Este paradigma implica varias suposiciones sobre
esta violencia:
La violencia de pareja sólo la perpetran los
hombres y cuando la perpetran las mujeres, si es que la perpetran,
es siempre defensiva y reactiva.
- La sociedad en su conjunto apoya las actitudes
violentas de los hombres contra las mujeres
- La violencia de pareja de los hombres contra
las mujeres no tiene nada que ver con el resto de las violencias
familiares, ni de otros delitos o crímenes, y por tanto debe ser
estudiada al margen del resto de las agresiones y violencias
humanas.
- el foco están las características sociales y
culturales y no en características o patologías individuales como
trastornos mentales, alcohol, pobreza, experiencias infantiles,
estrés, ira, etc. Tampoco tiene nada que ver con
disfuncionalidades, conflictos o problemas dentro de la pareja ni
de la familia. Por ello, el “tratamiento” propuesto para esta
violencia (pongo lo de tratamiento entre comillas porque por
supuesto el enfoque no es terapéutico) es educativo y en su modelo
de abordaje, el llamado modelo Duluth, las intervenciones son
psicoeducativas y se trabaja primordialmente con grupos de
hombres. En estos grupos se educa a los hombres para que entiendan
que su conducta agresiva está causada por sus creencias de género
hacia las mujeres. No sorprende que no
haya evidencia de que este
modelo funcione.
En el resto del artículo me voy a referir a la
teoría feminista como la que propone que la causa es el
Patriarcado/machismo para mayor brevedad. Paso a desgranar una
serie de razones que sustentan que la teoría feminista de la
violencia de pareja no está apoyada por los datos.
1- Una cosa muy rara no se puede explicar con
una cosa muy frecuente.
Según la teoría feminista, como hemos visto, la
diferencias de poder entre hombres y mujeres son estructurales y
ubicuas. Es decir, todos somos machistas y todos vivimos bajo la
influencia del Patriarcado. La pregunta entonces es evidente: ¿Por
qué sólo una minoría de hombres maltrata a sus mujeres? Aún
aceptando cifras como las de la OMS, que hablan de que un 30% de
las mujeres son víctimas de violencia de pareja, resulta que 2/3
de los hombres no maltratarían a sus parejas. Esto supone un
problema para una teoría determinista ambiental o social como es
la teoría feminista de género. Tampoco puede explicar la teoría
feminista la desistencia, el hecho de que las personas -y los
hombres en concreto- puedan dejar de usar la violencia en la misma
relación o en otra diferente (Walker
y cols, 2013).
Cuando alguien señala que en la violencia de pareja
intervienen otros factores como los trastornos mentales o el
alcohol, muchos partidarios de la teoría feminista responden que
la mayoría de personas con un trastorno mental no maltratan a sus
parejas ni la mayoría de los bebedores. Pero no se dan cuenta de
que este mismo argumento se aplica a su teoría: la mayoría de los
“machistas” no maltratan a sus parejas ¿Cómo se sustraen esos
hombres a unas estructuras tan poderosas? ¿Cómo lo explican? Pues
no pueden explicarlo. Los
popes de la teoría feminista, Rebecca y Russell Dobash (2001),
llegan a reconocer este problema:
“…es importante señalar que no todos los hombres
usan la violencia para dominar a sus parejas mujeres, y hay una
considerable variación en las tasas de maltrato a la mujer dentro
del mismo país y entre países. Estas variaciones suponen un
desafío no sólo para entender el “por qué”, “cuándo” y “cómo”
algunos hombres usan la violencia contra su pareja mujer mientras
otros no, sino que también desafían nuestro entendimiento de las
variaciones que existen entre aquellos que están situados en un
lugar diferente dentro de la misma sociedad así como en la
multitud de diferentes sociedades en el mundo y, por supuesto, los
diferentes momentos históricos en el tiempo.
El desafío para ofrecer una explicación más
completa incorporará necesariamente factores socio-culturales,
individuales y situacionales más que centrarse de forma estrecha
en un solo aspecto de este problema de amplia base”.
De manera que Dobash y Dobash reconocen con la boca
pequeña que no pueden explicar con el machismo la violencia de
pareja y que son necesarios otros factores a nivel individual y
situacional, algo con lo cual la mayoría de los expertos están de
acuerdo: que la explicación de la violencia de pareja es
multifactorial. Pero normalmente los partidarios de la teoría
feminista dicen esto mismo si se ven muy acorralados pero
inmediatamente lo dejan de lado y vuelven a centrarse en un único
factor, el Patriarcado/machismo.
Precisamente sobre esto trata el segundo punto que
quería comentar pero antes es interesante mencionar en este
apartado la paradoja nórdica con estudios como
éste: “Nuestros resultados muestran que la mayor prevalencia
de violencia de pareja física y sexual contra la mujer en Suecia
que en España refleja diferencias reales y no es resultado de un
sesgo de medida, apoyando la idea de la ‘Paradoja Nórdica’”. Es
decir, la violencia de pareja es más frecuente en Suecia que en
España a pesar de una mayor igualdad de género en Suecia. Este
hallazgo es contrario a lo que predice la teoría feminista de la
violencia de pareja.
