Religión

 

¿Cómo consideran los cristianos las otras religiones?

 

«Fuera de la Iglesia, no hay salvación», ¿de verdad? En el siglo XV, el concilio de Florencia afirmó que solo los católicos se salvarán. Sin embargo, es algo que ya desde los Padres de la Iglesia se cuestionaba. Pero solo a partir del siglo XX la Iglesia católica cambia de perspectiva sobre el tema.

 

 

12 feb 2021, 12:10 | La Croix


 

 

 

 

 

¿Qué dice la Escritura de las otras religiones?

Exceptuando el judaísmo, la Escritura no habla mucho de las otras religiones. Esto se explica por el contexto histórico de la redacción de los textos bíblicos, muy distinto de la mundialización religiosa del siglo XXI, que pone en evidencia el enigma de la pluralidad de las religiones. La Escritura insiste sobre todo en la oposición entre la verdadera fe en el Dios de Israel y las prácticas o corrientes idólatras del mundo antiguo. En el Nuevo Testamento, domina la afirmación de la unicidad salvífica de Jesucristo, que es «el camino, la verdad, la vida» (Juan 14,6-14).

El teólogo Karl Barth (1886-1968) ha basado en esto la condena de las religiones, vanas pretensiones humanas, en su opinión, de alcanzar la salvación por ellas mismas. Barth excluye, pues, cualquier otro camino de salvación fuera del mismo Cristo: incluso las religiones son incapaces de ello. La religión cristiana y la Iglesia no son consideradas «mejores» que las otras. También son condenadas, aunque justificadas por gracia divina. Esta perspectiva se distingue de otras corrientes exclusivistas que reconocen el cristianismo como un camino de salvación excluyendo las otras religiones.

 

¿Cuál es la tradición del cristianismo antiguo sobre esta cuestión?

Las obras de los Padres de la Iglesia dejan ver que los cristianos, minoritarios en un mundo religioso antiguo plural, no han retrocedido ante la polémica. Pero los Padres también se han servido de las tradiciones de la Antigüedad para hablar del cristianismo, y están convencidos de que Dios se ha comunicado a lo largo de toda la historia anterior a Cristo. Para Justino, el Verbo divino ha sido «diseminado» entre todas las naciones, hasta el punto de que los que han vivido «con él» pueden llamarse «christianoi» incluso si ignoraban su futura revelación en Jesús de Nazaret. Es la doctrina llamada de las «semillas del Verbo». Por su parte, Orígenes insiste en el hecho de que Dios se ha preocupado y se preocupa de todo el género humano y de su salvación. En sus Homilías sobre el libro de los Números, a propósito de la profecía del pagano Balaán, afirma su convicción de que Dios puede actuar incluso a partir de prácticas mágicas o de la adivinación pagana.

 

¿De dónde viene el adagio «Fuera de la Iglesia no hay salvación»?

La fórmula «Fuera de la Iglesia no hay salvación» aparece a mediados del siglo III, a la vez en Oriente, con Orígenes, y en Occidente, con Cipriano de Cartago. Inicialmente, se refiere al relato bíblico del arca de Noé, antes de reducirse a una interpretación excluyente, formulada dogmáticamente en 1442 por el Concilio Ecuménico de Florencia, que declara: « [La santa Iglesia romana] firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no solo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá “al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles” (Mt 25,41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella».

En la obra de referencia Hors de l’Église pas de salut. Histoire d’une formule et problèmes d’interprétarions, el teólogo Bernard Sesboüé ha reemplazado esta fórmula, –un «axioma falsamente claro» decía el teólogo Yves Congar– en su desarrollo histórico. Hace ver cómo, al inicio, se dirigía a los tentados por dejar la Iglesia, y después se amplió a todos los que quedaban fuera de la Iglesia. Paralelamente, el sentido dado a la palabra «Iglesia» se ha reducido cada vez más, para concentrarse a partir de la tardía Edad Media en sus instituciones visibles. Es el apogeo de una visión eclesiocéntrica.

 

¿Cómo se ha salido de esto?

Al alba de los Tiempos Modernos, el descubrimiento de los pueblos indios del Nuevo Mundo, que no habían recibido el anuncio de Cristo y a los que no se les podía reprochar ningún rechazo de la Iglesia, ha llevado a un reflujo, progresivo y lento pero continuo, de la afirmación del concilio de Florencia. En el siglo XIX se insistirá en que solo es válida en el caso de rechazo individual «culpable» de la Iglesia. Pero hay que esperar al siglo XX para certificar su abandono. «Hoy, el antiguo sentido de una tal fórmula repugna a casi todos los católicos», afirma en 1975 el teólogo y futuro cardenal Avery Dulles.

Convencido de que la misericordia divina abunda más allá de las fronteras de la Iglesia, el Concilio Vaticano II (1962-1965) habla de la verdad de Cristo que «ilumina a todos los hombres» (Nostra aetate, n 2, § 4). Afirma así un fuerte cristocentrismo. La salvación ya no está condicionada a la pertenencia a la Iglesia, sino que la Iglesia está «ordenada» a la salvación. Se pasa así del eclesiocentrismo al cristocentrismo. Esta visión llamada «inclusiva», ampliamente defendida por los trabajos del teólogo Karl Rahner (1904-1984), afirma que los otros creyentes pueden ser salvados no a pesar de su fe no cristiana, sino gracias a ella, y que Cristo puede iluminarles, incluso si no le reconocen.

 

¿Cómo ha evolucionado la teología de las religiones después del Concilio?

En el último cuarto del siglo XX, la corriente pluralista de la teología de las religiones (John Hicks, Paul Knitter, Raimon Panikkar, Michael Amaladoss…) se esfuerza en no considerar ya las otras religiones a partir del cristianismo. Al cristocentrismo prefiere una forma de teocentrismo. Considera cada religión como una manera diferente de dar cuenta del misterio de Dios.

Más recientemente, una cuarta visión llamada «post-liberal» (el luterano George A. Lindbeck, los católicos Joseph A. Di Noia, James L. Fredericks y Paul J. Griffiths, el baptista S. Mark Heim…) ha tomado nota de la fragmentación de la modernidad. Esta corriente no busca una base de diálogo «neutra», como hacen los liberales pluralistas desembarazados de los símbolos de las religiones particulares. «La visión post-liberal rechaza esta pretensión ilusoria. Cree imposible abstraerse de la propia tradición», explica el teólogo Rémi Chéno, autor de Dieu au pluriel. «El pluralismo post-liberal insiste en la particularidad muy concreta de cada religión, sobre lo que la diferencia de las otras, al contrario del pluralismo liberal, que valora la experiencia interior de la persona en la medida en que es común con los creyentes de las otras tradiciones religiosas». En cada una de estas visiones se ve cuáles son las ventajas (búsqueda de lo común/respeto de las singularidades) y los riesgos (indiferenciación/yuxtaposición de las diferencias).

 

 

Élodie Maurot