Tribunas

¿Tiene algún sentido el sufrimiento? (II)

 

 

Ernesto Juliá


Jesús en la Cruz.

 

 

 

 

 

El sufrir forma parte de la vida de todos los seres humanos. Con más intensidad o con menos; física, corporal o moralmente y en el espíritu; ya sea nuestra vida un ejemplo precioso de generosidad y de entrega a los demás, o una lamentable manifestación de egoísmo suicida. El sufrir nos puede dar paz, o una intranquilidad difícil de calmar y serenar. De algo estamos seguros: el sufrimiento físico y moral no abandonará al hombre a lo largo de su caminar sobre la tierra.

Y sufrimos todos: cristianos y no cristianos; creyentes y no creyentes; ateos, agnósticos, etc., etc., ya vivamos en nuestras casas, o estemos recluidos en cárceles y campos de concentración; ya soportemos las heridas de enfermedades incurables; o vivamos la muerte de seres queridos; o el desprecio de conocidos, de amigos y hasta familiares.

¿Cómo reaccionamos los cristianos ante el sufrimiento? Cristo, que sufrió y padeció toda clase de dolores y desprecios, nos indica el camino. Cristo crucificado es la roca sobre la que se eleva toda la Fe cristiana. Crucificado y Resucitado. Él nos descubre el sentido de nuestro vivir, y nos invita a unir nuestros dolores y sufrimientos físicos y morales a su Cruz, para redimir el mal que todos los hombres nos podemos hacer viviendo en el pecado.

Los cristianos, y tantos otros hombres y mujeres, luchamos, y con muy buen corazón, para aliviar el sufrimiento físico de los que padecen enfermedades, hambres, privaciones, de cualquier tipo. Seguimos el actuar de Cristo que curó a tantos enfermos en los años de su vida pública, y les devolvió las condiciones necesarias para un vivir humano y sereno. Procuramos ahogar el mal físico en abundancia de bien, de medicamentos, de consuelos, de compañía humana y cristiana.

Somos conscientes, sin embargo, de que en esta tierra nunca conseguiremos erradicar el dolor y el sufrimiento. Los cristianos vivimos esos momentos mirando cara a cara a Cristo en la Cruz, y estamos convencidos de que Él nos acompaña en todo nuestro vivir, en nuestro padecer, en nuestro sonreír en el dolor.

La gran mayoría de los sufrimientos físicos y morales que padecemos son provocados por la actuación de otros seres humanos. Y es esta una realidad que los cristianos hemos padecido a lo largo de los siglos y, en estos momentos padecemos, de una forma muy particular: el martirio, y la blasfemia.

Sobre la cruz vivida y resucitada de los mártires que han muerto perdonando a sus asesinos y rezando por ellos, la Iglesia ha caminado a lo largo de los siglos; y seguirá caminando e iluminando al mundo. Los mártires llenan de sentido el sufrimiento por un mal que unos hombres provocan a otros en odio a la fe, en odio a Cristo, en odio a Dios.

Y los mártires nos dan esperanza, y espíritu, a todos los demás cristianos que hemos de dar testimonio de nuestra Fe en los quehaceres ordinarios de nuestro vivir, para que vivamos el dolor y el sufrimiento con serenidad, rezando por la conversión de los enemigos de la Fe: perdonándolos como hizo Cristo en la Cruz, y rezando para que se arrepientan del mal que hacen, del crimen, pecado, que cometen.

Un episodio más entre tantos otros que podríamos señalar. Un grupo de musulmanes divididos de otro con historial serio de asesinatos de cristianos, Boko Haram, ha asaltado la iglesia de san Francisco en Owo, Nigeria, disparando ráfagas a sangre fría y dejando muertos más de 50 fieles, hombres y mujeres, que estaban viviendo la Santa Misa. 50 fieles que se unen a los cerca de 6.000 cristianos asesinados el año pasado y a los más de 300 millones que sufrieron persecuciones, emboscadas, masacres y secuestros en todo el mundo.

El sufrimiento por la blasfemia es más sutil. Una pequeña muestra.

En estos días la lgtbiq de Cremona, Italia, ha aprovechado uno de esos días de su fiesta para pasear en una carroza a una Virgen María, convertida en un maniquí sadomasoquista que desfiló con los pechos descubiertos.

 

(continuará).

 

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com