemos dirigir para no equivocarnos en los medios que usamos y en la dirección que queremos ir.

 

            Todos estamos de acuerdo en que queremos lograr que los niños, con las familias donde van creciendo, los jóvenes y los adultos no bautizados se encuentren con el Dios de Jesucristo y puedan vivir y celebrar esa fe en la comunidad de cristianos, que es la Iglesia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            Por eso podríamos formular los objetivos de la Iniciación Cristiana así:

 

 

1º.- Que descubran  y tengan experiencia de Dios Padre, revelado por su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.

 

2º.- Que descubran y tengan experiencia de la Iglesia –universal, diocesana y parroquial- como lugar y comunidad para celebrar e ir creciendo en esa fe.

 

3º.- Que este descubrimiento y experiencia no sea algo puntual ni parcial, sino un proceso madurativo.

 

 

                        Para lograr estos objetivos  hemos de ir poniendo unos medios que sean camino para ir acercándonos a ellos.

 

                        1º.- La Parroquia está llamada a ser el lugar privilegiado donde se realiza la Comunidad Cristiana. La parroquia puede llegar a ser comunidad, o conjunto de pequeñas comunidades cristianas. A través de la parroquia se puede tener experiencia de Iglesia diocesana y universal. Puede llegar a ser como la familia de los que reciben los Sacramentos de Iniciación, es un punto de referencia y de continuidad cuando se va creciendo. Sólo ella posee la pila bautismal y en ella se viven todas las dimensiones: Acción litúrgica, acción caritativa y acción catecumenal-formativa.

 

                        La unidad Pastoral puede ser una “ forma de colaboración y coordinación interparroquial entre dos o más parroquias limítrofes” (2) también en la Iniciación Cristiana.

 

                        Otros lugares y grupos están llamados a ser complementarios, no sustitutivos de la parroquia.

 

                        2º.- El domingo debe ser el día de referencia tanto en la preparación como en la celebración de los Sacramentos de la Iniciación Cristiana. Es el Día del Señor Resucitado y el día de la Comunidad Eclesial, “ sin el cual los cristianos no podemos vivir”. Es la comunidad cristiana, en su fiesta, quien debe estar presente y recibir a los que se inician y a sus familias.

 

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(2) La caridad de Cristo para los emigrantes, n.º 76

 

           

 

 

 

 

 

 

 

 

           

 

3º.- La familia es clave, sobre todo en el Bautismo y 1ª Eucaristía de los niños para posibilitar que esos niños sigan un proceso y no sean meros receptores puntuales y pasivos de unos Sacramentos. Hay que volver a los orígenes en que para poder recibir los niños un Sacramento tiene que haber unos padres y padrinos que aseguren que los niños tengan los medios y el apoyo necesarios para esa iniciación a la vida cristiana. Hoy el niño solo no puede crecer en la fe. Son los padres y los hijos los que necesitan avanzar juntos. Ante las lagunas, en la vivencia de la vida cristiana y en la formación, que tienen muchas familias, es importante y casi imprescindible que se entre en un proceso de Catequesis Familiar, donde los padres redescubran a Cristo y su Evangelio a la vez que ayudan a descubrirlo a sus hijos.

 

4º.- Asociaciones, movimientos laicales e instituciones educativas. La Conferencia Episcopal Española nos dice en el año 1988:

 

            “ La situación actual y la propia psicología de los niños y adolescentes reclaman una serie de medios que puedan complementar con su ayuda la misión de la parroquia y la familia. Cabe así situar la importancia y el valor respectivo de las asociaciones y movimientos laicales y otras instituciones educativas, como estructuras ambientales, para la iniciación cristiana de los niños, de los adolescentes y de los jóvenes. Estas asociaciones de fieles se caracterizan, según el papa Juan Pablo II, por la “ conformidad y la participación en el fin apostólico de la Iglesia, que es la evangelización y la santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia, de modo que consigan impregnar con el espíritu evangélico las diversas comunidades y ambientes”. A las asociaciones y movimientos se les encomienda entre otras tareas el empeño catequético y la capacidad pedagógica para formar a los cristianos. En efecto, la Acción Católica y este tipo de asociaciones y movimientos tienen hoy la misión de ayudar eficazmente a concretar una experiencia eclesial y un espacio comunitario propicio para el crecimiento en la fe, presentando a los miembros que se inician en ella un estilo de vida cristiana en la Iglesia y el ejemplo de un testimonio público de creyente en la sociedad.

