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¿Cómo se vive una fe feliz?

 

"¿Cómo se vive lo que yo llamo 'fe feliz'? No tuve educación religiosa y no conozco esta felicidad".

 

 

 

15 mar 2022, 22:00 | La Croix


 

 

 

 

 

La respuesta del padre Michel Souchon, jesuita

 

 

"¿Cómo se vive lo que yo llamo 'fe feliz'? No tenía educación religiosa y hacía mi viaje solo. Creo en Dios, rezo, hablo con él pero... No conozco esa felicidad, esa alegría que veo en los ojos de los cristianos que a veces encuentro o que veo en la misa (en la televisión). ¿Por qué no yo?".

 

La promesa de felicidad

Tiene razón al pedir la felicidad y la alegría de creer. En una oración de la misa, antes de la comunión, decimos a Dios que, "en esta vida", "esperamos la felicidad que nos prometes". De hecho, la promesa de felicidad está omnipresente en la Biblia. Recuerde el Deuteronomio. Dios se dirige a su pueblo: "Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida" (Deuteronomio 30,19). Recuerda todos esos salmos que comienzan así: "Bienaventurado el hombre que...". Recuerda las Bienaventuranzas y el anuncio de Jesús a sus discípulos: "Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud" (Juan 15,11).

 

¿Una promesa olvidada?

Los cristianos han olvidado a menudo esta promesa, viviendo en este mundo como en un "valle de lágrimas". En vísperas de la Revolución Francesa, Saint-Just anunció: "La felicidad es una idea nueva en Europa". Una mayor confianza en la promesa bíblica habría mantenido viva la confianza en el Señor, que crea la vida, que ama la vida, que quiere que amemos la vida y que encontremos la alegría de servirle.

 

Distinguir entre felicidad y alegría

Probablemente deberíamos distinguir entre felicidad y alegría. Lo último es quizás más experimentado, pero también más puntual y fugaz. La felicidad es más profunda y duradera. Esto es lo que puede usted pedir. No necesariamente, un consuelo sensible, sino la paz en la confianza, en el amor de quien le da para vivir y poder amar. El camino de la felicidad bíblica no es un camino fácil. La felicidad de las Bienaventuranzas se promete a los pobres y humildes, a los misericordiosos, a los pacificadores y a los apasionados por la justicia. Lo encontramos en los momentos de reconciliación, de perdón, de compartir y de paz.