Tribunas

El teólogo Francisco Igea

 

 

José Francisco Serrano Oceja

 

 

 

 

 

Lo primero que se me ocurrió escribir, cuando leí las declaraciones del Vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Francisco Igea, de los últimos de filipinas, perdón, de Ciudadanos, es dedicar una columna “al teólogo, Igea, y al médico, Iceta”. Pero don Mario no tiene la culpa de estar en este entierro.

Vaya por delante que hablo del teólogo, y del político, Igea, no del creyente Igea. Su fe es suya, todos mis respetos, y la coherencia con sus creencias profundas pertenece a su fuero interno. Pero cuando utiliza determinados argumentos en público conviene que se cuide un poco más.

Igea aseguró que le “duelen” las críticas de la Iglesia porque “el centro del mensaje no es el aforo. A mí y al presidente de la Junta, que somos creyentes, nos duele, porque lo de que donde dos o tres están reunidos en mi nombre allí estoy presente yo, sigue vigente”.

Igea apuntó que “el centro del mensaje no es el aforo. No me importa quién lo diga, no está en la Biblia, ni el Nuevo Testamento decir amén a todo lo que diga un cardenal. Tengo mucho respeto por la jerarquía católica, pero tengo más respeto por el mensaje y el mensaje evangélico me lleva a proteger la vida de mis hermanos y yo hago lo que creo que tengo que hacer como político y como cristiano”, ha enfatizado. “Los creyentes creemos que lo importante es el mensaje, no el mensajero y la mejor de las cartas puede ir de las manos de un mensajero andrajoso”, dijo.

Toma ya, vaya cacao mental, teológico, filosófico, político. Pues si además el presidente pepero de la Junta es así, estamos arreglados con el PP de Castilla y León, por matizar. Hacía tiempo que un obispo, ya jubilado, que padeció a los políticos del PP en Castilla y León, me decía que ojo con cierta mentalidad de los políticos de la derecha con la Iglesia, que cuando menos te lo esperan te montan un Vitigudino.

Como yo también respeto a los políticos, les pediría que fueran sinceros y de vez en cuando reconozcan sus errores. Todos sabemos lo que está pasando y las obligaciones morales para con uno mismo y para con los demás.

Pero también sabemos lo que significa la libertad religiosa y de culto. No es cosa del bendito cardenal Blázquez, que Dios y el Papa Francisco le mantengan muchos años más en Valladolid, ni de los obispos, sino de los católicos como ciudadanos. Los obispos, también creyentes, tiene una responsabilidad como pastores, pero el derecho es de todos los católicos, no solo creyentes, que creyentes son también los protestantes, los evangélicos, los seguidores del Islam…

Y que el señor Igea saque a pasear la Biblia me parece, por lo menos, curioso. No voy a preguntarle si por alguna extraña casualidad ha leído en las últimas semanas “El hereje” de Miguel Delibes.  Jugar con los conceptos, el mensaje y el mensajero, sin darse cuenta, por cierto, de que en el cristianismo Jesucristo es el mensaje y el mensajero, mediador, es peligroso. Cuando se utiliza la Biblia de esta forma se la instrumentaliza, entre otras razones porque se la saca de contexto.

Pero la cuestión no es determinado versículo, perícopa o lo que sea. El problema es el tipo de argumentación que se utiliza desde esa política de tertulia cafetera cuando se hace referencia a lo que tiene que ver con la Iglesia.

Al margen de que el uso de “jerarquía católica” por parte de la “jerarquía política” tiene un tufo dialéctico, un político responsable no debe utilizar argumentos que pertenecen y configuran la identidad del contrario para intentar deslegitimarlo.

Que la cuestión es otra. No es un debate exegético, ni escriturístico, ni dogmático. Es una cuestión de comprensión de la política, de políticas públicas que afectan al derecho de los ciudadanos, a su conciencia, de libertad pública y privada, si me apura. Por lo tanto de cierto sentido común, de diálogo, antes de tomar determinadas medidas, con los implicados y afectados.

Señor Igea, además, eso dos o tres “que se reúnen en mi nombre” lo hacen también para los sacramentos.

Podría seguir…  Por ejemplo, podría contar lo que han tenido que hacer mis suegros y cuñados para ir a misa estos domingos pasados en Valladolid y su provincia. Alucinante de toda alucinación.

Pero lo voy a dejar, de momento.

 

José Francisco Serrano Oceja