2- Las conductas humanas son complejas y no
suelen tener una causa única
Si queremos explicar cualquier conducta humana, sea
el terrorismo, el suicidio o el homicidio es muy difícil que
podamos explicarlo con un único factor o causa. A nadie se le
ocurriría explicar, por ejemplo, el llamado terrorismo islámico
con la religión musulmana. Hay millones de musulmanes en todo el
mundo que no son terroristas. Es probable que las creencias
religiosas sean un factor que interviene en la violencia ejercida
por los terroristas suicidas, pero es evidente que hay que tener
en cuenta factores políticos, económicos, sociales y también
psicológicos individuales.
Si queremos explicar el suicidio, tampoco podemos
recurrir a un sólo factor. Un factor de riesgo claramente
implicado son las enfermedades mentales pero basta señalar que
sólo el 5% de las personas con depresión o el 10% de las personas
con trastornos límite de la personalidad se suicidan para darnos
cuenta de que tiene que haber más factores que la enfermedad
mental. Es decir, la mayoría de las personas con enfermedad mental
no se suicidan. Si hablamos de factores económicos ocurre lo
mismo: la mayoría de las personas que se quedan en paro no se
suicidan. Si hablamos de factores emocionales otro tanto: la
mayoría de personas que sufren una ruptura sentimental o un
divorcio no se suicidan…
¿Y tenemos que aceptar que la causa de la violencia
de pareja es sólo el Patriarcado/machismo? Pues esto va en contra
del funcionamiento de la mente humana que he explicado en los
párrafos anteriores. Como traté en la entrada No
todo es machismo, la mayoría de expertos se inclina
actualmente por modelos ecológicos y multifactoriales para
explicar la violencia en general y también la violencia de pareja.
La propia OMS
ofrece un listado de factores asociados a una mayor
probabilidad de que los hombres cometan violencia contra sus
parejas que incluye factores individuales, de la relación y
también comunitarios o sociales.
La literatura especializada no habla de causas,
habla generalmente de factores de riesgo, es decir, factores que
correlacionan o se asocian a la violencia de pareja. Por ejemplo, Schumacher
y cols.(2001) revisa estudios de violencia de pareja
perpetrada sólo por hombres y encuentra factores de riesgo
moderados a fuertes (r mayor o igual a 0,30) como bajo nivel
socioeconómico, bajo nivel educativo, experiencia de maltrato en
la infancia, ira/hostilidad, depresión y abuso de alcohol y otras
drogas. Stith
y cols.(2004) encuentran factores moderados a fuertes
asociados a perpetración por hombres (r igual o mayor a 0,20) como
historia de perpetración de abuso físico (r=0,24), insatisfacción
matrimonial (r=0,30), abuso de alcohol(r=0,24), abuso de drogas
(r=0,31), actitudes que aprueban la violencia (r=0,30), ideología
tradicional con respecto a los roles de sexo (r=0,30),
ira/hostilidad (r=0,26) y depresión (r=0,23). Se encontró un
tamaño de efecto grande (r=0,41) para que la mujer sufriera
victimización cuando ella era violenta contra su pareja (no
analizan las razones de esta violencia), hallazgo encontrado en muchos otros estudios.
También existen estudios prospectivos en los que
hay un seguimiento a largo plazo y en este caso se habla de
factores predictores de la violencia de pareja porque
identificamos en la infancia o adolescencia factores que luego se
van a asociar a violencia de pareja en la edad adulta. Diversos
estudios revisados por Costa
y cols (2015) encuentran predictores como experiencias de
maltrato infantil (individuos que sufrieron maltrato o negligencia
antes de los 12 años tuvieron mayor probabilidad de perpetrar
violencia física veinte años después), presenciar violencia
parental, asociarse a amigos agresivos en la adolescencia, consumo
de alcohol y drogas en la adolescencia, conducta antisocial
temprana, en la infancia o adolescencia (según algunos estudios,
este sería el factor de riesgo más importante, y mucho peor
cuando, por emparejamiento
selectivo, los dos miembros de la pareja tienen rasgos antisociales).
En muchos de estos estudios prospectivos, como
el Dunedin, se ha estudiado la violencia de pareja perpetrada
tanto por hombres como por mujeres y se encuentran muy pocas
diferencias en los factores predictores entre hombres y mujeres,
tanto para perpetración como victimización. En esta misma revisión
de Costa podéis ver que existe una alta correlación entre
perpetración y victimización de violencia de pareja (p.ej,
Ferguson y cols: r=0,81), es decir, que ambos miembros de la
pareja son perpetradores y víctimas.
