Servicio diario - 17 de abril de 2020


 

Artículo del Papa Francisco: Un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria
Larissa I. López

Santa Marta: El ideal de la Iglesia, “estar siempre con el pueblo y los Sacramentos”
Larissa I. López

Francisco llama a despertar “a una vida nueva” en medio de la crisis
Larissa I. López

Coronavirus: El limosnero lleva el consuelo del Papa a indigentes de Roma
Christian Vallejo

Conferencias Episcopales: Reunión de secretarios generales de Latinoamérica, Italia y España
Redacción

Francisco llama al cardenal Dolan para expresar su amor y cercanía al pueblo de Nueva York
Deborah Castellano Lubov

“Pandemia de emergencia y nostalgia de la comunidad en carne y hueso”
Redacción

Ecuador: “La estructura sanitaria está colapsando” por el coronavirus
Christian Vallejo

México: Los obispos presentan “Decir sí a la vida de todos”
Redacción

Schoenstatt corona internacionalmente a María como Reina de la Salud
Enrique Soros

Orden de Malta: “Un aliento de esperanza”, recaudación de fondos en España
Redacción

Guatemala: Mons. Francisco Montecillo Padilla, nombrado nuncio apostólico
Larissa I. López

Academia de las Ciencias Sociales: Niraja Gopal Jayal, nuevo miembro ordinario
Redacción

“¿Qué mascarillas de protección frente a la COVID-19 son más eficaces?”
Julio Tudela

Píldoras de esperanza (16): “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”
Ricardo Grzona

Beato Andrés Hibernón, 18 de abril
Isabel Orellana Vilches


 

 

 

Artículo del Papa Francisco: Un “plan para resucitar” ante la emergencia sanitaria

Publicado en ‘Vida Nueva’
(zenit – 17 abril 2020).- El Papa Francisco ha presentado “un plan para resucitar” al mundo ante la crisis mundial generada por la expansión del coronavirus.

Así se titula el artículo escrito por el Santo Padre para la revista española Vida Nueva en el que ofrece su hoja de ruta para reconstruir el planeta y conformar “la civilización del amor” frente a “la pandemia de la exclusión y la indiferencia”.

“Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19)”, señala el Papa en el documento.

El Pontífice toma como referencia a las mujeres que vieron el sepulcro vacío para hablar de la “unción de la vida” que supuso la Resurrección de Señor: “Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte”, aclara.

Además, Francisco plantea: “¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia?”.

“La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es ‘una civilización de la esperanza’”, agrega.

A continuación sigue el texto íntegro de la meditación escrita por el Santo Padre publicada por Vida Nueva en su edición de hoy, 17 de abril de 2020.

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Artículo del Santo Padre

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: ‘Alégrense’” (Mt 28, 9). Es la primera palabra del Resucitado después de que María Magdalena y la otra María descubrieran el sepulcro vacío y se toparan con el ángel. El Señor sale a su encuentro para transformar su duelo en alegría y consolarlas en medio de la aflicción (cfr. Jr 31, 13). Es el Resucitado que quiere resucitar a una vida nueva a las mujeres y, con ellas, a la humanidad entera. Quiere hacernos empezar ya a participar de la condición de resucitados que nos espera.

Invitar a la alegría pudiera parecer una provocación, e incluso, una broma de mal gusto ante las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19. No son pocos los que podrían pensarlo, al igual que los discípulos de Emaús, como un gesto de ignorancia o de irresponsabilidad (cfr. Lc 24, 17-19). Como las primeras discípulas que iban al sepulcro, vivimos rodeados por una atmósfera de dolor e incertidumbre que nos hace preguntarnos: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3). ¿Cómo haremos para llevar adelante esta situación que nos sobrepasó completamente? El impacto de todo lo que sucede, las graves consecuencias que ya se reportan y vislumbran, el dolor y el luto por nuestros seres queridos nos desorientan, acongojan y paralizan. Es la pesantez de la piedra del sepulcro que se impone ante el futuro y que amenaza, con su realismo, sepultar toda esperanza. Es la pesantez de la angustia de personas vulnerables y ancianas que atraviesan la cuarentena en la más absoluta soledad, es la pesantez de las familias que no saben ya como arrimar un plato de comida a sus mesas, es la pesantez del personal sanitario y servidores públicos al sentirse exhaustos y desbordados… esa pesantez que parece tener la última palabra.

Sin embargo, resulta conmovedor destacar la actitud de las mujeres del Evangelio. Frente a las dudas, el sufrimiento, la perplejidad ante la situación e incluso el miedo a la persecución y a todo lo que les podría pasar, fueron capaces de ponerse en movimiento y no dejarse paralizar por lo que estaba aconteciendo. Por amor al Maestro, y con ese típico, insustituible y bendito genio femenino, fueron capaces de asumir la vida como venía, sortear astutamente los obstáculos para estar cerca de su Señor. A diferencia de muchos de los Apóstoles que huyeron presos del miedo y la inseguridad, que negaron al Señor y escaparon (cfr. Jn 18, 25-27), ellas, sin evadirse ni ignorar lo que sucedía, sin huir ni escapar…, supieron simplemente estar y acompañar. Como las primeras discípulas, que, en medio de la oscuridad y el desconsuelo, cargaron sus bolsas con perfumes y se pusieron en camino para ungir al Maestro sepultado (cfr. Mc 16, 1), nosotros pudimos, en este tiempo, ver a muchos que buscaron aportar la unción de la corresponsabilidad para cuidar y no poner en riesgo la vida de los demás. A diferencia de los que huyeron con la ilusión de salvarse a sí mismos, fuimos testigos de cómo vecinos y familiares se pusieron en marcha con esfuerzo y sacrificio para permanecer en sus casas y así frenar la difusión. Pudimos descubrir cómo muchas personas que ya vivían y tenían que sufrir la pandemia de la exclusión y la indiferencia siguieron esforzándose, acompañándose y sosteniéndose para que esta situación sea (o bien, fuese) menos dolorosa. Vimos la unción derramada por médicos, enfermeros y enfermeras, reponedores de góndolas, limpiadores, cuidadores, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas, abuelos y educadores y tantos otros que se animaron a entregar todo lo que poseían para aportar un poco de cura, de calma y alma a la situación. Y aunque la pregunta seguía siendo la misma: “¿Quién nos correrá la piedra del sepulcro?” (Mc 16, 3), todos ellos no dejaron de hacer lo que sentían que podían y tenían que dar.

Y fue precisamente ahí, en medio de sus ocupaciones y preocupaciones, donde las discípulas fueron sorprendidas por un anuncio desbordante: “No está aquí, ha resucitado”. Su unción no era una unción para la muerte, sino para la vida. Su velar y acompañar al Señor, incluso en la muerte y en la mayor desesperanza, no era vana, sino que les permitió ser ungidas por la Resurrección: no estaban solas, Él estaba vivo y las precedía en su caminar. Solo una noticia desbordante era capaz de romper el círculo que les impedía ver que la piedra ya había sido corrida, y el perfume derramado tenía mayor capacidad de expansión que aquello que las amenazaba. Esta es la fuente de nuestra alegría y esperanza, que transforma nuestro accionar: nuestras unciones, entregas… nuestro velar y acompañar en todas las formas posibles en este tiempo, no son ni serán en vano; no son entregas para la muerte. Cada vez que tomamos parte de la Pasión del Señor, que acompañamos la pasión de nuestros hermanos, viviendo inclusive la propia pasión, nuestros oídos escucharán la novedad de la Resurrección: no estamos solos, el Señor nos precede en nuestro caminar removiendo las piedras que nos paralizan. Esta buena noticia hizo que esas mujeres volvieran sobre sus pasos a buscar a los Apóstoles y a los discípulos que permanecían escondidos para contarles: “La vida arrancada, destruida, aniquilada en la cruz ha despertado y vuelve a latir de nuevo” (1) . Esta es nuestra esperanza, la que no nos podrá ser robada, silenciada o contaminada. Toda la vida de servicio y amor que ustedes han entregado en este tiempo volverá a latir de nuevo. Basta con abrir una rendija para que la Unción que el Señor nos quiere regalar se expanda con una fuerza imparable y nos permita contemplar la realidad doliente con una mirada renovadora.