 

Los movimientos y grupos laicales son pequeñas comunidades que transmiten la fe, la oración y la liturgia de la Iglesia, con un estilo de vida y de compromiso apostólico peculiar que facilitan la constante interacción entre fe y vida, según las edades y circunstancias. De ahí la necesidad de promocionar y fortalecer en la Iglesia estos espacios educativos. Cuando menos cristiano es el ambiente donde tiene que desarrollarse la vida de un niño o de un joven, más necesidad tiene de ámbitos propios para educar su fe e incorporarse libre y responsablemente en la comunidad de la Iglesia (3).

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(3) La Iniciación Cristiana. Reflexiones y Orientaciones, n º 35.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“ La escuela católica es un “lugar” muy relevante para la formación humana y cristiana”, que “ entra de lleno en la misión salvífica de la Iglesia y particularmente en la exigencia de la educación de la fe”….. Pero su carácter específico de escuela católica la convierte en una comunidad cristiana, en constante referencia a la palabra de Dios y al encuentro siempre renovado con Jesucristo. Cuando actúa así, puede ser también una mediación eclesial para la Iniciación Cristiana de sus alumnos, colaborando en coordinación con los planes pastorales diocesanos (4), y con la propia parroquia en la que está situada la escuela católica. Debe haber, por tanto, un diálogo y una colaboración efectiva entre la parroquia y la escuela católica, entre los párrocos y los responsables de la pastoral de los colegios católicos.

 

            La enseñanza religiosa escolar “aunque no es propiamente un ámbito de Iniciación cristiana como los anteriores, sin embargo, puede contribuir decisivamente a los objetivos propios de ésta, al ofrecer algunas dimensiones de carácter ético y moral que nacen de las relaciones entre la fe y la cultura, y entre la fe y la vida. En este sentido tiene también una misión evangelizadora” (5).

 

            5º.- Es deseable que los niños o jóvenes no vivan aisladamente la fe en nuestras comunidades parroquiales; tienen que sentirse parte de un grupo cristiano, comunidad entre iguales, para que se inserten en una comunidad más amplia y heterogénea como es la parroquia. Debería hacernos reflexionar el fracaso de una catequesis “formal” de postcomunión o posconfirmación.

 

            6º.- Junto a esto, hemos de valorar la acogida cálida, la atención personalizada y el diálogo con cada persona; el grupo, la familia y la parroquia son importantes, pero no lo es todo.

 

            7º.- Igualmente se ha de procurar iniciar en la solidaridad con los necesitados. Es una nota distintiva de los cristianos y habrá que introducir progresivamente en expresiones y gestos de caridad a los catecúmenos con pequeños compromisos con los necesitados de cerca del propio entorno comunitario, y con los de lejos.

 

            8º.- Para lograr estos objetivos además del Obispo, el delegado o delegado Episcopal, los párrocos y sacerdotes encargados de la Iniciación Cristiana, es muy importante e imprescindible el ministerio del catequista. El catequista es una persona _________

 

(4) La Iniciación Cristiana. Reflexiones y Orientaciones, n º 36.

 

(5) La Iniciación Cristiana. Reflexiones y Orientaciones, n º 37.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

creyente cuya misión es, más que transmitir conocimientos, comunicar vida, o mejor, al que es la Vida, aportando su propio testimonio. Para poder realizar esta tarea educativa al servicio de la fe, además de una formación básica y específica, debe ser instrumento del Espíritu Santo.

 

 

 

 

 

 

 

TERCERA PARTE

 

ORIENTACIONES CONCRETAS

 

 

            Para atender adecuadamente el proceso de Iniciación a la vida cristiana es importante que la comunidad eclesial tenga unos criterios y orientaciones básicos y comunes tanto para el desarrollo de este proceso como para la realización de las celebraciones.

 

            Es importante sacar las consecuencias de los criterios básicos que hemos expuesto para que la práctica concreta, tanto en el proceso de la Iniciación Cristiana como con la celebración de los Sacramentos, siga esos criterios. No se trata de uniformar, ya que las situaciones concretas son muy diversas, pero sí hemos de ser fieles a los criterios básicos que vamos descubriendo para que nuestra práctica responda a la unidad de un pueblo de Dios que busca y quiere seguir sus caminos como comunidad. Para que toda la comunidad diocesana realice en comunión el itinerario de iniciación cristiana, establecemos los siguientes criterios que surgen de la mirada a la realidad que hemos hecho y del juicio expresado con los criterios básicos:

 

 

 

 

            1.º Iniciación Cristiana de no bautizados

 

            La iniciación Cristiana de Adultos es referencia básica y fundamental para toda Iniciación Cristiana y su proceso también se aplica a niños de 7 a 12 años, adolescentes y jóvenes.