De todos modos, conviene destacar una cosa. Que un
factor ocurra antes (por ejemplo, consumo de drogas en la
adolescencia) y sea capaz de predecir una violencia de pareja que
ocurrirá años después, no quiere decir que ese factor sea la
“causa” o una de las “causas”. Podría haber detrás un factor que
explicara tanto el consumo de drogas como la violencia personal
posterior. Por ejemplo y sólo como hipótesis, ese factor podría
ser una personalidad psicopática. Pero sí es importante
identificar estos factores porque nos permiten intervenir de forma
preventiva. Si tratamos ese consumo de drogas de forma temprana
podemos disminuir las probabilidades de conducta agresiva
posterior.
3- Las mujeres también perpetran violencia de
pareja.
Para los que no conozcan la literatura esto les
puede parecer extraño pero los estudios son literalmente cientos. Esta
bibliografía anotada describe 343 investigaciones (270
estudios empíricos y 73 revisiones) que demuestran que las mujeres
son tan agresivas físicamente como los hombres (o más) en sus
relaciones con esposos o parejas del otro sexo. La muestra total
es de 440.850 personas. Y aquí cito un
estudio muy reciente que una vez más lo confirma. Hay que
señalar que los estudios también encuentran de forma consistente
que las
mujeres resultan heridas con mayor frecuencia. En
este estudio en 6 ciudades europeas, hombres y mujeres
presentaron una prevalencia equivalente de victimización y de
perpetración, excepto para la coerción sexual, que fue perpetrada
por hombres con mayor frecuencia (hallazgo que se encuentra
también en otros estudios). El patrón de violencia predominante
fue el de violencia bidireccional o recíproca (hallazgo que
también se ha encontrado en muchos otros estudios,
incluidas parejas
LGBT). Dicen los autores en el abstract: “Los resultados
apoyan la necesidad de considerar a hombres y mujeres tanto como
víctimas potenciales como perpetradores al abordar la violencia de
pareja.” Este es un estudio
en parejas madrileñas que lo replica.
La respuesta de la teoría feminista a estos datos
ha sido intentar explicar esta violencia femenina como debida a
autodefensa. Esto sencillamente no se sostiene por diversas
razones:
- se han hecho estudios sobre las razones o la
motivación por la que las mujeres y hombres usan la violencia en
las relaciones de pareja y, básicamente no hay diferencia en estos
motivos. Las propias mujeres no
incluyen la autodefensa entre las razones principales de su
conducta agresiva, sino otras motivaciones como los celos, la ira,
el querer que le hagan caso, impedir que el otro miembro de la
pareja haga algo o conseguir que lo haga, etc.
- Muchos estudios de diferentes tipos de muestras
encuentran que al menos en un cuarto de las relaciones violentas
las mujeres son las únicas perpetradoras (ver
referencias aquí).
- Diversos estudios encuentran que las mujeres
inician la violencia con más frecuencia que los hombres (Straus,
2004; Capaldi
y cols. 2007; Ferguson
y cols. 2005; O´Leary
y Slep 2006
- Por otro lado, la autodefensa es aducida por
hombres y mujeres en
la misma proporción. Ver también
aquí y aquí.
- Como veremos más adelante, la violencia en
parejas de mujeres es tan frecuente como en parejas heterosexuales
y aquí, evidentemente, no se puede argumentar que la violencia de
la mujer es una respuesta a la del hombre.
- Por último, hay estudios longitudinales, como
el Dunedin citado antes, donde se ve que tanto la violencia de
los hombres como la de las mujeres se puede predecir a partir de
factores de riesgo presentes en la infancia y la adolescencia.
Este es el tema de un libro clásico de Moffitt y cols, Sex
Differences in antisocial behavior, del
que hablé en esta entrada. Ver más referencias a los puntos
anteriores aquí, Controversies
in Partner Violence y aquí.
La existencia de esta violencia de las mujeres
hacia los hombres es un desafío a la teoría feminista al que no
han podido responder y que, por lo tanto, tiende a ocultarse.
4- No es cierto que la sociedad apruebe la
violencia contra las mujeres.
Estamos todos de acuerdo en que si una persona o un
colectivo alberga actitudes sexistas por las que se considera a
las mujeres inferiores o apoyan que está bien pegar a las mujeres
en el curso de las relaciones esto es un factor de riesgo para la
violencia de pareja (este
metaanálisis confirma que es un factor de riesgo junto con
otros muchos ). Lo que creo que no es cierto es que nuestra
sociedad (y la mayoría de sociedades occidentales) sea una
sociedad que fomenta o apoya que las mujeres son inferiores y que
está bien usar la violencia contra ellas. No niego que puede haber
personas o subgrupos en los que estas actitudes sean prevalentes,
pero no es la postura de la sociedad en general.
