DE LIBROS

 

Descargo de conciencia de un Nuncio español al servicio de la Iglesia

 

Mons. Francisco Javier Lozano presenta “Memorias de un embajador del Papa”

 

 

 

José Francisco Serrano Oceja | 19/02/24


 

 

 

  1. Un libro privado y confidencial
  2. Mons. Francisco-Javier Lozano
  3. La función del nuncio
  4. Referentes personales
  5. Relación con otros nuncios
  6. Medjugorje

 

 

 


Mons. Francisco-Javier Lozano Sebastián.

 

 

 

No da la impresión de que sea frecuente que un embajador del Papa, un Nuncio, escriba, una vez ya retirado, sus memorias. Es posible que en otros idiomas haya publicaciones similares a ésta. En español, no me suena.

Por lo tanto, estamos ante un género, el de las memorias, con sus aciertos y sus limitaciones, de un Nuncio que supone una novedad, también editorial. Una novedad de la que, por cierto, con limitada producción publicitaria.

 

Un libro privado y confidencial

Memorias, que como reconoce el autor, están construidas de recuerdos aleatorios, de apuntes, datos, fechas, nombres, también de imágenes mentales y, cómo no, de reflexiones a propósito de hechos de vida. Véase, en este caso, por ejemplo, la que hace el autor sobre cuestiones de actualidad como la homosexualidad en el clero, o la pederastia, o lo que ha pasado en la Iglesia después del Concilio Vaticano II o qué significa ser obispo hoy y los problemas que eso conlleva.

Unas memorias que, en cierto sentido, son también un libro sobre la historia reciente del mundo, de las relaciones internacionales, incluso de la Iglesia. Un libro que transita entre lo privado que se hace público y lo confidencial que no deja de serlo.

 

Mons. Francisco-Javier Lozano

Después de leer las 609 páginas de este libro, el lector se hace una idea clara de cuál ha sido la vida de monseñor Francisco-Javier Lozano.

Un sacerdote español, nacido en Segovia, ordenado en Sevilla, salmantino y romano de estudios, que ha estado como consejero-secretario en las nunciaturas de Lagos, Pretoria, Harare, Belgrado y Guatemala y como Nuncio en Tanzania, República Democrática del Congo, Croacia, Rumanía y Moldavia, además de sus trabajos como jefe del departamento de América Latina-España en la Secretaría de Estado.

Toda una vida, por tanto, al servicio de la Iglesia y del Papa, en concreto de Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

Por lo tanto, del servicio que ha prestado a las Iglesias en las partes más inhóspitas de nuestro planeta. Un servicio centrado en la evangelización, en la misión, pero también en el desarrollo humano, en la búsqueda de la paz, del encuentro entre personas y culturas y religiones.

 

La función del nuncio

La catolicidad se palpa aquí en esa dimensión de universalidad de presencia de una Iglesia plural, con múltiples rostros.

Como se puede comprobar con este relato, los Nuncios no son funcionarios de una Iglesia que se toma como una institución asentada, a la que no hay más remedio que tener en cuenta dentro del tablero de las relaciones con los Estados, los organismos internacionales, los centros de poder.

Los Nuncios son sacerdotes que portan una palabra de vida, que celebran los sacramentos, que se mueven en un escenario de vértigo en el que, en no pocas ocasiones, se iluminan determinados aspectos que deslumbran, -la forma de vida, los viajes, las relaciones con hombres y mujeres de poder-, que no nos permiten comprender la realidad plena de su misión.

 

Referentes personales

Y, por otro, son personas, con sus virtudes y sus defectos. Uno de ellos, el famoso “carrerismo” del que ha alertado tanto el papa Francisco. Véase su discurso a la Curia romana del 22 de diciembre de 2014.

En este sentido hay que agradecer a monseñor Francisco-Javier Lozano que sea sincero, incluso a veces meridianamente claro, a la hora de referirse a personas o de analizar situaciones. Vamos, que haya dejado de ser, por un momento, diplomático.

Como en todo libro de memorias, uno de sus atractivos son las referencias personales. Podría comenzar por lo que cuenta sobre el cardenal Pedro Segura, para continuar con su relación con Miguel Ángel Moratinos, su amistad con Lucía Bosé, con casi el centenar de nombres de embajadores españoles, y sus esposas, con los que se ha encontrado en el mundo.

 

Relación con otros nuncios

Un capítulo aparte, el que me resulta más curioso y al mismo, en ocasiones, más crudo, es el que hace referencia a los compañeros Nuncios, o a los Nuncios con los que ha trabajado o con los que ha tenido relación, o de los que habla.

Más de dos generaciones de nombres de diplomáticos de la Santa Sede de los que, en algunos casos, no se esconde la realidad de sus vidas, por ejemplo el Nuncio William A. Carrew. Fíjense si es detallada esta descripción que por estas páginas pasan desde nuestro recordado monseñor Manuel Monteiro de Castro, al que viene a calificar como el único consejero que salió vivo del trabajo con del Nuncio Girolamo Prigione, al actual Nuncio en España, monseñor Bernardito Cleopas Auza, con quien coincide en EEUU.

También hace referencia de forma sorprendente a otros nombres, como por ejemplo el del secretario de Nunciatura que se encontró cuando llegó como Nuncio a Dar-es-Salaam, Pedro Miguel García Fraile.

 

Medjugorje

Si hay un capítulo en la vida de monseñor Francisco-Javier Lozano que puede tener interés para una gran parte de los lectores es el referido a Medjugorje, dado que estuvo de Consejero de Nunciatura en Belgrado. La historia de la apariciones que aquí se publica, y las reflexiones colaterales, pueden servir para contextualizar y distinguir los procesos.

También me parece ilustrativo lo que dice del caso Viganò.

Por último, hay que agradecerle, en este ejercicio de trasparentar su existencia, las referencias finales a “Diario de un alma”, de san Juan XXIII, a “Camino”, o a la “Imitación de Cristo”, tres libros que han conformado su vida espiritual.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Francisco-Javier Lozano,
Memorias de un embajador del Papa.
PPC.