Repensar la escuela

 

11/02/2021 | por Grupo Areópago


 

 

 

 

 

La situación de crisis que estamos sufriendo debido a la pandemia está representando para nuestra sociedad un reto sin precedentes en todas las dimensiones de nuestra vida social y personal. Los medios de comunicación suelen destacar sus efectos y consecuencias para la salud y para la economía, o incluso para la vida personal en lo psicológico y social, pero se oye muy poco de sus consecuencias en la vida escolar y sobre los posibles daños educativos en niños y jóvenes. Un problema de gran envergadura que debería ser hoy noticia de portada en todos los medios de comunicación social.

El confinamiento obligado de muchos meses en el pasado curso -y en los que puedan venir-, y el producido recientemente por la climatología atrasando la incorporación a las clases presenciales está suscitando en amplios sectores relacionados con la educación -padres, profesores, alumnos…- bastantes inquietudes y algunos interrogantes.

El primero de ellos tiene que ver con el cambio de escenario. De una escuela eminentemente presencial se ha pasado a una escuela virtual en los hogares. Esta nueva situación y ante la realidad o realidades que se han ofrecido cabe preguntarse. ¿Está el modelo escolar vigente preparado para esto? ¿Están los padres preparados, por su disponibilidad de tiempo, de capacitación y en muchos hogares por falta de los medios técnicos adecuados para afrontar con la debida dignidad esta importante tarea? Las respuestas que ha ofrecido el modelo escolar vigente, desde luego, es francamente insatisfactorio. Reconociendo el esfuerzo del profesorado y de las familias en esta tarea para la que no están preparados, no podemos comprender que la respuesta que se ha venido dando haya sido la idónea para motivar y para encauzar los procesos de enseñanza-aprendizaje de los alumnos, de todos, no solo de algunos.

Y en relación con el acompañamiento de los padres las realidades son tozudas y nos hablan de inquietud, desasosiego, estrés…, entre las familias responsables; de indiferencia en las familias que no lo son; y de auténtica tragedia para muchísimas otra que ven por sus condiciones sociales que no tienen los medios técnicos necesarios para hacer de su casa una “escuela”. El fracaso escolar que ya en nuestro país es muy alto, sin duda se acrecienta; y el principio de equidad que con tanto énfasis proclaman nuestros políticos se hace añicos.

Pero es que esta situación que ha producido la crisis sanitaria ha puesto al descubierto también los déficits de un modelo de escuela totalmente burocratizado en la que sólo importan los números de las encuestas, con muchos papeles a rellenar. currículos cerrados y rígidos, dirigida desde el exterior, y por donde campan a sus anchas modelos metodológicos tradicionales basados en la explicación del profesor y el libro de texto, que la mayoría de las veces no proporcionan aprendizajes significativos.

Es momento de repensar la escuela si se quiere dar respuesta a los tiempos actuales y a los que puedan venir. El cambio de época de los que hablan muchos necesita una escuela diferente. Sin poder ser exhaustivos, hoy se necesita una escuela donde prime el principio fundamental de todo aprendizaje: “aprender a aprender” como tarea esencial para una educación permanente, para toda la vida y en todos los ámbitos. Esto lo hará posible solo una escuela que viva su experiencia educativa como comunidad autogestionada que aprende evaluándose desde sus éxitos y de sus fracasos para crecer; que cambie a un estilo de enseñanza-aprendizaje en la que cada alumno sea protagonista de su educación y adaptado a sus necesidades educativas; y en el que la evaluación no sea un examen para juzgarle sino para ayudarle a crecer en todas las dimensiones de su personalidad. Es materia de reflexión para un adecuado discernimiento.

 

GRUPO AREÓPAGO