Primero, hay encuestas de población sobre estas
actitudes. Por ejemplo, en este estudio de Simon
de 2001 el porcentaje de participantes que aprueban que un
hombre pegue a una mujer, si ella no ha pegado primero es muy bajo
(1-3%). Si ella ha pegado primero sube al 8-11,3%. Lo que también
se encuentra es que tanto hombres como mujeres toleran más que una
mujer pegue a un hombre que un hombre pegue a una mujer. Si no hay
provocación previa se acepta que una mujer pegue a un hombre en
el 3-6,5% y si el hombre la ha pegado primero la aceptación sube
al 31-36%. En estudios
de percepción social de la violencia de género en España el
92% considera inaceptable la violencia de género y sólo un 2% lo
considera aceptable en algunas circunstancias, En cuanto al
maltrato físico y sexual son rechazados prácticamente por el 98%
de la población. Según esta encuesta, la inmensa mayoría de las
personas en España considera totalmente inaceptable la violencia
de género.
Segundo, diversos autores, como
Felson, han defendido que lo que en realidad existe es una
norma de protección de las mujeres, una especie de código de
caballería que favorece la protección y que castiga y condena la
violencia de los hombres contra las mujeres. Hay evidencia que
apoya que los hombres aprenden desde una edad temprana que es
socialmente inaceptable pegar a las mujeres (Archer
2009, Felson
2000, Felson
2010)
Cuarto, se han realizado decenas de experimentos,
mucho más serios que los de los vídeos comentados anteriormente,
en los que a los participantes se les dice por ejemplo que son
jurados en un juicio y se les ponen viñetas con escenas de
violencia de pareja exactamente iguales pero en las que se
cambian los protagonistas. En unos casos es un hombre el que
agrede a una mujer, en otros al revés y en otros estudios también
hay escenas de violencia en parejas homosexuales. Los resultados
son siempre los mismos: invariablemente las personas consideran
como más negativa la violencia cometida por un hombre contra una
mujer, la más grave, la más necesitada de intervención, la que más
denunciarían, la que merecería una condena legal más fuerte, y
como el delito más grave en general. Ver por ejemplo
este estudio, o éste o éste,
o éste.
Otro más reciente todavía
aquí. Otros tres más.
Quinto, también hay estudios, como
éste, que sugieren que “los hombres inhiben su agresión hacia
sus parejas mujeres no porque son sus parejas sino porque son
mujeres. Indica también que las mujeres aumentan su agresión hacia
sus parejas no porque sean hombres sino porque son sus parejas”.
Por último, otro estudio en la misma línea. Tania
Reynolds y cols. en varios estudios encuentran un sesgo de
género en el campo moral: las mujeres son catalogadas más
fácilmente como víctimas y los hombres como perpetradores,
incluso cuando las transgresiones son idénticas. Los
participantes desearon castigos más fuertes para los
perpetradores hombres que para las perpetradoras mujeres y
también sintieron más afecto hacia las víctimas femeninas que
hacia las víctimas masculinas.
Todos los resultados comentados en este apartado
chocan frontalmente con la teoría feminista de la violencia de
pareja que dice que la sociedad promueve y apoya la violencia
contra la mujer.
5- La frecuencia de violencia de pareja en
parejas homosexuales es igual o mayor que en parejas heterosexuales
De esto he hablado en
varias ocasiones. Voy a volver a argumentarlo apoyándome en un
estudio reciente. Este artículo analiza todas las denuncias a
la policía por violencia de pareja en Canadá entre
2007-2011(346.565): el 4% (redondeando) se dan en parejas del
mismo sexo (3,48%), 1,97% en parejas hombre-hombre y 1,51% en
parejas mujer-mujer. Este porcentaje se corresponde
aproximadamente con el de la población en Canadá que se considera
homosexual/bisexual pero hay que tener en cuenta que esta cifra de
denuncias en parejas homosexuales es una subestimación ya que la
policía de Canadá no sabe si es una pareja del mismo sexo (si no
pregunta o la pareja no se identifica) y con frecuencia asume que
es un incidente entre amigos/as o compañeros/as de piso.
No se sabe cuántas parejas homosexuales había en
Canadá en esos años pero vamos a hacer -para los efectos de la
argumentación que voy a desarrollar a continuación- la estimación
razonable de que fueran un 5%. Lo que estos datos nos dicen es que
el porcentaje de violencia de pareja en parejas homosexuales
(medido por las denuncias presentadas) es proporcional al número
de parejas homosexuales. Es decir, que si las parejas homosexuales
fueran el 95% de la población, una mayoría de las denuncias se
darían en parejas homosexuales y las denuncias en parejas
heterosexuales serían el 5%. Todo esto sin haber cambiado las
estructuras patriarcales en absoluto.
