COMPARTIENDO DIÁLOGOS CONMIGO MISMO

 

DIOS QUISO HACERSE VIDA EN NOSOTROS

 

(Vuelve al verso de Dios, encuéntrate y reencuéntrate consigo en su poesía)

 

 

 

 

 

Víctor Corcoba Herrero, Escritor | 16.05.2020


 

 

I.- EL VERSO DE DIOS TOMA CUERPO

El verso que moraba en el Creador tomó presencia viva,
alumbró a los moradores, clarificó sentimientos e ilustró
los mil caminos, compartiendo sus andares con nosotros,
repartiendo vivencias e impartiendo sensaciones cada día;
tan hondo amor estremece el alma, nos enternece y calma.

Recreado en la poesía el mundo ha de concebirse en paz,
ha de perdurar nítido en la corriente diaria del amanecer,
para que cuando la noche apunte nos abrigue el corazón,
despunten los buenos gestos con sus gestas en mil sueños,
y el aire con sus ritmos de aliento nos temple el desaliento.

Vive Jesús en nosotros, es consustancial a la inspiración,
también lo es a la tierna Madre, la eterna sierva del Señor,
que con su valeroso sí a la Palabra, arrancó savia del verbo,
nos injertó su emoción, la dicha de ser también sus hijos,
transfigurando el maternal deseo en un soplo más de vida.

 

II.- LAS MANOS DE DIOS DONAN VIDA

En las sencillas manos de Dios uno ha de olvidarse de sí,
pues quien nos modeló del barro nos enseñó a ser poesía,
tras conocerse uno asimismo y reconocerse en los demás,
mediante el fiel cultivo del amor y la donación del amar,
que es lo que verdaderamente nos da energía y nos revive.

El espíritu, gracia providencial, nos introduce en la mística,
también nos induce a buscar tiempo para poder discernir,
nos mantiene en alerta contra el poder de la mundanidad,
guareciéndonos en los espinosos momentos de la amargura,
y acogiéndonos para no caer en nuestra propia decadencia.

Vuelva a nosotros el triunfo de Cristo, hágase horizonte,
rastro y rostro firme, jamás se oculte el carril de lo puro,
anunciemos la verdad, denunciemos esa fuerza malvada
que todo lo envenena y desfigura, pues si por la envidia
entró la maldad, por la caridad se incorporó la bondad.

 

III.- NUESTRO DÍOS ES EL DIOS DE LA MARAVILLA

Estar abiertos al don de las sorpresas es sentirse laborioso;
nuestro artesano al esculpirnos nos puso en actitud de ver,
pues somos gente en ruta, no meras estatuas en frío pedestal,
iremos hacia la gloria celeste, reconciliados y en volandas,
porque nadie es tan grande que pueda caminar por sí solo.

Todos tenemos un ángel que nos custodia y nos acompaña,
en nuestras continuas vueltas y revueltas de cada despertar,
hemos de buscarle internamente y ponernos en su escucha,
siempre en actitud de docilidad, con el corazón bien abierto,
para no confundirse de morada y saberse volver a la balada.

Cincélanos en tu firmamento la capacidad para entendernos
y atendernos con la piedad de ser hijos de un mismo Padre,
haznos servibles entre hermanos para escuchar su lamento,
para afianzar la unión y transformar este calvario viviente
de temores, en confianza; y, nuestras tensiones, en perdón.

 

Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
16 de mayo de 2020