Y, como a las mujeres del Evangelio, también a nosotros se nos invita una y otra vez a volver sobre nuestros pasos y dejarnos transformar por este anuncio: el Señor, con su novedad, puede siempre renovar nuestra vida y la de nuestra comunidad (cfr. Evangelii gaudium, 11). En esta tierra desolada, el Señor se empeña en regenerar la belleza y hacer renacer la esperanza: “Mirad que realizo algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notan?” (Is 43, 18b). Dios jamás abandona a su pueblo, está siempre junto a él, especialmente cuando el dolor se hace más presente.

Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo, es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todo los discursos integristas se disuelven ante una presencia casi imperceptible que manifiesta la fragilidad de la que estamos hechos. La Pascua nos convoca e invita a hacer memoria de esa otra presencia discreta y respetuosa, generosa y reconciliadora capaz de no romper la caña quebrada ni apagar la mecha que arde débilmente (cfr. Is 42, 2-3) para hacer latir la vida nueva que nos quiere regalar a todos. Es el soplo del Espíritu que abre horizontes, despierta la creatividad y nos renueva en fraternidad para decir presente (o bien, aquí estoy) ante la enorme e impostergable tarea que nos espera. Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia. Este es el tiempo favorable del Señor, que nos pide no conformarnos ni contentarnos y menos justificarnos con lógicas sustitutivas o paliativas que impiden asumir el impacto y las graves consecuencias de lo que estamos viviendo. Este es el tiempo propicio de animarnos a una nueva imaginación de lo posible con el realismo que solo el Evangelio nos puede proporcionar. El Espíritu, que no se deja encerrar ni instrumentalizar con esquemas, modalidades o estructuras fijas o caducas, nos propone sumarnos a su movimiento capaz de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

En este tiempo nos hemos dado cuenta de la importancia de “unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral” (2). Cada acción individual no es una acción aislada, para bien o para mal, tiene consecuencias para los demás, porque todo está conectado en nuestra Casa común; y si las autoridades sanitarias ordenan el confinamiento en los hogares, es el pueblo quien lo hace posible, consciente de su corresponsabilidad para frenar la pandemia. “Una emergencia como la del COVID-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad” (3). Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos habíamos inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común y, así, responder mancomunadamente a tantos males que aquejan a millones de hermanos alrededor del mundo. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto tiempo, hemos anestesiado o silenciado.

Si actuamos como un solo pueblo, incluso ante las otras epidemias que nos acechan, podemos lograr un impacto real. ¿Seremos capaces de actuar responsablemente frente al hambre que padecen tantos, sabiendo que hay alimentos para todos? ¿Seguiremos mirando para otro lado con un silencio cómplice ante esas guerras alimentadas por deseos de dominio y de poder? ¿Estaremos dispuestos a cambiar los estilos de vida que sumergen a tantos en la pobreza, promoviendo y animándonos a llevar una vida más austera y humana que posibilite un reparto equitativo de los recursos? ¿Adoptaremos como comunidad internacional las medidas necesarias para frenar la devastación del medio ambiente o seguiremos negando la evidencia? La globalización de la indiferencia seguirá amenazando y tentando nuestro caminar… Ojalá nos encuentre con los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad. No tengamos miedo a vivir la alternativa de la civilización del amor, que es “una civilización de la esperanza: contra la angustia y el miedo, la tristeza y el desaliento, la pasividad y el cansancio. La civilización del amor se construye cotidianamente, ininterrumpidamente. Supone el esfuerzo comprometido de todos. Supone, por eso, una comprometida comunidad de hermanos” (4).

En este tiempo de tribulación y luto, es mi deseo que, allí donde estés, puedas hacer la experiencia de Jesús, que sale a tu encuentro, te saluda y te dice: “Alégrate” (Mt 28, 9). Y que sea ese saludo el que nos movilice a convocar y amplificar la buena nueva del Reino de Dios.

 

 

NOTAS

  1. R. Guardini, El Señor, 504.
  2. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 13.
  3. Pontificia Academia para la Vida. Pandemia y fraternidad universal. Nota sobre la emergencia COVID-19 (30 marzo 2020), p. 4.
  4. Eduardo Pironio, Diálogo con laicos, Buenos Aires, 1986.

 

 

 

 

Santa Marta: El ideal de la Iglesia, “estar siempre con el pueblo y los Sacramentos”

El Pontífice reza por las embarazadas
(zenit – 17 abril 2020).- Ante la situación actual de pandemia en la que los fieles no pueden participar en las celebraciones y solo pueden hacer la comunión espiritual, el Papa Francisco advirtió sobre el peligro de una Iglesia gnóstica, recordando que “el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre”.

En la Misa matutina de este 17 de abril de 2020, Viernes de la Octava de Pascua y transmitida en directo desde la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco pidió por las mujeres embarazadas: “Quisiera que hoy rezáramos por las mujeres que están embarazadas, mujeres embarazadas que se convertirán en madres y están inquietas, preocupadas. Una pregunta: ‘¿En qué mundo vivirá mi hijo?’”.

“Recemos por ellas, para que el Señor les dé el coraje de seguir adelante con estos hijos con la confianza de que ciertamente será un mundo diferente, pero siempre será un mundo que el Señor amará tanto”, continuó.

Después, en su homilía, Francisco comentó el Evangelio de hoy (Jn 21 1-14) en el que Jesús resucitado se aparece a los discípulos en la orilla de Tiberíades después de una pesca infructuosa.

 

Familiaridad con el Señor

El Señor les invita a echar las redes de nuevo y las llenaron con peces. Sobre esta escena, el Papa indicó que en los apóstoles “se puede ver que ha habido progreso, un camino que ha ido creciendo en el conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; diré la palabra correcta: en la familiaridad con el Señor”.

“Nosotros los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir, está un poco ‘a la mano’, pero ‘a la mano’ porque camina con nosotros, sabemos que es Él”, explicó.

 

Iglesia, pueblo y Sacramentos

El Pontífice remarcó que se trata de una familiariadad que sin comunidad, sin Iglesia y sin los sacramentos es peligrosa pues puede convertirse en una familiaridad gnóstica, “solo para mí” y separada del pueblo del pueblo de Dios.

“En esta pandemia nos comunicamos a través de los medios de comunicación, pero no estamos juntos, como es el caso de esta Misa”, describió. “Es cierto que en este momento debemos hacer esta familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarse allí”, puntualizó.

Frente al riesgo de “viralizar” la fe viviéndola solo a través de transmisiones en directo, el Obispo de Roma propone “la familiaridad de los apóstoles: no gnósticos, no viralizados, no egoístas para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida diaria, familiaridad con el Señor en los Sacramentos, en medio del Pueblo de Dios”.