Voy a repetir este punto porque me parece
esencial: si la mayoría de la población fuera homosexual, la
mayor parte de la violencia de pareja ocurriría en parejas
homosexuales. Si la orientación sexual de la población
cambiara, la violencia de pareja no se daría, como ocurre ahora,
de forma primordial entre hombres y mujeres sino entre hombres y
hombres y entre mujeres y mujeres. La conclusión más lógica que
podemos sacar de este dato es que la violencia de pareja es
violencia de pareja, la gente tiene problemas y conflictos con
su pareja y algunas personas (con factores de riesgo como
trastornos de personalidad, problemas mentales, consumo de alcohol
y otras sustancias, determinadas experiencias infantiles, etc)
recurrirán a la violencia para conseguir sus intereses. Si yo soy
un varón heterosexual tendré problemas y conflictos con mi cónyuge
mujer; si soy un hombre homosexual, tendré problemas y conflictos
con mi cónyuge gai. Esta realidad es jaque mate para la teoría
feminista, no es el género: la violencia ocurre en proporción
similar en parejas formadas por personas de cualquier sexo,
identidad y orientación sexual.
6- Las Motivaciones de todas las violencias de
pareja son esencialmente las mismas
- Consumo de alcohol: los problemas de alcohol se
relacionan más con la violencia masculina de lo que el consumo de
alcohol se relaciona con la violencia femenina.
- Presenciar violencia de pareja o sufrir
maltrato en la infancia se asocia más a violencia masculina. Es
decir, los hombres que crecen en hogares violentos fueron más
violentos hacia sus parejas que las mujeres que crecen en hogares
violentos.
- El patrón de relación en parejas de
“demanda/retirada” es un patrón perjudicial en el que un miembro
de la pareja culpa y presiona y el otro se retira. El patrón en el
que el hombre demanda y la mujer se retira se asocia más a
perpetración de VP por los hombres que al revés.
Los autores dicen también:
“Nuestros resultados sugieren que hay más
semejanzas entre hombres y mujeres que diferencias en los
marcadores de riesgo para la perpetración de violencia de pareja”.
“Investigación previa que enmarca la perpetración
de VP como un medio de dominio y control sugeriría que el poder y
el control sería un factor de riesgo para la perpetración de
violencia de los hombres. Nosotros no encontramos eso”.
“Investigación que ve la perpetración de VP de las
mujeres como auto-defensa podría hacer sospechar que la
victimización previa sería un marcador de riesgo más significativo
para la perpetración femenina. Nosotros tampoco encontramos eso.”
“Esto sugiere que es importante ir más allá de la
noción de que los hombres perpetran violencia como medio de
control de la pareja y las mujeres como autodefensa. La
perpetración de VP es compleja y puede asociarse a muchos
marcadores de riesgo en hombres y mujeres”.
7-La Teoría feminista implicaría un
funcionamiento absurdo de la mente humana.
Este es un factor que como psiquiatra me rechina
mucho pero que a las personas que no sepan algo de psicopatología
les puede resultar más difícil de apreciar. Lo voy a intentar
explicar con un ejemplo. Es relativamente frecuente encontrar
mujeres jóvenes con diagnóstico de Trastorno Borderline de
personalidad que maltratan a su parejas, algunas con agresiones
realmente graves. El Trastorno Borderline, entre otras cosas, se
caracteriza por impulsividad, mal uso o abuso de drogas,
inestabilidad emocional y en las relaciones y déficit de
auto-control. Pues bien, si estas mujeres fueran hombres, según la
teoría feminista, sus conductas violentas se deberían al
patriarcado y no a su psicopatología. Por arte de magia, la
psicopatología dejaría de actuar sobre el cerebro masculino. De la
misma manera, si una paciente con esquizofrenia o con una
depresión se comporta violentamente contra su marido, su madre o
su hija, la explicación de esa conducta violenta sería su
psicopatología. Si en vez de ser una mujer eso mismo lo hace un
hombre, entonces la explicación de su conducta es el
Patriarcado/machismo. Evidentemente esto es absurdo y contrario a
todo lo que sabemos sobre el funcionamiento de la mente humana.
Vamos a darle una vuelta más. Imaginemos un hombre
con un trastorno borderline de personalidad que sea bisexual y
violento con parejas de ambos sexos. Se daría la prodigiosa
situación de que cuando este hombre es violento con una mujer, su
conducta no se debería a factores psicológicos o psicopatológicos
individuales sino que actuaría en “nombre de los hombres”, de esa
estructura patriarcal y no a título individual. Si hace lo mismo
en una relación con un hombre entonces esa conducta sí se
explicaría por su psicología o psicopatología personal. Asombroso.
La explicación más lógica para estos casos y para
la conducta violenta en general sería una explicación
multifactorial, como ya he repetido, pero enseguida vamos a ver el
problema que -a nivel político- tiene para la teoría feminista
admitir que el Patriarcado/machismo es sólo un factor más entre
los muchos que actúan e interaccionan para contribuir a la
violencia de pareja, factor que, en muchos casos, puede estar
ausente o ser menos importante que otros.
Lo que intento transmitir en este punto es que
eliminar de la explicación de cualquier conducta humana -en este
caso la violencia de pareja- el nivel del individuo, el nivel de
la psicología y la psicopatología individual, es un disparate
desde el punto de vista lógico y psicológico.
8-La Violencia de Pareja más frecuente no es
de género.
