Cáritas Santander | Noticia • 21/08/2023

 

La juventud de Cáritas peregrina hasta Santo Toribio de Liébana

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

Todo comenzó en el mes de mayo. “¿Y si hacemos el Camino Lebaniego y peregrinamos hasta Santo Toribio?”. Acababa de formarse el grupo de voluntariado joven de Cáritas y la idea pronto fue respaldada por sus integrantes. De San Vicente de la Barquera hasta el Monasterio de Santo Toribio, en cuatro etapas.

A partir de ese momento comenzaron los preparativos. Al pequeño grupo inicial se sumaron también trabajadores y participantes jóvenes y todos juntos estudiaron las posibilidades y acordaron el itinerario, las dinámicas y la organización de esos días que se fijaron, finalmente, entre el 12 y el 15 de agosto, para venerar el Lignum Crucis justo en el día de la Asunción de la Virgen.

En realidad, hicieron algunos kilómetros más de los establecidos, pues la noche previa al inicio del camino durmieron en las antiguas escuelas de La Revilla, desde donde salieron bien temprano para recorrer los 28 km que separan ese punto de Cades. Esa primera etapa fue la más larga y en la que el tiempo menos colaboró, pues la lluvia quiso acompañar al grupo, que tuvo que protegerse con sus chubasqueros.

El segundo día, la distancia se redujo casi a la mitad. Paso a paso recorrieron los 16 kilómetros que separan Cades de Cicera.

La tercera jornada fue la más dura. 20 kilómetros para llegar a Potes bajo un sol radiante. Empinadas subidas seguidas de pronunciadas bajadas hicieron sufrir al grupo. Afortunadamente, casi todo el trayecto se realizó por zonas boscosas y los árboles echaron una mano dando sombra a los y las caminantes. La motivación de llegar hasta Potes, ya muy cerca de Santo Toribio también ayudó a sobrellevar el agotamiento físico.

El martes 15, el grupo recorrió los tres kilómetros que separan Potes del Monasterio. Lo hizo con especial alegría, con música, cantando e, incluso, bailando. No atravesaron la Puerta del Perdón solos. Otras personas vinculadas a Cáritas se sumaron en este último momento y, entre ellas, Sonsoles, la directora y Raquel, la secretaria general.

Asistieron a la Misa del Peregrino en compañía de más caminantes que, como ellos, habían recorrido el camino para venerar el Lignum Crucis. Con orgullo y emoción participaron en las ofrendas, leyeron las lecturas y reforzaron su fe en Dios.

 

 

 

LA ESPIRITUALIDAD DEL CAMINO

El final de un camino que fue mucho más que una sucesión de pasos y un esfuerzo físico. La peregrinación está llena de espiritualidad, de reflexión, de soledad y momentos compartidos, de fe y de esperanza. Los días amanecían temprano, a eso de las siete de la mañana. Aseo rápido, desayuno y, cómo no, un momento de oración. Cuentan quienes han participado en esta experiencia que el camino se asemeja mucho a la vida. Mientras se sucede un paso tras otro, hay mucho tiempo para reflexionar, para analizar qué cosas hay que cambiar y qué otras mantener para seguir viviendo de forma plena, en paz y armonía con quienes nos rodean, siempre siguiendo el ejemplo de Jesús.

Recuerdan cómo uno de los días iniciaron la ruta con una pulsera llena de nudos atada a sus muñecas. La idea era aprovechar el camino para reflexionar sobre qué límites, impedimentos o miedos tenemos en nuestras vidas que nos impiden avanzar. A medida que cada caminante era consciente de una de esas trabas, iba soltando un nudo hasta llegar al fin de la jornada con una pulsera totalmente lisa, símbolo del camino personal a emprender tras la peregrinación.

El grupo también ha elaborado un diario de ruta en el que han escrito cuáles eran sus sentimientos en cada momento. Han aportado reflexiones personales, oraciones… un documento que dejará constancia de la experiencia.

“Ha sido una experiencia maravillosa que, sin duda, nos ha permitido profundizar sobre lo que es Cáritas, sobre el sentido de todo lo que hacemos”, concluye Sara Puente, una de las peregrinas de este grupo.