“Que el Señor nos enseñe esta familiaridad concreta, esta intimidad con Él, pero en la Iglesia, con los Sacramentos y con el santo pueblo fiel de Dios”, insistió el Santo Padre.

A continuación, sigue la transcripción de la homilía completa de Francisco ofrecida por Vatican News.

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Homilía del Papa

Los discípulos eran pescadores: Jesús los había llamado justamente en su trabajo. Andrés y Pedro trabajaban con las redes. Dejaron las redes y siguieron a Jesús. Juan y Santiago, lo mismo: dejaron a su padre y a los muchachos que trabajaban con ellos y siguieron a Jesús. La llamada fue en su trabajo como pescadores. Y este pasaje del Evangelio de hoy, este milagro, esta pesca milagrosa, nos hace pensar en otra pesca milagrosa, la que cuenta Lucas en el capítulo cinco: lo mismo ocurrió allí también. Tuvieron una pesca, cuando pensaban que no tenían ninguna. Después del sermón, Jesús dijo: “Vayan al mar – ¡Pero trabajamos toda la noche y no pescamos nada! – Vayan. Confiando en tu palabra, dijo Pedro, echaré las redes. Había tanto – dice el Evangelio – que fueron tomados por el asombro, por ese milagro”. Hoy, en esta otra pesca no se habla de asombro. Se puede ver una cierta naturalidad, se puede ver que ha habido progreso, un camino que ha ido creciendo en el conocimiento del Señor, en la intimidad con el Señor; diré la palabra correcta: en la familiaridad con el Señor. Cuando Juan vio esto, le dijo a Pedro: “¡Pero si es el Señor!”, y Pedro se ciñó la túnica, se tiró al agua para ir al Señor. La primera vez se arrodilló ante él: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador. Esta vez no dice nada, es más natural. Nadie preguntó: “¿Quién eres?” Sabían que era el Señor, era natural, el encuentro con el Señor. La familiaridad de los apóstoles con el Señor había crecido.

Nosotros los cristianos, también, en nuestro camino de vida estamos en este estado de caminar, de progresar en la familiaridad con el Señor. El Señor, podría decir, está un poco «a la mano», pero «a la mano» porque camina con nosotros, sabemos que es Él. Nadie le preguntó, aquí, “¿quién eres?”: sabían que era el Señor. La familiaridad diaria con el Señor es la del cristiano. Y seguramente, desayunaron juntos, con pescado y pan, ciertamente hablaron de muchas cosas de forma natural.

Esta familiaridad con el Señor, de los cristianos, es siempre comunitaria. Sí, es íntimo, es personal pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad, digamos, gnóstica, una familiaridad sólo para mí, separada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor fue siempre comunitaria, siempre en la mesa, un signo de la comunidad. Siempre era con el Sacramento, con el pan.

Digo esto porque alguien me hizo reflexionar sobre el peligro que este momento que estamos viviendo, esta pandemia que nos ha hecho a todos comunicarnos religiosamente a través de los medios, a través de los medios de comunicación, incluso esta Misa, estamos todos comunicados, pero no juntos, espiritualmente juntos. La gente es pequeña. Hay un gran pueblo: estamos juntos, pero no juntos. También está el Sacramento: hoy lo tienen, la Eucaristía, pero la gente que está conectada con nosotros, sólo la Comunión espiritual. Y esto no es la Iglesia: es la Iglesia en una situación difícil, que el Señor permite, pero el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre.

Antes de Pascua, cuando salió la noticia de que celebraría la Pascua en San Pedro vacía, un Obispo me escribió – un buen Obispo: bueno – y me regañó. “Pero cómo es que San Pedro es tan grande, ¿por qué no pone 30 personas por lo menos, para que se pueda ver a la gente? No habrá peligro…”. Pensé: “Pero, ¿qué tiene en la cabeza, para decirme esto?”. No lo entendí, en el momento. Pero como es un buen Obispo, muy cercano a la gente, querrá decirme algo. Cuando lo encuentre, le preguntaré. Entonces lo entendí. Me dijo: “Ten cuidado de no viralizar la Iglesia, de no viralizar los Sacramentos, de no viralizar al Pueblo de Dios”. La Iglesia, los Sacramentos, el Pueblo de Dios son concretos. Es cierto que en este momento debemos hacer esta familiaridad con el Señor de esta manera, pero para salir del túnel, no para quedarse allí. Y esta es la familiaridad de los apóstoles: no gnósticos, no viralizados, no egoístas para cada uno de ellos, sino una familiaridad concreta, en el pueblo. Familiaridad con el Señor en la vida diaria, familiaridad con el Señor en los Sacramentos, en medio del Pueblo de Dios. Ellos han hecho un camino de madurez en la familiaridad con el Señor: aprendamos a hacerlo también. Desde el primer momento, entendieron que esa familiaridad era diferente de lo que imaginaban, y llegaron a esto. Sabían que era el Señor, compartían todo: la comunidad, los sacramentos, el Señor, la paz, la fiesta.

Que el Señor nos enseñe esta intimidad con Él, esta familiaridad con Él pero en la Iglesia, con los Sacramentos, con el pueblo fiel de Dios.

Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición Eucarística, invitando a todos a realizar la comunión espiritual con esta oración:

“A tus pies, oh Jesús mío, me postro y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito que se abandona en su nada y en Tu santa presencia. Te adoro en el sacramento de tu amor, deseo recibirte en la pobre morada que mi corazón te ofrece. En espera de la felicidad de la comunión sacramental, quiero tenerte en espíritu. Ven a mí, oh Jesús mío, que yo vaya hacia Ti. Que tu amor pueda inflamar todo mi ser, para la vida y para la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Que así sea”.

Antes de salir de la Capilla dedicada al Espíritu Santo, se entonó la antífona mariana que se canta en el tiempo pascual, el Regina Coeli.

Regína caeli laetáre, allelúia.
Quia quem merúisti portáre, allelúia.
Resurréxit, sicut dixit, allelúia.
Ora pro nobis Deum, allelúia.

 

 

 

 

Francisco llama a despertar “a una vida nueva” en medio de la crisis

En su artículo de ‘Vida Nueva’
(zenit – 17 abril 2020)-. “Un plan para resucitar a la humanidad” ante la crisis mundial generada por la expansión del coronavirus. Este es el título del artículo escrito por el Santo Padre en la revista Vida Nueva, informa el citado medio a través de un comunicado.

Se trata de la primera vez en su pontificado que el Papa Francisco escribe una tribuna de análisis en un medio de comunicación, movido por “las graves consecuencias que estamos sufriendo por el COVID-19” y para “despertarnos a una vida nueva”.

 

El día después

En un video difundido por la misma fuente, el director del mismo, José Beltrán, señala que en este texto Francisco “piensa en el día después” de la pandemia y realiza un llamamiento a la comunidad internacional para que apueste por la civilización del amor frente a lo que él denomina “la pandemia de la exclusión y de la indiferencia”.

Por otro lado, el Pontífice exhorta a la ciudadanía a formar un gran “movimiento” desde “los anticuerpos necesarios de la justicia, la caridad y la solidaridad”, que tenga como centro el desarrollo sostenible del planeta.

El Papa ahonda además en las lecciones que ha traído consigo la pandemia: “Si algo hemos podido aprender en todo este tiempo es que nadie se salva solo. Las fronteras caen, los muros se derrumban y todos los discursos integristas se disuelven”.

 

Número especial del Papa

En este número especial con motivo de la publicación del artículo del Santo Padre, participan, entre otros, el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Mons. Juan José Omella; la vicepresidenta del Congreso, Ana Pastor; el ex presidente del Parlamento, José Bono; la filósofa Adela Cortina; la soprano Ainhoa Arteta y la periodista Carmen Rigalt.