Cuando la violencia de pareja emergió como un
problema grave en nuestra sociedad a mediados de los años 70,
gracias a las activistas feministas, la violencia que estas
activistas observaron en los refugios que organizaron para atender
a las mujeres víctimas de esta violencia era una violencia
caracterizada por unos patrones de abuso físico y emocional muy
graves. Sin embargo, como
conté en esta entrada, un creciente cuerpo de investigación y
de datos han demostrado que la violencia de pareja no es un
fenómeno único sino que se pueden diferenciar varios tipos de
violencia de pareja con sus respectivas dinámicas, contextos y
consecuencias. No está admitido por todos -investigadores como Deborah
Capaldi defienden que se trata más de un continuo- pero entre
algunos científicos sociales no se considera ya aceptable ni ética
ni científicamente hablar de violencia de pareja sin especificar
el tipo de violencia a la que uno se está refiriendo. Esto también
tiene importantes consecuencias de cara al tratamiento, medidas
legales, etc., como conté en la entrada.
Una clasificación que ha ganado aceptación e
influencia es la de Michael P. Johnson que vuelvo a resumir
brevemente aquí y que puedes leer en su fuente original en este
artículo.
Johnson menciona en este artículo cinco tipos de
violencia, aunque trata sólo cuatro tipos principales. Y de estos
cuatro tipos, los que más atención han despertado -porque
coinciden también con tipos descritos en otras clasificaciones-
son las dos primeras. Los 5 tipos de violencia serían los
siguientes:
1-Violencia Coercitiva de Control (Coercive
Controlling Violence).
A esta violencia Johnson la llamó primero
Terrorismo Patriarcal pero luego la denominó Terrorismo Intimo al
reconocer que no todo el control coercitivo se basa en estructuras
y actitudes patriarcales y que no es una violencia perpetrada
exclusivamente por hombres. Pero en un congreso en 2007 algunos
participantes plantearon su reticencia a utilizar el término
“terrorismo” en los tribunales y por eso Johnson acabó adoptando
Violencia Coercitiva de Control.
Este tipo de violencia es el que la mayoría de la
gente tiene en la cabeza cuando piensa en la violencia de pareja:
una violencia unidireccional que es usada para mantener el poder y
controlar a la pareja. Las conductas incluyen humillación,
maltrato psicológico, violencia física, amenazas, vigilancia y
control, control económico, etc. Aunque primero planteó que esta
violencia era exclusiva de los hombres sobre las mujeres, Johnson
reconoce que no hay que ignorar la Violencia Coercitiva de Control
perpetrada por las mujeres y también ha sido identificada este
tipo de violencia en parejas del mismo sexo, empezando por el
trabajo seminal de Renzetti
de 1992 en lesbianas.
2- Violencia de Pareja Situacional (Situational
Couple Violence).
Este tipo de violencia de pareja, que es el más
frecuente en la población general y por eso la llamó primero
Violencia de Pareja Común, identifica un tipo de violencia de
pareja que no se basa en dinámicas de control y de poder y que es
perpetrada por hombres y mujeres. Se trata de una violencia con
diferentes causas y consecuencias que la Violencia Coercitiva ya
que se debería a situaciones conflictivas o discusiones entre los
miembros de la pareja que escalan y llegan a violencia física.
Aunque puede tener graves consecuencias, normalmente se trata de
una violencia menor (empujar, agarrar, insultos, gritos…) sin un
patrón crónico de control. En estudios representativos de la
población general se observa que hombres y mujeres inician esta
violencia con una frecuencia similar. Es también la violencia más
frecuente en novios (dating violence), un subgrupo (el de los
jóvenes) en el que la violencia de pareja es más frecuente que en
adultos y en el que la mayoría de estudios encuentran que las
mujeres la utilizan con más frecuencia que los hombres.
3- Resistencia Violenta (Violent Resistance)
Este tipo de violencia de pareja sería la otra cara
de la moneda de la Violencia Coercitiva. Es decir, es la que
usarían las víctimas de la Violencia Coercitiva contra sus
abusadores. También puede ser perpetrada por ambos sexos pero
Johnson habla más de la violencia de las mujeres contra abusadores
varones.
4- Violencia Instigada por la Separación (Separation-Instigated
Violence)
Este tipo de violencia, que puede ser perpetrada
tanto por hombres como por mujeres, se caracteriza por actos de
violencia inesperados y no característicos del miembro de la
pareja que los perpetra porque no existe una historia de violencia
de pareja previa. Se produce en separaciones o divorcios que
resultan traumáticos para la persona. La decisión de la pareja de
dejar la relación da lugar a rabia, humillación, sentimientos de
abandono, etc. Si la persona tiene un perfil de personalidad de
tipo borderline/disfórico estas emociones pueden escalar a
violencia.
5- Violencia de Control Mutua (Mutual
Violent Control)
Johnson menciona esta violencia en la introducción
del artículo que comentamos pero la deja de lado y no la aborda
porque se sabe muy poco sobre ella, su frecuencia y sus
características.
