Tribunas

Jesús: ¡un camino de sanación!

 

Alice Ollivier. Association Hozana


 

 

 

 

 

 

“No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos”. Estas palabras de Jesús quedaron plasmadas en tres de los cuatro Evangelios: Marcos, Lucas y Mateo, para recordarnos que Jesús no solamente conoce nuestros sufrimientos y dolores, sino que también vino a sanarnos.

De hecho, el hijo de Dios dedicó una parte de su vida pública a realizar milagrosas curaciones y liberar a aquellos que tenían padecimientos del cuerpo o del alma.

Podemos experimentar diferentes tipos de dolor a lo largo de nuestra vida, sin embargo, debemos recordar que Jesús no es indiferente a ninguno de nuestros sufrimientos, ya sean físicos, morales o psicológicos. En realidad, todo lo que nos afecta, también le afecta, pues Él está ahí, dispuesto a acompañarnos en nuestras luchas contra la enfermedad, la adicción, la ansiedad, .... Por otro lado, es importante saber que no todas las sanaciones pueden ser milagrosas; a decir verdad, algunos caminos de sanación son más largos que otros, pero, como vemos en los Evangelios, Jesús no rechaza a ningún enfermo que venga a pedirle ayuda.

"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré" (Mateo 11:28)

Sin embargo, esto requiere que estemos dispuestos y seamos pacientes durante el proceso, pues a menudo, nosotros sólo vemos los síntomas, mientras que Jesús conoce las verdaderas heridas que a veces pueden esconderse detrás de nuestras dolencias. ¡Él no viene a curar sólo la superficie, sino toda la profundidad de nuestro ser!

La tomó de la mano y le dijo: «Talitá kum», que significa: «¡Niña, yo te lo ordeno, levántate»” (Marcos 5:41)

¡Entreguemos con total confianza nuestros sufrimientos y enfermedades al Señor! No tengamos miedo de orar por la sanación, ya sea de nuestro cuerpo o de nuestra alma.

"Él sana a los que están afligidos y les venda las heridas." (Salmo 147:3).

Dejemos que Cristo ponga su mano, tierna y compasiva, sobre la herida que nos duele, y ¡demos gracias por su corazón, que rebosa de amor y nos ofrece la Vida!

"Y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios." (Lucas 13)