Vida Nueva es el semanario cristiano dirigido a España y América Latina con más de 60 años de trayectoria. Perteneciente al grupo SM y editado por PPC, cuenta con  la edición online VidaNuevaDigital.com.

 

 

 

 

Coronavirus: El limosnero lleva el consuelo del Papa a indigentes de Roma

Reparto de comida, jabón y mascarillas
(zenit – 17 abril 2020).- Con motivo de la difícil situación y la crisis que se está viviendo a causa de la pandemia del coronavirus, sobre todo para aquellas personas que no tienen una casa donde protegerse durante el confinamiento, el cardenal Konrad Krajewski, limosnero apostólico del Papa, repartió material a las personas sin hogar de Roma.

Se trata de un nuevo gesto solidario del Papa Francisco frente a la COVID-19, en el que el cardenal Krajewski ha trasladado el consuelo y la “caricia solidaria” del Santo Padre a unos indigentes de Roma, informan desde Vatican News.

Efectivamente, el pasado 16 de abril de 2020, el limosnero apostólico ofreció comida, sacos de dormir, jabón y mascarillas protectoras por la zona de Termini, la estación de trenes de la capital italiana.

 

Testimonio de un voluntario

Varios voluntarios acompañaron al cardenal, “todo el mundo nos esperaba en la calle Marsala a la altura de la oficina de correos”, explica Daniele, uno de ellos.

“Nos saludaron y nos agradecieron los paquetes que les entregamos algunos sacos de dormir, algo de comida, jabón y mascarillas protectoras que no se esperaban, pero como siempre… fuimos nosotros los que más recibimos”, destaca.

 

 

 

 

Conferencias Episcopales: Reunión de secretarios generales de Latinoamérica, Italia y España

Sobre los efectos de la COVID-19
(zenit – 17 abril 2020).- El pasado 15 de abril de 2020, los secretarios generales del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) tuvieron una reunión por videoconferencia con los secretarios generales de las Conferencias Episcopales de España (CEE) e Italia (CEI).

En el encuentro, principalmente se trataron experiencias acerca de los efectos y el miedo que está provocando la pandemia del coronavirus, siendo a su vez una gran amenaza para el futuro, informó ayer, 16 de abril de 2020, la CEE a través de una nota.

La reunión, en la que participaron más de 15 secretarios generales, fue presidida por monseñor Miguel Cabrejos, arzobispo de Trujillo y presidente del CELAM y moderada por D. Juan Carlos Cardenas, secretario general del CELAM y auxiliar de Cali.

Los secretarios generales participantes pertencen a los siguientes países: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, México, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, Ecuador, España e Italia.

 

Creatividad y esperanza

En el encuentro se reseñó la creatividad pastoral, la cercanía de la Iglesia y la eclosión de las Iglesias domésticas para acompañar y hacer frente a esta crisis. Los dos representantes europeos y los dos iberoamericanos comparten una especial preocupación por los ancianos y por el acompañamiento a los difuntos, así como las graves situaciones sociales y humanitarias que se están produciendo.

Los obispos de América Latina resaltaron también la creatividad de los jóvenes y su participación a través de las redes sociales y en sus casas. Además, subrayaron su preocupación por la repercusión de la crisis en los seminarios y colegios de la Iglesia, que están experimentando dificultades.

 

Cambio de época

En el ámbito social, reflexionaron acerca de la situación en las cárceles, de las personas que viven en la calle y de las que necesitan salir para llevar alimentos a sus casas diariamente, principalmente en países como Venezuela o Ecuador. En esta línea, manifetaron su esperanza en el llamamiento del Santo Padre a condonar la deuda.

Finalmente, el comunicado indica que la pandemia global acelera el cambio de época y la transformación de la forma de atención pastoral de los episcopados.

 

 

 

 

Francisco llama al cardenal Dolan para expresar su amor y cercanía al pueblo de Nueva York

El arzobispo le agradece su liderazgo ante la pandemia
(zenit – 15 abril 2020).- El Papa Francisco llamó al cardenal Timothy Dolan para expresar su amor y su preocupación por la gente de Nueva York.

Este mensaje fue comunicado por el arzobispo de Nueva York, el 14 de Abril de 2020, en su declaración ofrecida en la página web de la Arquidiócesis de Nueva York.

Estados Unidos es el país con el mayor número de muertes causadas por el coronavirus hasta el momento y la zona metropolitana de Nueva York ha sido la más afectada, con más muertes que cualquier otra parte del país.

“Nuestro Santo Padre, Francisco”, comenzaba la declaración del Cardenal Dolan, “llamó esta tarde a las 14:00 para expresar su amor, preocupación y cercanía a todos los habitantes de Nueva York, especialmente aquellos que están enfermos durante el brote de coronavirus”.

“El Papa, que estaba llamando desde su residencia en la Casa Santa Marta”, continuó el Cardenal Dolan, “dijo que los habitantes de Nueva York están en sus oraciones de una manera especial en este momento”.

El Santo Padre, expresó el cardenal, le pidió transmitir sus “mejores deseos y oraciones a los enfermos, los médicos, las enfermeras, los técnicos de emergencias y los cuidadores que los atienden, a nuestros líderes cívicos, así como a nuestros sacerdotes, religiosos y laicos».

El Papa Francisco mencionó de manera especial a Mons. Nicolás Dimarzio y las personas de la diócesis de Brooklyn y Queens, señaló el cardenal Dolan, añadiendo que felizmente compartió las palabras del Pontífice con Mons. Dimarzio inmediatamente después.

“Le di las gracias al Papa por el liderazgo que ha mostrado durante esta pandemia global, y le aseguré el amor y las oraciones del pueblo de Nueva York para él y su ministerio”, concluyó el cardenal Dolan.

 

Traducido por Richard Maher

 

 

 

 

“Pandemia de emergencia y nostalgia de la comunidad en carne y hueso”

Editorial de Andrea Tornielli
(zenit – 17 abril 2020)-. “La familiaridad de los cristianos con el Señor es siempre comunitaria. Es personal, pero en comunidad. Una familiaridad sin comunidad, sin el pan, sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos, es peligrosa”, dijo el Papa Francisco en la homilía de la Misa en la Casa Santa Marta de hoy, 17 de abril de 2020.

Ante la situación actual de pandemia en la que los fieles no pueden participar en las celebraciones y solo pueden hacer la comunión espiritual, Francisco advirtió sobre el peligro de una Iglesia gnóstica, recordando que “el ideal de la Iglesia es estar siempre con el pueblo y con los Sacramentos. Siempre”.

A continuación, sigue el editorial de Andrea Tornielli sobre esta cuestión, publicado en Vatican News.

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Editorial

“Una familiaridad sin comunidad, sin pan, sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos, es peligrosa”. En la homilía de la Misa matutina de Santa Marta – un encuentro que acompaña y consuela a millones de personas en este momento de aislamiento forzado y ayuda a mantener unidas a las comunidades – Francisco habla del riesgo de una fe vivida de manera íntima. La reflexión del Papa parte de la historia del Evangelio de Juan: Jesús, que espera a los discípulos en la orilla del lago Tiberíades, se entretiene y come con ellos el pescado asado a la parrilla. Es una familiaridad que va más allá de estar en la mesa discutiendo juntos.