 

            Los componentes fundamentales de la estructura de esta iniciación son:

 

-          la iniciativa y don de Dios que es acogida por la persona,

-          la mediación de la Iglesia y la presencia de la comunidad eclesial,

-          un itinerario litúrgico, catequético y espiritual,

-          y la celebración de los sacramentos de Iniciación Cristiana.

 

Esta iniciación se realiza a través de diversas etapas y tiempos:

 

-          El anuncio misionero y precatecumentado. Durante este tiempo el acento ha de ponerse en el anuncio del Evangelio, del que debe brotar la fe y la conversión inicial y ha de madurar la voluntad de seguir a Jesucristo.

 

 

 

 

 

 

-          El tiempo de catecumenado. Es un tiempo de asentimiento y maduración de la fe que acaba con la celebración del rito de la elección.

 

-          El tiempo de purificación y de la iluminación. Se desarrolla ordinariamente durante la cuaresma como disposición inmediata a la celebración de los Sacramentos de iniciación. Además de las entregas del Símbolo de la fe y del Padrenuestro, se llevan a cabo diversos ritos, escrutinios y exorcismos.

 

-          El tiempo de la mistagogía. Es el último tiempo, durante la Pascua, de profundización en la experiencia nueva de los Sacramentos recibidos, mediante la renovación de las explicaciones y la recepción frecuente de los mismos.

 

El contenido de estos itinerarios se realiza a través de:

 

a)     La catequesis apropiada, básica e integral

b)     La iniciación y educación en la liturgia y en la oración

c)      El aprendizaje de la vida cristiana

d)     La iniciación y educación para la vida comunitaria y para la misión.

 

La celebración de los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, es la fuente y cima del proceso de Iniciación Cristiana.

 

            Los destinatarios del proceso catecumenal son:

 

1.- Los adultos mayores de dieciocho años.

2.- Los adolescentes jóvenes entre los trece y los dieciocho años.

3.- Los niños entre los siete y los doce años, que no han recibido el bautismo y piden los sacramentos de la Iniciación Cristiana para entrar en la Iglesia.

 

                        Cada uno de estos grupos de personas tiene su modo específico de desarrollar el proceso catecumenal.

 

                        Este proceso es orientado y acompañado a nivel diocesano por la persona o personas que el Obispo designe para esta misión. Asimismo por el padrino o madrina y catequistas que colaboren en este itinerario.

 

                        En nuestra Diócesis se va a crear próximamente el Servicio Diocesano para el Catecumenado de Adultos para que acudan a él los párrocos a los que lleguen personas que quieren bautizarse.

 

                        La celebración de la Iniciación Cristiana de adultos se realizará en la Santa Iglesia Catedral en la fiesta de Pascua.

 

                        La preparación para el Bautismo de una persona de edad con capacidad de discernimiento exige una catequesis a su nivel, si es posible en grupo y en conexión con la comunidad cristiana con la que le une lazos de vecindad, cercanía afectiva y referencia para su incorporación a la Iglesia.

 

 

 

 

 

 

 

 

            2º Preparación de los padres y celebración del Bautismo de niños

 

 

 

                        2.1. – La celebración del Bautismo de niños se ha de realizar con una preparación adecuada de los padres y madres o de quienes van a hacer sus veces en la educación de la fe de los niños y niñas. Esta preparación ha de asegurarse con unos u otros medios. Habrá que intentar que la petición del Bautismo no responda a costumbres o miedos indeterminados sino que haya un compromiso explícito de educarles en la fe. La comunidad cristiana ofrecerá los medios adecuados para una formación permanente en la fe, como catequesis de adultos, lectura creyente de la Palabra de Dios, encuentros con la familia, etc.

 

                        2.2.- Para la elección de los padrinos y madrinas que ayudarán a la familia en la educación de la fe de los niños y niñas, es preciso tener en cuenta su función primordial de apoyo en la educación en la fe, y para ello habrá que cuidad que intenten vivir su fe y se comprometan con la fe de su ahijado/a acompañándolos desde la cercanía y, si es posible, desde la propia comunidad parroquial, en todo su proceso de fe; que tengan la madurez necesaria para cumplir esta misión y que hayan recibido los Sacramentos de la Iniciación Cristiana.

