Tribunas

Me alegro por Valladolid pero…

 

 

José Francisco Serrano Oceja


Mons. Luis Argüello.

 

 

 

 

 

No seré yo quien no se alegre con el nombramiento de monseñor Luis Argüello como arzobispo de Valladolid. La evolución eclesial de don Luis es ejemplar en no pocos aspectos. El despliegue de inteligencia, saber hacer y saber estar, su capacidad de comunicación y su criterio han hecho las delicias de no pocos.

No voy a decir que ha nacido una estrella, pero esa es la sensación generalizada. Incluso para los que no apostaron por su elección en su momento. Ya se sabe que rectificar es de sabios.

Sin embargo, voy a poner un pero a su reciente destino. No por el hecho de que, permítaseme la expresión, no merezca ser arzobispo metropolitano, sino por el eterno retorno que representa Valladolid.

Quien conoce la historia reciente, y la intrahistoria de esa archidiócesis, sabe que, de una forma u otra, don Luis ha sido ya, de facto, en varias ocasiones, el arzobispo de Valladolid. Y no me refiero solo a los períodos de interregno.

Por lo tanto, su pontificado -palabra que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua también se refiere al periodo de gobierno de un obispo, no solo del Papa- se va a desarrollar en tierra labrada. Y no lo digo por aquello que decía el Maestro de que nadie es profeta en su tierra.

¿No hubiera sido mejor que don Luis hubiera aterrizado en otra archidiócesis para la que supondría un “novum”, una novedad casi absoluta?

En Valladolid, aún ahora con la plenitud de la potestad, y no con potestad vicaria, siempre hay una historia, se conocen casi todos, saben qué potencias desarrolla y también qué limitaciones supera. Por más que se diga, Valladolid no parece una diócesis fácil por múltiples causas, desde geográfico-demográficas a las que proceden de la política eclesial postconciliar.

No dudo de que el margen para la sorpresa siempre existe. Pero también del peso de los marcos mentales, de los estereotipos, de dentro y de fuera.

Don Luis ha llegado al episcopado con cierta edad, con lo que no tiene tanto tiempo como merecería. Aunque su servicio a la Iglesia en España todavía puede dar sorpresas y llegar incluso a sustituir al cardenal Omella.

Es más, tal y como ha ido el proceso, siempre quedará la duda sobre si se confirmó aceleradamente lo que todo el mundo sospechaba para sacar a monseñor Argüello de otras pistas. La de Valencia, la última.

Con lo que estoy diciendo, que quede claro, no dudo lo más mínimo del éxito pastoral, en términos humanos, del pontificado de don Luis Argüello en Valladolid. Solo me lamento de lo previsible que parecen determinadas decisiones sobre el gobierno de algunas diócesis en España.

Y de que no se le haya dado la oportunidad de desplegar sus talentos en tierra nueva.

En resumen, que enhorabuena a don Luis. Le espero en la visita pastoral a los últimos pueblos, que, aunque se pierda por esas carreteras del extremo más extremo de la diócesis, ya sabe que es siempre es querido y bien acogido.

 

 

José Francisco Serrano Oceja