La del cristiano, explicó Francisco, es “una familiaridad diaria con el Señor”, como la de aquellos que se sientan a la mesa a desayunar y hablan naturalmente sobre lo que les importa. Una familiaridad que siempre es comunitaria, a la vez que personal e íntima. Porque una familiaridad sin comunidad, sin relaciones humanas, sin compartir el pan, sin los sacramentos, puede correr el riesgo de volverse “gnóstica”, evanescente. Es decir, ser reducido a “una familiaridad solo para mí, separado del pueblo de Dios”. Mientras esa que experimentaron los apóstoles con Jesús siempre ha sido una familiaridad comunitaria, vivida en la mesa, como signo de la comunidad, “con el Sacramento, con el pan”.

El aislamiento al que nos vemos obligados en este momento debido a la pandemia, la incapacidad de participar en la celebración eucarística en esta situación de emergencia, no debe conllevar el riesgo de volvernos adictos a vivir una fe íntima. Millones de personas hoy se conectan a través de los medios de comunicación para tratar de vivir su pertenencia a la comunidad, están juntos a través de una pantalla, sin estar físicamente. Una modalidad necesaria en este momento, la única posible en la emergencia que todos esperamos que termine pronto.

Pero esto no puede hacernos olvidar que la Iglesia, los Sacramentos, el pueblo de Dios, son concretos. La familiaridad experimentada a través de los medios es una ayuda y representa hoy, explica el Papa, una forma de “salir del túnel, no quedarse allí”. Por tanto, Francisco nos invita a no considerar esta modalidad normal, que también ha estado brindando consuelo a muchas personas en las últimas semanas al apoyarlas en la soledad y la prueba. De hecho, los cristianos están insertados en la comunidad, en el pueblo de Dios. Un pueblo en carne y hueso que parte el pan, escucha la Palabra, comparte la caridad y anuncia la alegría del Evangelio de persona a persona, a través del testimonio de la vida y la cercanía concreta. Un pueblo que sabe explotar con creatividad todas las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías para mantenerse en contacto y llegar a aquellos que están solos, siempre esperando, cuando sea posible, encontrarse físicamente alrededor de la mesa eucarística. Un pueblo que se siente acompañado diariamente por el Papa, y que mira con gratitud a los muchos sacerdotes, religiosos, voluntarios que en estos días han encontrado una manera de estar concretamente cerca de los moribundos, los enfermos, los descartados, poniendo en peligro sus vidas y, en muchos casos, incluso sacrificándola.

 

 

 

 

Ecuador: “La estructura sanitaria está colapsando” por el coronavirus

Declaraciones del Padre Saverio Turato
(zenit – 17 abril 2020).- Con motivo de la pandemia del coronavirus, Ecuador está viviendo un auténtico escenario de guerra y corrupción, donde “la estructura sanitaria está colapsando”, asegura el padre Saverio Turato, sacerdote fidei donum en Durán, a las puertas de Guayaquil, informa la Agencia Fides.

“Desde la tarde del sábado 14 de marzo, las iglesias de Guayaquil están cerradas. Desde la tarde hasta el amanecer del día siguiente hay toque de queda, absolutamente nadie puede salir a la calle. Por la mañana solo las actividades comerciales para las necesidades básicas están abiertas”, explica el sacerdote.

“Si hasta hace unas semanas el mundo entero miraba hacia un lado del mundo (China, Italia, Europa…), ahora el enemigo invisible nos hace volver la cabeza hacia América, del sur y del norte. Y así, ‘estamos todos en la misma barca’, citando al Papa Francisco”, continúa.

 

Emergencia sanitaria

Durante la emergencia sanitaria, “nadie abre las puertas a quienes tienen los síntomas del COVID-19 por la incapacidad de cumplir el protocolo de los contagiados”, relata el padre Turato.

Asimismo, cree que se podría haber actuado antes, ya que “algunas alarmas intermitentes llegaban de las noticias, pero se miraba con mayor preocupación al extranjero sin tomar las medidas de seguridad adecuadas en casa propia. Después del silencio de un par de semanas, se ha provocado un brote tremendo en la ciudad de Guayaquil y solo en las últimas horas el presidente de la República, Lenín Boltaire Moreno Garcés, ha declarado que la realidad es muy diferente de los datos transmitidos por la Comisión del Operaciones de emergencia”.

De acuerdo a la nota de Fides, en Ecuador ya se han superado los 7.500 contagios y se han confirmado un total de más de 350 personas fallecidas por el coronavirus, “en la provincia costera de Guayas, se han registrado más del 70% de los positivos de todo el país, con 4.000 casos solo en la capital, Guayaquil”, indica el padre.

 

Sistema de salud privatizado

El sistema sanitario del país está privatizado, “si tienes dinero o un buen seguro, tienes acceso a clínicas privadas, pero de lo contrario estás condenado a esperar los turnos interminables del seguro social, o peor, los hospitales públicos”, describe el pastor.

“En todos los cementerios de la zona hay cadáveres esperando la sepultura; las calles se han convertido en incineradores de cuerpos sin vida desde que los servicios funerarios se han colapsado por las numerosas solicitudes o por el saqueo contra los más pobres, que no tienen las posibilidades económicas de pagar o sobornar a los funcionarios a cargo”, continúa.

Finalmente, don Saverio concluye mirando hacia el futuro: “Cuando solo queden las cenizas de esta enfermedad inesperada y no deseada, tendremos que preparar la tierra para una nueva temporada. Todos. Ayudémonos unos a otros, pero sobre todo ayudemos a quienes no podrán recuperarse por sí solos”.

 

 

 

 

México: Los obispos presentan “Decir sí a la vida de todos”

Consideraciones bioéticas ante la COVID-19
(zenit – 17 abril 2020).- El pasado 16 de abril de 2020, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) presentó, el documento “Decir sí a la vida de todos: Algunas consideraciones bioéticas esenciales ante la pandemia de COVID-19”.

Así informó el propio episcopado mexicano a través de un comunicado.

Con el fin de contribuir “a la reflexión en una sociedad plural como la nuestra, que necesita a toda costa reconocer la igual dignidad de todas las personas y evitar acciones discriminatorias e inhumanas”, los obispos mexicanos exponen las consideraciones bioéticas más elementales en tiempos de desconcierto e incertidumbre a causa de la pandemia del coronavirus.

Asimismo, reiteran el compromiso de la Iglesia Católica con “la promoción y defensa de la vida y de la dignidad de toda persona por razones que provienen de la fe en Jesucristo, que ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia (cf. Jn. 10,10)”.

A continuación se exponen íntegramente las observaciones elaboradas por la CEM.