 

                        2.3.- La celebración del Bautismo se realizará en la parroquia a la que pertenece o vive su fe la familia del niño o niña. Cuando por razones extraordinarias pastorales o familiares la celebración sea en otra parroquia, ha de asegurarse una preparación adecuada y contar con el consentimiento del párroco propio. El bautismo no se celebrará en lugares distintos a las parroquias a no ser por causa grave y con permiso del Obispo.

 

                        2.4.- La celebración del Bautismo se ha de realizar en un ámbito comunitario, y alguna vez dentro de la misa parroquial dominical. La parroquia establecerá los días de celebración del Bautismo y entre éstos es deseable que tengan especial relieve la fiesta del Bautismo del Señor y la Pascua. Siempre se buscará que se exprese la dimensión comunitaria y no una celebración exclusivamente familiar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                        3.º Preparación y celebración de la Primera Comunión Eucarística

 

                        3.1.- La preparación para el sacramento de la Primera Comunión Eucarística se realizará como mínimo con tres años de anticipación a la celebración. Y en la misma intervendrá tanto la familia como la comunidad parroquial.

 

3.2.- Durante el tiempo de preparación los niños y niñas:

 

o       Asistirán a las catequesis programadas, siguiendo los Catecismos aprobados por la Conferencia Episcopal Española, a saber: Padre Nuestro y Jesús es el Señor.

o       Se irán familiarizando con las celebraciones eucarísticas de su comunidad parroquial.

 

o       Irán descubriendo la caridad , el servicio a los más necesitados como mandamiento del Señor.

 

3.3.- La preparación y la celebración de la Primera Confesión de los niños bautizados hay que enmarcarla no sólo como requisito previo a la Primera Comunión, sino como parte integrante de la Iniciación Cristiana (6).

 

                        3.4.- La celebración de la primera Comunión no será antes del año en que el niño o niña cumpla nueve años.

 

                        3.5.- La celebración de la Primera Comunión se realizará ordinariamente en la propia parroquia, en la Eucaristía de la comunidad parroquial celebrada el domingo.

 

3.6.- La celebración de la Primera Comunión no ha de significar el final del proceso de formación y desarrollo de la fe, tendremos que facilitar los medios para el desarrollo y celebración de la fe de los niños. La catequesis u otras formas de asociación de niños en movimientos eclesiales, que les ayuden a crecer uniendo la vida y la fe, deben ser potenciadas con insistencia y esperanza.

 

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(6) Véase : La Iniciación Cristiana. Reflexiones y Orientaciones, nº 107-110

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            4º.- Preparación y celebración de la Confirmación

 

4.1.- La preparación para la Confirmación habrá de tener en cuenta el grado de madurez y vivencia de la fe de los que se preparan y, como norma general, no será inferior a dos años.

 

4.2.- Habrá que cuidar, igualmente, que la preparación se entienda y realice como un proceso para descubrir al Dios trinitario que nos revela Jesucristo, para vivenciar la experiencia de ser bautizados seguidores de Jesús y para incorporarse a la Comunidad de creyentes miembros de la Iglesia que se hace cercana en la parroquia. Por eso no puede hacerse como una actividad más o menos escolar y habrá que buscar unos medios de formación integral y experiencia cristiana en grupo, en conexión con la comunidad parroquial.

 

4.3.- La Confirmación de aquellos que hayan seguido un proceso ininterrumpido desde la infancia se hará en el momento oportuno. En los casos en los que este proceso se haya interrumpido por diversas causas, no se comenzará antes de los 16  años, respetando dicho proceso al que se refiere el punto c.2. y nunca acelerándolo por razones distintas o ajenas al mismo. Si la persona que comienza el proceso es adulta o mayor de 21 años se formará en su propia comunidad siguiendo el proceso adecuado.

 

4.4.- La celebración se realizará en la Catedral o en la parroquia; si hay motivos muy especiales para que se celebre en otro ámbito, el Obispo, oído el arciprestazgo, puede admitir la posibilidad de la celebración fuera de la Catedral o de la parroquia.

 

4.5.- La celebración de la Confirmación no debe ser el final del proceso, sino que debe ser el momento de canalizar el compromiso cristiano de los confirmandos, exigiendo esto a las parroquias, cauces para vivir esa fe en comunidades y movimientos cristianos que les ayuden a expresar su fe en medio de la vida.