Tribunas

Misa de medianoche

 

 

José Francisco Serrano Oceja


 

 

 

 

 

No diría yo que a más de uno de los que frecuentan estos predios le convendría pasarse un rato por Netflix para ver lo que se cuece en el mundo del entretenimiento, que, al fin y al cabo, es la cultura que está moldeando la forma de vida de la sociedad globalizada. Pero ganas me dan.

Por si no quisieran, o no pueden, les voy a hablar de una serie que, por cierto, ha ocupado un buen puesto en el consumo de esa plataforma en España en los últimos días.

Se trata de “Misa de medianoche”, serie de Mike Flanagan, uno de los grandes referentes del cine de terror. Dicen incluso que es la obra maestra de este director hasta el presente, superior incluso a “La maldición de Hill House”. Lo que está claro es que es una persona complicada en cuanto a su propuesta de fondo sobre la naturaleza redentora de la religión y su papel en las sociedades plurales de nuestro tiempo.

Para no hacer spoilers reproduzco aquí la sinopsis que aparece en la Wikipedia: “Misa de medianoche cuenta la historia de una pequeña y aislada comunidad isleña cuyas divisiones existentes se ven amplificadas por el regreso de un joven deshonrado y la llegada de un sacerdote carismático. Cuando la aparición del padre Paul en Crockett Island coincide con eventos inexplicables y aparentemente milagrosos, un fervor religioso renovado se apodera de la comunidad, pero ¿estos milagros tienen un precio?”.

Es decir, una pequeña isla, una sociedad cerrada y religiosa, un sacerdote, un sheriff musulmán y su hijo, historias pasadas de dolor, búsqueda de redención, la sangre de Cristo, y, a mi modo de ver, lo que estropea la serie, sobre todo en los dos capítulos finales, el añadido del género de vampiros. Por cierto, no seguiré por este camino pero la eclosión del vampirismo es otro síntoma de nuestro tiempo.

Pero sobre todo, la reflexión, en un contexto religioso católico –con foto del Papa Francisco incluida-, sobre la naturaleza de la religión, sobre el perdón, sobre la Palabra de Dios, sobre la Revelación, sobre el papel del sacerdote, sobre el pluralismo religioso en las sociedades actuales –perspectiva norteamericana-, sobre el fundamentalismo religioso, sobre el debate ciencia y fe y sobre los sacramentos, sobre el sentido de la vida, entre otros muchos temas.

Salvando, ya digo, los capítulos finales, la serie discurre magistralmente a partir de unos personajes que perfilan sus caracteres en torno al sentido religioso de su existencia. No hay que obviar, por una explicación final, el hecho de que el paradigma cientificista prime sobre el religioso, la ciencia como nueva religión de la humanidad. Por cierto el triunfo de la naturaleza, el sol.

Dicen que hay que relacionar este producto con las novelas de Stephen King. Habría guiños de Carrie (1974), El misterio de Salem’s Lot (1975), El resplandor (1977), La niebla (1980), Tommyknockers (1987), La tienda (1991), La tormenta del siglo (1999), Doctor Sueño (2013) y Revival (2014).

Tampoco es baladí el hecho de la inspiración permanente en referentes de la Sagrada Escritura, desde la denominación de los capítulos al uso de los textos de la Escritura en los diálogos, en los monólogos, en los sermones. Cuestión ésta de la utilización de la Sagrada Escritura que merecería un aparte.

Hay momentos en medio del drama que deben ser visionados varias veces, como el diálogo de la joven paralítica, ante la persona que le causó la parálisis, sobre el perdón, o algunos otros sobre la muerte y la naturaleza del amor. Incluso, en medio del caos final, algunas referencias del sacerdote, de vida pasada complicada, con sus pecados, todo hay que decirlo, a que el referente no es él, sino Dios y su papel en la entrega victimaria final.

En resumen, que pese a que el trasfondo de la serie no es precisamente una explicación de la redención que predica la fe católica, “Misa de medianoche” está ahí, sobre la mesa, y merece ser analizada y debatida.

Mi estudiantes, les aseguro, la han visto y sus conversaciones sobre ella son apasionantes y apasionadas.

 

 

José Francisco Serrano Oceja