Fiestas religiosas

 

Natividad de la Virgen, por Alexandre Schmemann

 

La natividad de la Santísima Virgen María se celebra el 8 de septiembre tanto en la Iglesia de Oriente como en la de Occidente. Lo que sigue es un extracto de Vous tous qui avez soif, de Alexander Schmemann (1921-1983), uno de los teólogos ortodoxos más importantes del siglo XX.

 

26 ago 2021, 16:31 | La Croix


Giotto, El nacimiento de María, hacia 1305, Capilla de los Scrovegni, Padua.

 

 

 

 

 

Contemplemos el icono de esta fiesta […]. Vemos en una cama a una mujer que acaba de dar a luz a una niña […]. Un acontecimiento totalmente banal […]. Pero […] con este icono, ¿no quiere la Iglesia decirnos, sobre todo, que en el mundo, en la vida, el nacimiento de un nuevo ser humano es el "milagro de los milagros" […]: la aparición de una nueva persona, a través de la cual el mundo se recrea, se ofrece, se da, por así decirlo, a este nuevo ser. […] Finalmente, conmemoramos a todos aquellos que, de alguna manera, prepararon la venida de María, que la llenaron de esta gracia y belleza.

[A menudo se habla] de herencia, dando a este término un significado de dependencia y determinismo. La Iglesia también cree en la herencia, pero espiritual. Cuántas generaciones de seres humanos con inmensa fe y bondad, viviendo lo sublime y celestial, se han necesitado para que crezca esa maravillosa y fragante flor en el árbol de la humanidad: la Virgen Purísima y la Madre Santísima. Por eso, esta fiesta es también la fiesta de la propia humanidad, de la fe en esta humanidad y de la alegría que conlleva.

Por desgracia, somos más sensibles a la herencia del mal. En efecto, hay tanto mal a nuestro alrededor que esa fe en el hombre, en su libertad, en la posibilidad de una herencia buena y luminosa, se ha disipado ya en nosotros y se ha convertido en escepticismo, en desconfianza. Es precisamente este escepticismo fatal, esta desconfianza condenatoria, lo que la Iglesia nos invita a desechar en el día en que celebra, con tanta alegría y fe, el nacimiento de esta niña, en el que se concentra la bondad, la belleza moral, la perfección, que constituyen la verdadera naturaleza del hombre. Por ella, por esta niña que nace, y en ella, el mundo acoge a Cristo que viene a él. Este mundo es la ofrenda que le aportamos, nuestra comunión con Dios.

Nos dirigimos ahora a la cueva de Belén, al misterio gozoso de la Maternidad divina.

 

 

Redacción Croire