 

Consideraciones

  1. Es una obligación moral conocer y atender con información suficiente el grado de contagio que existe para así tomar las acciones preventivas pertinentes de manera oportuna. Por ello, como lo han mostrado experiencias de otros países que han logrado superar estas primeras etapas de la pandemia, es preciso realizar pruebas de detección, no sólo en pacientes sintomáticos, sino también de manera constante en algunas personas que sin presentar síntomas, puedan eventualmente portar el virus. Omitir realizar el diagnóstico más profundo posible sobre la expansión de la epidemia no sólo es un error estratégico sino de orden moral: la transparencia en materia de información que afecte gravemente el bien común exige proceder de esta manera.
  2. El personal sanitario tiene el pleno derecho de contar con la protección requerida para realizar su riesgoso trabajo en las condiciones más seguras posibles. Exigir al personal sanitario atender a personas contagiadas o con posible contagio sin dotarlas de todo el material necesario para su protección no es éticamente justificable. A nadie se le puede obligar a arriesgar su salud y eventualmente la vida sin la prudente protección. Así mismo, la atención de la salud mental del personal sanitario, es tan importante como su salud física, por lo que habrá que ofrecerles ayuda profesional en el momento que lo requieran.
  3. Es preciso hacer todo lo posible para evitar el racionamiento de los recursos biomédicos.
  4. La Academia Pontificia por la Vida, que reúne a científicos expertos creyentes y no creyentes, entre los cuales se encuentran ganadores del Premio Nobel, nos indica con claridad: “Las condiciones de emergencia en las que se encuentran muchos países pueden llegar a obligar a los médicos a tomar decisiones dramáticas y lacerantes para racionar los recursos limitados, que no están disponibles para todos al mismo tiempo. En ese momento, tras haber hecho todo lo posible a nivel organizativo para evitar el racionamiento, debe tenerse siempre presente que la decisión no se puede basar en una diferencia en el valor de la vida humana y la dignidad de cada persona, que siempre son iguales y valiosísimas. La decisión se refiere más bien a la utilización de los tratamientos de la mejor manera posible en función de las necesidades del paciente, es decir, de la gravedad de su enfermedad y de su necesidad de tratamiento, y a la evaluación de los beneficios clínicos que el tratamiento puede lograr, en términos de pronóstico. La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, ya que si fuera así se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles. Además, es necesario formular criterios que sean, en la medida de lo posible, compartidos y argumentados, para evitar la arbitrariedad o la improvisación en situaciones de emergencia, como nos ha enseñado la medicina de catástrofes”.
  5. La clasificación ordenada y justa de los pacientes, según sus posibilidades de sobrevivencia, es de carácter universal y todos los equipos de salvamento, atención prehospitalaria y atención hospitalaria deben conocerlo. Es previsible que en México sea preciso realizar procesos de selección de pacientes con la finalidad de asignar distintos tipos de atención. Estos procesos se deben realizar tomando en cuenta de manera simultánea: la urgencia del caso, el tipo de necesidad a atender y que los recursos asignados sean lo más beneficiosos posibles para el paciente.
  6. Asimismo: “Nunca debemos abandonar al enfermo, incluso cuando no hay más tratamientos disponibles: los cuidados paliativos, el tratamiento del dolor y el acompañamiento son una necesidad que nunca hay que descuidar”.
  7. Es inadmisible el abandono de pacientes o la negación del tratamiento médico correspondiente bien sea curativo o paliativo. El artículo 4 de la Constitución reconoce el derecho universal a la protección de la salud. Por ello, insistimos, no es legal, legítimo ni moral el abandono de pacientes.
  8. Es importante evitar toda acción que de manera explícita o encubierta pudiera ser de tipo eutanásico o conllevar ensañamiento terapéutico. La decisión prudente de los médicos y una comprensión integral de los cuidados paliativos son esenciales a este respecto.
  9. Las comisiones y comités de bioética y los organismos responsables de la emisión de guías orientativas para establecer los mejores cursos de acción clínica deben estar siempre integrados de manera realmente plural, con personal adecuadamente calificado, respondiendo a la dignidad inalienable de la persona humana y jamás colocando criterios superiores a este valor para la toma de decisiones biomédicas, para la selección del tipo de atención médica requerida, para privilegiar a un cierto tipo de seres humanos sobre otros. Estas comisiones y comités han de ser escuchados y tomados en cuenta para no dejar al pensamiento de una persona o de un interés o ideología particular, la decisión sobre la vida de las personas en medio de una crisis como la que vivimos. Tanto los gestores de políticas y los médicos deberán vigilar que sus acciones no afecten a grupo vulnerables”.
  10. Los obispos mexicanos estamos convencidos que “la exigencia moral originaria de amar y respetar a la persona como un fin, y nunca como un simple medio” es irrenunciable. Es en momentos como el presente, en que existe un grave riesgo para todos, que debemos aprender a anunciar desde nuestra fe y desde la sola razón natural que la dignidad y los derechos humanos fundamentales no son intermitentes ni son edictos de tolerancia revocables. Toda vida humana es valiosa y ninguna debe ser sacrificada por acción o por descuido.

 

 

 

 

Schoenstatt corona internacionalmente a María como Reina de la Salud

Ante el coronavirus, el movimiento apela a la Virgen
(zenit – 17 abril 2020).- La coronación a María es una tradición en la Iglesia Católica. A través de este acto, se la honra como Madre de Dios y como reina. Y como tal, tiene todo el poder intercesor, otorgado por Dios omnipotente.

El Apocalipsis, en su capítulo 12, relata que “apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna bajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”, quien “dio a luz un hijo varón, que regirá con vara de hierro a todas las naciones”. El Rosario, en su quinto misterio glorioso, reconoce a María como Reina y Madre de todo lo creado.

El Movimiento de Schoenstatt está caracterizado por una espiritualidad mariana, la cual abre naturalmente a una relación profunda con Dios Padre, con Jesús y con el Espíritu Santo.

Se trata de una vivencia orgánica, tanto de la teología como de la espiritualidad. Ambas aportan también una natural relación con vínculos humanos, que cuando son sanos no separan, sino que fortalecen la relación con Dios y ayudan a profundizarla.

 

Por qué el P. Kentenich coronaba a María

En la historia de Schoenstatt, la coronación de María tiene un significado muy especial. Su fundador, el P. Kentenich, coronó a María por primera vez en el Santuario Original, en Schoenstatt, Alemania, en 1939, cuando el nazismo causaba tremendos estragos y amenazaba con destruirlo todo.

Se desató la guerra mundial, pero la Virgen protegió el Santuario Original de las bombas que pasaron a pocos metros; protegió a Schoenstatt, que no desapareció, a pesar de que sus líderes fueran confinados a campos de concentración, incluyendo al fundador; protegió al mismo P. Kentenich, que luego de indescriptibles penurias y peligros, fuera liberado del campo de Dachau en 1945; y a partir de allí, expandió el Movimiento por todo el mundo.

 

En el campo de concentración

En 1942, se desató una hambruna sin precedentes en Dachau. Los enfermos y muertos aumentaban en forma alarmante. En estas circunstancias, el P. Kentenich decidió nombrar a María como Madre del Campo y del Pan y Protectora y Reina del Campo. Muchos sacerdotes lo acompañaron en este nombramiento y consagración especial.

El P. Kentenich estaba convencido de que María no puede permanecer indiferente ante las necesidades corporales de sus hijos, y que es su tarea, según el ejemplo de Jesús, el asistir a sus hijos en todas sus necesidades, tanto físicas como espirituales. Pocas semanas después de esta consagración, los nazis permitirían el envío de paquetes de comida a los prisioneros del campo, preservando así la vida de muchos reclusos.

 

En el exilio

En el tiempo en que el P. Kentenich vivió exiliado en Milwaukee, se le vio siempre alegre y entregado, irradiando una profunda paternidad a quienes se acercaban a él. Nadie siquiera intuía sus sufrimientos, porque confiaba con una fe inquebrantable en el poder de María.

Siempre se coronaba a María en un cuadro, en una imagen, pero había una corona desprovista de imagen, que se encontraba sobre el escritorio del P. Kentenich. Esto se debe a que a menudo el sacerdote tomaba la corona en la mano, y se la ofrecía a María, expresándole como un niño desvalido, todo su amor y su total confianza en su poder intercesor.

No se trataba de una teología perfectamente aprendida y practicada, sino de una experiencia personal, de una vivencia que le caló muy hondo desde su consagración a María a los nueve años, y que creció conforme avanzaba el tiempo.