Con respecto a la frecuencia de estas violencias,
los datos son fluctuantes porque dependen del tipo de muestras, de
que sean muestras clínicas (refugios, sistema judicial) o de
muestras de población general (y éstos que sean encuestas
generales o de delincuencia). En estudios de delincuencia en
población general , él mismo da la cifra de que el 89% de la
violencia es situacional y un 11% coercitiva (Johnson
2006). En otro estudio con Leone (Johnson
y Leone 2005) encuentra que un 65% es violencia situacional y
un 35% coercitiva. Este estudio canadiense (Laroche
2006) encuentra unas cifras diferentes cuando se trata de una
pareja actual o de una relación con una pareja anterior. En el
caso de una pareja actual se encuentra 81% de situacional y 19% de
coercitiva en hombres y 74% de situacional y 26% de coercitiva en
mujeres. En el caso de las anteriores parejas en hombres es un 33%
de situacional y 67% de coercitiva en hombres y 21% de situacional
y 79% de coercitiva en mujeres. Este otro estudio más reciente,
también canadiense (Lysova
y cols, 2019) encuentra un 65% de violencia situacional y 35%
de coercitiva. Además, los hombres y mujeres son víctimas de
violencia coercitiva de forma similar: 35% en hombres y 34% en
mujeres. Bates
y cols.(2013) encuentran un 10% de terrorismo íntimo (7% de
los hombres y 11% de las mujeres)
A donde quiero llegar es a que, -dejando a un lado
que diversos estudios demuestran que hombres y mujeres perpetran y
sufren grados similares de conductas de control y de violencia de
tipo de terrorismo íntimo (Graham-Kevan
y Archer, 2009) (Hines
y Douglas, 2009) (Hines y Douglas 2010a
, 2010b)
(Denis
Laroche, 2005) (Jasinski
y cols, 2014)- nos encontraríamos con que la violencia de
pareja más frecuente en la población se explicaría mejor por
inadecuadas capacidades para las relaciones, como la capacidad de
resolver conflictos sin recurrir a la violencia, inadecuado manejo
de la ira y la frustración, etc. Y en la violencia más grave y
menos frecuente intervendrían otros factores como rasgos
antisociales y borderline de personalidad, consumo de alcohol y
drogas, depresión y suicidalidad, marginación social,
psicopatología de diversos grados, actitudes que aprueben la
violencia, etc.
¿Estoy haciendo negacionismo de la violencia
de género?
No. Estoy analizando los datos y los argumentos
acerca de qué teoría explica mejor la violencia de pareja con el
objetivo de aplicar una mejor prevención y tratamiento. Y critico
los argumentos de una postura filosófica, psicológica y científica
que considero que no está apoyada por los datos y que va contra
todo lo que sabemos sobre la psicología humana. Yo no niego
ninguna violencia, niego la explicación feminista de la violencia
de pareja, considero que no explica los datos. Pero, según
nuestros representantes políticos, es muy posible que,
efectivamente, esté haciendo “negacionismo” de la violencia de
género, sea eso lo que sea. Según la
proposición no de ley presentada por el grupo parlamentario
socialista y que ha aprobado el pleno del Congreso de los
Diputados, hay gente que “niega la existencia de una violencia
específica que se produce contra las mujeres por el mero hecho de
serlo”…y que “este discurso oculta que esta violencia estructural
contra las mujeres tiene su origen en la desigualdad y que el
machismo apuntala esta violencia.”
– 36% de los autores sufrían psicosis y 21% otros
diagnósticos graves (demencia, retraso mental, TEPT…)
-38%: Trastornos de personalidad, psicopatía el 4%.
-44% de los perpetradores y 37% de las víctimas,
están bajo la influencia del alcohol en el momento del crimen
-24% se suicidaron tras el homicidio
-61% de los autores tenían antecedentes penales de
algún tipo
-Los autores dicen: “si los que cometieron suicidio
se consideran mentalmente trastornados, el 80% de los
perpetradores se pueden considerar mentalmente trastornados”…
En fin, parece que hay más cosas que machismo. Pero
lo paradójico es que hay muchos datos de que quienes son realmente
los negacionistas en el tema de la violencia de pareja son los
partidarios de la teoría feminista. Voy a comentar un poco en este
sentido un artículo de Murray Straus de 2010: “Treinta
años de negar la evidencia de la simetría de género en la
violencia de pareja: implicaciones para la prevención y el
tratamiento”, en el que Straus acusa de negacionistas a los
teóricos feministas por negar las cosas que yo estoy desarrollando
en esta entrada. El artículo resume toda la investigación que
muestra que la violencia de pareja es con mucha frecuencia mutua y
que la autodefensa explica una parte muy pequeña de la violencia
de pareja y lo hace en proporción similar en hombres y mujeres
Este artículo de Straus tiene cuatro partes. En la
primera resume los más de 200 estudios disponibles entonces en los
que se observa una simetría en perpetración de la violencia así
como en los factores de riesgo y en los motivos de la violencia
marital y de novios. En la segunda parte trata de la simetría en
motivos y con respecto a la autodefensa, referencia seis estudios
en los que el porcentaje que se encuentra debido a autodefensa es
bajo y se encuentra como motivo tanto en hombres como en mujeres.
