Cartas al Director

 

El poder obtenido a cualquier precio es inmoral

 

 

 

“Es típico de los regímenes en los que todo el poder llueve de arriba, y a los que ninguna crítica puede llegarles desde abajo, debilitar y confundir la capacidad de raciocinio y crear una vasta franja de conciencias grises que abarca desde los grandes malhechores a las víctimas puras"

Primo Levi

 

 

 

César Valdeolmillos Alonso | 13.08.2023


 

 

 

 

Decía Winston Churchill que «La democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás».

La verdad es que al ser cierta esta afirmación, dice muy poco en favor de la inteligencia humana, el que en 2.500 años que hace que los griegos inventaron esta forma de gobierno, no se haya encontrado una fórmula que corrija sus imperfecciones.

Una de las fallas más graves del sistema democrático es dar por sentado, que lo que afirma una mayoría, es la verdad, o lo mejor para un pueblo.

Hubo un tiempo en el que la mayoría de las personas creían que la Tierra era plana, y afirmar lo contrario, constituía poco menos que una herejía.

Recordemos que en marzo de 1933, el pueblo alemán votó mayoritariamente a favor de Adolf Hitler, lo que como todos sabemos, tuvo trágicas consecuencias tanto para Alemania como para el resto del mundo.

Es esencial recordar estos eventos históricos para evitar repetir errores del pasado, y de cara al futuro, preservar los valores fundamentales de la democracia y los derechos humanos de las personas, no de colectivos.

Las leyes que discriminan o excluyen a personas en favor de un determinado colectivo, son injustas por su propia naturaleza y pueden constituir un comportamiento xenófobo.

La verdad no se encuentra en la mera suma de opiniones mayoritarias, sino en la fuerza de los argumentos respaldados por la razón y la evidencia. La sabiduría radica en cuestionar incluso las creencias más populares, buscando siempre el conocimiento profundo y el juicio informado. Solo así podremos acercarnos a la verdad, aunque esta vaya en contra de la corriente. Solo porque una mayoría de personas afirme algo, no significa necesariamente que sea lo mejor o verdadero. Es necesario analizar cualquier aseveración basándonos en pruebas y hechos, en lugar de simplemente aceptarlas porque son populares.

Es una auténtica necedad pretender que el pueblo no se equivoca nunca. De hecho lo hace, y a veces, muy gravemente.

Después de las elecciones parlamentarias de marzo de 1933 en Alemania, el partido nazi, al no obtener una mayoría parlamentaria necesaria para gobernar, y así poder poner en marcha sus planes ideológicos, llevó a cabo una serie de maniobras políticas, tácticas y pactos, que desembocaron en el acuerdo de coalición con el DNVP, un partido obrero y nacionalista, alianza que le aseguró una mayoría en el parlamento alemán, y que apoyó la elección de Hitler como Canciller.

Aprovechándose de la crisis económica y política que atravesaba el país, Hitler y su partido lograron obtener el control absoluto del gobierno, eliminando progresivamente cualquier forma de oposición política.

Con este poder en sus manos, fue convirtiendo todas y cada una de las instituciones del Estado —incluida la Justicia— en instrumentos al servicio de sus planes.

Así, Alemania se transformó en una dictadura totalitaria. Se suprimieron las libertades civiles, se persiguió a opositores políticos, se censuraron los medios de comunicación y se estableció un férreo control estatal sobre la sociedad.

El régimen nazi llevó a cabo una intensa persecución contra grupos considerados "indeseables" por el sistema.

De esta manera, gracias a unos maquiavélicos pactos post electorales, uno de los más grandes megalómanos y genocidas de la historia, logró consolidarse en el poder como canciller de Alemania, alcanzando así el objetivo buscado de establecer un control absoluto sobre el país mediante la mentira, la ocultación de la realidad y el engaño, la propaganda, la manipulación demagógica y el funambulismo político. Estas estrategias condujeron a la instauración de un régimen totalitario, caracterizado por la supresión de la libertad, la persecución de opositores y la propagación de ideologías extremistas.

La llegada al poder de personajes sin escrúpulos, de gente que solo busca la satisfacción de sus delirios, cuesten lo que cuesten, y a quienes les cuesten, desencadenan siempre trágicas consecuencias y dejan una huella sombría en la historia de los pueblos.

Hechos como los citados, deberían servir como recordatorio de los peligros que puede representar el abuso de poder y la falta de salvaguardias democráticas. Es crucial recordar estos períodos oscuros de la historia para evitar que se repitan los errores del pasado, y para mantener una sociedad comprometida con los valores fundamentales de la justicia y la libertad.

El triunfo del Partido Nazi en marzo de 1933 tuvo efectos devastadores tanto a nivel nacional como internacional, marcando un período oscuro en la historia de la humanidad y dejando un legado de dolor y lecciones importantes para las generaciones futuras.

Es una realidad incuestionable que el ser humano no siempre aprende de sus fracasos. Cuando esto ocurre, tarde o temprano, la historia tiende a repetirse, y esta realidad, debería darnos una perspectiva profundamente inquietante y desafiante. A lo largo de la historia, hemos sido testigos de cómo las sociedades cometen errores tan graves, cuyas consecuencias las han conducido a su desaparición. Sin embargo, la ceguera producida por un pensamiento monolítico, a menudo impide que se extraigan lecciones duraderas de esas experiencias traumáticas.

La transformación de una sociedad, no es algo que se logre de la noche a la mañana y mucho menos por decreto. El establecimiento de un nuevo estado opinión, la ausencia o sustitución de determinados valores por otras prioridades muy diferentes, a veces incluso contrapuestas, se consigue a través de un proceso gradual que abarca tanto el transcurso del tiempo como la progresiva profundización de las medidas adoptadas para impulsar dicha transformación. Las complejidades arraigadas en las estructuras sociales y las dinámicas interconectadas requieren un enfoque constante y deliberado, donde las reformas y cambios, cuidadosamente planeados, actúan como cimientos sólidos para un cambio perdurable. Así, a medida que se implementan medidas en múltiples niveles y sectores, se sientan las bases para una metamorfosis profunda y sostenible, posibilitando que los valores, las actitudes y las instituciones evolucionen en una misma dirección en armonía con los objetivos cambiantes de quienes propician estas revoluciones sociales.

En la compleja tela de la historia, se revela que los totalitarismos no se limitan exclusivamente a una corriente política, desafiando la narrativa que a veces promueven ciertas voces. Ejemplos innegables como la antigua URSS, China, Corea del Norte, Cuba y Venezuela demuestran que el anhelo de control absoluto puede manifestarse en cualquier extremo del espectro político. En cuanto a su fin último, no hay ninguna diferencia entre un nazi y un bolchevique. Ninguno de ellos sentirá flaquear sus piernas ante aquellos delitos que puedan llegar a cometer en defensa de sus ideologías. Estos casos ilustran que la concentración de poder y la restricción de libertades pueden emerger independientemente de etiquetas partidistas. Consecuentemente, constituye una responsabilidad exclusiva y directa de cada ciudadano el no posibilitar con su voto el abuso de autoridad proceda de dónde proceda, sin caer en la trampa de asociarlos únicamente con un solo punto de vista político.

El poder obtenido a cualquier precio es inmoral. La verdadera grandeza reside en alcanzar el poder a través de la integridad y la ética. Solo entonces podrá perdurar como un legado valioso para la sociedad y no como una sombra de desconfianza y arrepentimiento.

La definitiva victoria del totalitarismo no sería sino el triunfo final de las ideas que ya dominan la esfera intelectual sobre una resistencia meramente testimonial.

 

 

César Valdeolmillos Alonso