En una época en que la Iglesia entendía de estructuras cerradas y no de corrientes vitales, el P. Kentenich no fue comprendido y fue enviado al exilio. Luego de 14 años, fue uno de los primeros exiliados de la Iglesia en ser liberado. Fue recibido por Pablo VI y es hoy una de las grandes personalidades de la Iglesia del siglo 20. María se manifestó vencedora en su impotencia y su confianza filial.

 

Coronación ante la pandemia del coronavirus

La pandemia del COVID-19 ha creado una situación mundial que nadie habría predicho: el que la gente estuviera replegada en sus casas, para evitar el contagio del microorganismo letal. Ante esta situación en la que mueren tantas personas, la Coordinación Internacional del Movimiento de Schoenstatt, comprendida por la Hna. M. Cacilda Becker, brasilera, y el P. Heinrich Walter, alemán, invitó a todos los interesados a sumarse a la iniciativa de coronar a la Santísima Virgen como Reina de la Salud, Física y Espiritual.

La preparación espiritual tomó más de un mes, en el cual la familia de Schoenstatt ofreció su entrega como ofrenda de amor. Varias hojas contenían impresas cientos de miles de oraciones y sacrificios enviadas por fieles de todo el mundo, al ser colocadas en el altar del Santuario Original de Schoenstatt, en el día 15 de abril, en que se concretó la coronación. A través de redes sociales, sumado el cómputo de cada una de ellas, se contactaron con la ceremonia en Schoenstatt 140.000 usuarios. La mayoría de ellos lo hicieron junto a sus familias.

La coronación fue precedida por canciones y por una Misa, celebrada por el brasilero, P. Antonio Bracht. En la misma, se oró y cantó en numerosos idiomas, representando la internacionalidad del Movimiento, incluyendo español, inglés, alemán, portugués, tagalo, francés, italiano y  húngaro. La iniciativa fue coordinada por un equipo de jóvenes de Austria, España, México y Estados Unidos, que trabajó a la par con la Coordinación del Movimiento, organizando la preparación y la celebración.

 

Santuario Hogar

Una de las riquezas de Schoenstatt es el Santuario Hogar. Se trata de invitar a Jesús y a María a ser los huéspedes principales del hogar. Se elije un rincón especial de la casa para erigir un pequeño lugar de oración, con los símbolos personales y de familia, que motivan a la entrega generosa en la relación con Dios y con la familia.

Desde estos Santuarios Hogares cada familia se unió al acto, coronando en cada casa a María, entregándole el corazón a ella y a su Hijo, y pidiéndoles que se manifiesten con su poder en la salud corporal y espiritual del mundo y de sus familias.

Como preparación al acto, Schoenstatt Internacional produjo diversos videos de motivación. Uno sobre el origen y las gracias del Santuario Hogar, otro sobre el valor de los aportes de sacrificios y oraciones, como parte humana de contribución a María y a Jesús, y uno tercero sobre la historia de la coronación en Schoenstatt y las gracias que regala María a quien la reconoce como Madre y Reina.

Miles de imágenes y videos, en los que se comparten fotos de la coronación en cada casa, inundan las redes y son compartidos como expresión del gozo de cada persona, de cada familia, de vivir en la presencia del Señor, y de poner en sus manos y en las de la Santísima Virgen, todo lo que son y poseen, incluyendo su futuro, tal y como Dios en su inmensa misericordia, lo tenga previsto.

 

Consagración a la Virgen de Guadalupe

Esta coronación mundial se encuentra en el espíritu en que Latinoamérica y el Caribe, a través del Consejo Episcopal Latinoamericano, fueran consagrados a la Virgen de Guadalupe en su Santuario en México, el 12 de abril pasado, con la intención de rogarle a María que se manifieste protegiendo su pueblo del coronavirus y de todo mal, rogando especialmente por los más necesitados, los más vulnerables.

Más información sobre esta coronación especial de Schoenstatt, cuyo espíritu seguirá en los hogares mientras dure el peligro de coronavirus, y sin duda se extenderá en el tiempo, se encuentra en la página www.schoenstatt-int.com. Los videos mencionados pueden ser vistos en Facebook y YouTube, accediendo por “schoenstattinternational”.

 

 

 

 

Orden de Malta: “Un aliento de esperanza”, recaudación de fondos en España

Para abordar la crisis de la pandemia
(zenit – 17 abril 2020).- “Aliento de Esperanza” es una iniciativa de recaudación de fondos que nace a raíz de la situación que está afectando a toda España y el mundo entero provocada por la COVID-19.

Desde la Orden de Malta no han dejado de trabajar desde el primer momento en tres de sus pilares fundamentales: la salud, alimentación y el cuidado y dignidad de los mayores.

El Estado de alarma obligó a cerrar los comedores sociales y diversas actividades que la Orden tiene en la geografía española, pero la necesidad seguía existiendo y la institución se puso en marcha: “Nos pusimos al servicio de la comunidad de Madrid, del SAMUR y las instituciones locales, desde entonces no hemos cesado de trabajar con la misma ilusión de cada día, pero con más empeño todavía, si cabe”, afirma Aline Finat, Hospitalaria de la Orden de Malta en España.

 

Un Aliento de Esperanza

#UnAlientoDeEsperanza surge de la necesidad de seguir dando cobertura en los distintos frentes abiertos y los que se prevé que se van a potenciar en las próximas semanas. Las donaciones, desde 5 euros, pueden realizarse desde la web alientodeesperanza.com

La Orden de Malta funciona desde hace más de 900 años al servicio de los necesitados en todo el mundo. En España cuenta con un cuerpo de voluntarios comprometido, formado y fiel a su carisma fundacional.

 

La Orden de Malta

La Orden de Malta es una organización que defiende la dignidad del ser humano y la asistencia a los necesitados, sin distinción de procedencia, raza o credo. Asimismo, ha sido acreditada con el sello de transparencia de la Fundación Lealtad, cumpliendo así los requisitos que la reconocen como entidad comprometida con los estándares de gestión más exigentes.

La Orden ayuda activamente a gestionar la situación de emergencia creada por la pandemia de COVID-19 a lo largo de todo el mundo, colaborando con los sistemas de salud nacionales, con los cuerpos de protección civil o con los centros médicos y de asistencia social.

 

 

 

 

Guatemala: Mons. Francisco Montecillo Padilla, nombrado nuncio apostólico

Por el Santo Padre
(zenit – 17 abril 2020).- El Santo Padre ha nombrado nuncio apostólico en Guatemala a Mons. Francisco Montecillo Padilla, arzobispo titular de Nebbio.

Así ha informado hoy, 17 de abril de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Mons. Francisco Montecillo Padilla

Nació en Filipinas, el 17 de septiembre de 1953. Fue ordenado sacerdote, incardinado a la diócesis de Cebú, el 21 de octubre de 1976 por el cardenal Julio Rosales y Ras.

Es licenciado en Derecho Canónico y Doctor en Teología. Entró en el servicio diplomático de la Santa Sede en 1985, prestando sus servicios en las nunciaturas de Santo Domingo, Venezuela, Austria, India, Japón y Australia.

El 1 de abril de 2006, el Papa Benedicto XVI lo nombró arzobispo titular de Nebbio y nuncio apostólico de Papua Nueva Guinea.

Mons. Montecillo ha ejercido hasta ahora nuncio apostólico en Kuwait, Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Yemen y delegado apostólico en la Península Arábiga.