Pero las motivaciones que más se aducen son la coerción, la ira,
castigar la conducta de la pareja por comportarse mal. Por
ejemplo, Pearson encuentra
que el 90% de las mujeres que agredieron a su pareja lo hicieron
porque estaban furiosas, celosas o frustradas y no porque trataran
de defenderse a sí mismas, motivos paralelos a los de los hombres.
En la tercera parte, Straus analiza los métodos y
las razones de esta negación de los autores feministas de la
evidencia presentada. Los métodos, según él, han sido muy
variados:
-esconder la evidencia
-evitar obtener evidencia de agresión por mujeres,
como hacer estudios en los que sólo se pregunta a los hombres por
sus agresiones hacia las mujeres y no se les pregunta a ellas
-seleccionar sólo una parte de la investigación,
con determinadas muestras, que apoya sus presupuestos.
-escribir en los artículos unas conclusiones que
son contrarias a los datos que hay en el propio artículo (pone
algún ejemplo)
-bloquear la publicación de los artículos y autores
que presentan evidencia que contradice la teoría feminista.
-No otorgar fondos para estudiar ninguna otra
violencia que no sea la de los hombres hacia las mujeres.
-acosar, amenaza y penalizar a los investigadores
que han presentado esa evidencia. Es lo que le pasó a Erin Pizzey,
de la que hablamos al principio, y al propio Straus o a Susan
Steinmetz.
En cuanto a las razones por las que se produce esta
negación de todos los datos que contradicen la teoría feminista,
Straus da algunas:
1- Estos datos se ven como una amenaza para el
feminismo en general. La violencia de pareja es la “joya de la
corona” del feminismo. Si se desmonta el Patriarcado/machismo como
causa esencial de la violencia de pareja, el feminismo se quedaría
sin la pieza más importante de su estrategia de propaganda, el
ejemplo más dramático donde se observan los daños del patriarcado
sobre las mujeres y que ilustra la necesidad de demoler las
estructuras patriarcales. Si el Patriarcado es sólo un factor más,
la urgencia de ese objetivo de acabar con él y, por tanto, de la
ideología que lo sostiene se hundiría. Se trataría solamente de un
objetivo más, a la altura de muchas otros que requerirían una
atención y esfuerzos similares.
2- El miedo a perder recursos, fondos y apoyos para
una serie de servicios y organizaciones, no sólo para los que
ayudan directamente a mujeres víctimas de violencia, sino para
muchos otros servicios que giran alrededor de ellos.
3- Otro factor tendría que ver con un tema que
hemos tocado repetidamente en el blog: el de las creencias
socialmente adaptativas, creemos algo no porque sea la verdad
sino porque es la ideología de mi grupo. Tener ciertas creencias
se convierte en una señal de identidad y de pertenencia política.
Una vez que la explicación feminista de la violencia de pareja se
politizó, se convirtió en seña de identidad para la izquierda
política. Y, como hemos visto en diversas entradas, la gente
rechaza la evidencia que contradice sus valores.
Resumiendo, Murray Strauss dice que los teóricos
feministas niegan la evidencia desde hace treinta años (que hoy ya
son cuarenta), y el Congreso de los diputados dice que los
negacionistas son los que no aceptan la teoría feminista. ¿Cómo
salimos de esta situación? Bueno, pues está claro: “La cuestión
–zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda…, eso es
todo.” Está claro quién tiene la sartén del B.O.E. por el mango,
así que punto final.
Conclusiones
La conclusión esencial de esta entrada es que el
Patriarcado/Machismo no es ni necesario ni suficiente para
explicar la violencia de pareja (Dixon
y Graham-Kevan 2011). No es necesario porque la violencia de
pareja puede ocurrir sin presencia de este factor de riesgo y no
es suficiente porque la presencia de este factor de riesgo no se
asocia de forma automática a la presencia de violencia de pareja.
Los datos existentes sí apoyan que actitudes que aprueban la
violencia contra la pareja son un factor de riesgo más entre otros
mucho factores que contribuyen a la ocurrencia de violencia de
pareja.
Una segunda conclusión sería que la violencia de
pareja es de pareja, no de género, ya que ocurre con
características similares en todo tipo de parejas, en parejas
formadas por personas de cualquier sexo , identidad u orientación
sexual.
La tercera y más grave conclusión es que mientras
no aceptemos una teoría congruente con los datos científicos, no
vamos a poder realizar una buena prevención y un buen tratamiento
de la violencia de pareja.
@pitiklinov
Artículo publicado en el
Blog Evolución y Neurociencias