Tribunas

Resurrección: Historia y Eternidad

 

 

Ernesto Juliá


 

 

 

 

 

La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo es un hecho ocurrido en el tiempo de la historia humana que introduce ese tiempo, esa historia, en la Eternidad de Dios, y a la vez,  la Resurrección injerta plenamente en el tiempo y en la historia humana la Eternidad de Dios.

Esa unión en la tierra de la historia humana con la Eternidad de Dios ya comenzó en la Encarnación del Verbo, de Cristo. Y se hace definitiva en la Resurrección al abrir al hombre a la perspectiva de nuestra resurrección en Él y con Él, que nos injerta en la plena realidad de la Vida Eterna.

Estas grandes verdades de nuestra Fe, que los hombres vivimos aunando Fe y Razón permitiendo que la Eterna Luz de Dios ilumine y abra horizontes al tiempo humano de la historia; la Iglesia las vive todos los días en la celebración de la Santa Misa, y de manera muy particular en la Liturgia de la Semana Santa.

En estos días pasados hemos acompañado a Cristo, que siendo Dios y hombre, se deja tratar como el más indefenso y despreciado de los seres humanos que haya vivido sobre la tierra. Se acerca de tal manera a la miseria y maldad humana, que se “hace pecado”, carga con todos los pecados del mundo y soportando ese peso sucumbe bajo la Cruz.

La Iglesia –todos los creyentes- ha vivido con Cristo toda su Pasión en la Liturgia de la Semana Santa:

“La Iglesia hoy vive el Viernes Santo. El Barco parece estar haciendo agua por todos lados. Algunos la traicionan desde dentro. Pienso en el drama y los horribles crímenes de los sacerdotes pedófilos. ¿Cómo puede ser fructífera la misión cuando tantas mentiras cubren la belleza del rostro de Jesús? Otros se sienten tentados a traicionar dejando la nave para seguir a los poderes de moda. Pienso en las tentaciones que se están produciendo en Alemania durante su camino sinodal. Uno se pregunta qué quedará del Evangelio si todo esto llega al final: una verdadera apostasía silenciosa” (Cardenal Sarah).

Esta Semana Santa ha sido la pasión de toda la Iglesia cargada con todos nuestros pecados que algunos pretenden, incluso después de proclamarse pecadores, bendecir dando la Comunión a no creyentes; tratando de bendecir la práctica homosexual; no alzando la voz para defender la vida y recordar el crimen y el pecado del aborto, etc.

 “Pero la victoria de Cristo siempre atraviesa por la Cruz. La Iglesia debe ir a la Cruz y al gran silencio del Sábado Santo. Debemos orar con María junto al cuerpo de Jesús. Mirar, orar, hacer penitencia y reparar para poder anunciar mejor la victoria de Cristo Resucitado” (ibídem)

Cristo ha resucitado, y la Iglesia resucita siempre con Él y en Él.

 “Soy miembro de la Congregación para las Causas de los Santos. Allí veo con inmensa alegría cómo la Iglesia brilla con santidad. Nos alegra ver el impresionante número de hijas e hijos de la Iglesia católica que se toman en serio el Evangelio y la llamada universal a la santidad. Verdaderamente ‘es del costado de Cristo durmiente en la cruz de donde ha brotado el maravilloso sacramento de toda la Iglesia’ (Sacrosanctum Concilium, n. 5). A pesar de lo que dicen los ‘ciegos de nacimiento’ y a pesar de los muchos pecados de sus miembros, la Iglesia es hermosa y santa. Es la extensión de Jesucristo.” (ibídem).

En este tiempo Pascual, la Iglesia dice con el santo apóstol Tomás al encontrarse con Cristo Resucitado: “Señor mío, y Dios mío”. Y espera, con María, la venida del Espíritu Santo en este nuestro tiempo histórico injertado ya de Eternidad.

 

Ernesto Juliá Díaz
ernesto.julia@gmail.com