Glosario

 

La muerte, un universo lleno de misterios

 

El testimonio de una estudiante de etnología en Burdeos.

 

 

29 oct 2021, 09:00 | La Croix


 

 

 

 

 

Aparte de la idea de la muerte y de la ruptura con la vida terrenal, el más allá me evoca un universo lleno de misterios. Debo admitir que me fascinan todos los fenómenos extraños: mesas que giran, espíritus que aparecen de repente en una habitación. De hecho, si alguien me ofreciera el trabajo de girar mesas, creo que aceptaría... En cuanto a mi vida después de la muerte, tengo un sentimiento contradictorio. Por un lado, tengo la impresión de que la muerte es algo que no puede ocurrirme. Por otro lado, siento muy bien que puede ocurrir en cualquier momento. Sin embargo, como considero que no hay nada después de la muerte, me digo que hay oportunidades que no hay que perder.

No me frena el miedo a un posible juicio final, por lo que probablemente ponga menos barreras en mi camino. Si temo un juicio, es el mío propio. Conozco mis defectos y mis debilidades: lo más difícil es asumir el lado oscuro de las cosas día a día. Me gustaría decirme a mí misma, el día de mi muerte, que he vivido todo lo que me proponía, es decir, haciendo las cosas con el máximo de corazón, haciendo sufrir lo menos posible a las personas que me rodean, Sin embargo, la idea de una nada total después de la muerte no es fácil de vivir cada día. Por ejemplo, cuando pienso en mi madre, que murió hace cuatro años, me digo: ¿realmente pasó por todo un viaje interior antes de morir para nada? Decir que no hay nada después de la muerte es asumir el peso de los remordimientos, no me di cuenta enseguida: al principio, la nada sigue siendo una noción muy intelectual.

El día que murió mi madre, estaba sentada frente a ella en su habitación del hospital. Tuve una extraña sensación: "Estás ahí", me dije, "viva cuando puede estar ya muerta y no ves nada, no sabes lo que está pasando". Un año después de su muerte, lo pasé muy mal: me culpaba de no haber podido acompañar a mi madre en sus últimos momentos. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que la ruptura era irreversible. A pesar de todo, sigo sin poder resistir la tentación de querer hablar con ella, de compartir con ella lo que es importante para mí. El deseo de comunicarse con los muertos es de naturaleza nostálgica, como si se quisiera compensar lo que no se hizo cuando el ser querido estaba vivo.

 

 

Isabelle Picault,
La Croix