 

 

 

 

Academia de las Ciencias Sociales: Niraja Gopal Jayal, nuevo miembro ordinario

Nombramiento del Papa
(zenit – 17 abril 2020).- El Papa Francisco ha nombrado miembro ordinario de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales a la prof. Niraja Gopal Jayal, docente del Centro de Estudios de Derecho y Políticas Gubernamentales de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi (India).

Así ha informado hoy, 17 de abril de 2020, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

 

Prof. Niraja Gopal Jayal

La profesora Niraja Gopal Jayal es docente del Centro de Estudio del Derecho y las Políticas Gubernamentales de la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi. Ha sido profesora invitada en el King’s College de Londres, la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de París, la Universidad de Princeton y la Universidad de Melbourne.

De 2011 a 2012 fue vicepresidenta de la American Political Science Association. En 2015 ganó el Premio Ananda Kentish Coomaraswamy de la Asociación de Estudios Asiáticos.

Es autora de numerosas publicaciones sobre Ciencias Políticas.

 

 

 

 

“¿Qué mascarillas de protección frente a la COVID-19 son más eficaces?”

Observatorio de Bioética – Universidad Católica de Valencia
(zenit – 17 abril 2020).- La actual epidemia de coronavirus ha provocado numerosas polémicas y confusiones en el mundo científico-sanitario, no sólo sobre el origen y tratamiento de la enfermedad sino también sobre los métodos preventivos que deben aconsejarse a la población para reducir el riesgo de transmisión.

Aunque las evidencias científicas son limitadas, si parecen establecerse algunos consensos que conviene divulgar, así como informaciones sesgadas o no fundamentadas que también conviene desmentir.

El uso generalizado de mascarillas ha sido desaconsejado por la O.M.S repetidas veces, y encarecidamente aconsejado por otros organismos y científicos, específicamente relacionados con áreas de especial incidencia de la epidemia, como China o Italia.

Las posiciones de la O.M.S están cambiando recientemente, ante la evidencia de la transmisión del virus por parte de personas asintomáticas, que podrían estar agravando en gran medida la extensión de la pandemia.

Ante este cambio, y la generalización de las recomendaciones dirigidas a extender el uso de mascarillas faciales, se plantean nuevos interrogantes sobre su eficacia y posibilidades de reutilización.

Aunque la norma general es que este tipo de mascarillas son mayoritariamente de un solo uso, las circunstancias de desabastecimiento en las que nos vemos actualmente que afecta a todos los tipos de equipos de protección individual (E.P.I.), obliga a la reutilización de las mascarillas, previa desinfección, evitando al máximo su degradación para que sigan ofreciendo protección a los usuarios.

Las mascarillas disponibles actualmente son de varios tipos, que pueden resumirse en los siguientes:

MASCARILLA QUIRÚRGICA: Protege a los demás ya que están diseñadas para filtrar las partículas emitidas por el usuario durante la respiración, impidiendo que lleguen al exterior. También protege al usuario de salpicaduras de fluidos biológicos.

MASCARILLA DE ALTA EFICACIA FFP: Protege al usuario ya que están diseñadas para filtrar las partículas y aerosoles líquidos presentes en el medio ambiente, impidiendo que sean inhaladas por el usuario En función de su diseño puede ser: cónica, horizontal (pico-pato) y vertical. Según la eficacia de filtración la mascarilla es de clase 1, 2 o 3. El tipo de clase a utilizar se determina en función de la toxicidad del contaminante y de la concentración ambiental presente.

FFP1 (eficacia de filtración 78%, concentraciones ambientales hasta 4 VLA –Valor Límite Ambiental–).

FFP2 (eficacia de filtración 92%, concentraciones ambientales hasta 12 VLA).

FFP3 (eficacia de filtración 98%, concentraciones ambientales hasta 50 VLA).

Las mascarillas pueden tener válvula de exhalación. La válvula facilita la respiración y evita la condensación; se recomiendan para largos periodos de uso. Como no filtran el aire exhalado por el usuario, LAS MASCARILLAS CON VÁLVULA NO SE DEBEN COLOCAR A PACIENTES o personas susceptibles de diseminar el virus, aun siendo asintomáticos. Este extremo es muy difícil de controlar, por lo que de modo general, la recomendación es elegir mascarillas sin válvula siempre que sea posible, como método de dificultar la transmisión del coronavirus.

 

Desinfección y reutilización de las mascarillas

La reutilización, no siendo recomendable en circunstancias normales, sí lo es en las actuales, por el desabastecimiento que soportamos.

Aunque los métodos propuestos son muchos, deben elegirse aquellos que logran tanto desinfectar eficazmente el dispositivo como mantener sus características filtrantes y forma, que permita seguir ajustando el dispositivo a la cara eficazmente.

El método más eficaz a la vez que más accesible para la población parece ser el de someter las mascarillas a calor seco (horno doméstico, preferiblemente con recirculación de aire) a la temperatura de 70 grados durante, al menos 30 minutos. Con este sistema pueden realizarse varios ciclos de desinfección manteniendo su eficacia en más de 90 %.

Se adjunta un documento ilustrativo de lo que aquí exponemos resumidamente, publicado por el Servicio Murciano de Salud, en el que se recogen los estudios relacionados publicados.

 

Julio Tudela Cuenca

Observatorio de Bioétia
Universidad Católica de Valencia

 

 

 

 

Píldoras de esperanza (16): “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”

Viernes de la Primera Semana de Pascua
Reflexión sobre los Evangelios diarios

Invocamos al Espíritu Santo

Espíritu Santo llena de alegría y paz mi corazón y da sabiduría a mi mente para poder entender la Palabra de Dios. Amén.

 

Evangelio según San Juan 21, 1-14

Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.

Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.

El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”.

Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres”, porque sabían que era el Señor? Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.

Palabra del Señor

 

¿Qué dice el texto?

Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”.

Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”.

Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.

 

¿Qué nos dice hoy Dios en este texto?

Es interesante descubrir que aún cuando los discípulos han visto a Jesús resucitado, aún así quieren volver a su rutina cotidiana de pescadores. Y descubren que ni siquiera les va bien en la pesca. Ellos estaban como desanimados, aunque con su fe pascual bien asentada, les faltaba algo. No habían entendido que después de encontrarse con Jesús su vida debía ser diferente.

Posiblemente uno de los signos de sentirnos hastiados de una cuarentena que se prolonga demasiado, es mirar el pasado y querer seguir siendo como éramos antes y hacer lo que hacíamos. Nuestra gran tentación es volver a mirar el pasado con nostalgia en vez de mirar el futuro con nuevas oportunidades.

En este tiempo de reflexión, escuchemos al Señor que nos dice: “Tiren las redes a la derecha de la barca y encontrarán” Yo te invito hoy a que tomes un momento de respiro, que te separes de lo cotidiano que te distrae y con paz y serenidad le pidas al Señor que te guíe para encontrar lo que Él quiere para ti en el futuro. Aprovecha esta oportunidad única que el Señor te ofrece y piensa qué significa que debes tirar las redes del otro lado de la barca de tu vida. Mira cómo será tu futuro y pídele al Señor que te ayude a programarte para que cuando pase la cuarentena seas mejor, más solidario, más humano, más optimista y más cercano al Señor, que es la fuente de nuestra esperanza.

Te sugiero que repitas varias veces en el día de hoy, una parte de la Oración que el Santo Padre Pío de Pietralcina gustaba decir:

Jesús, no me dejes solo.
¡Quédate, Señor, conmigo!

Te invito a conocer más de nuestro trabajo diario sobre la Lectura Orante de la Biblia

 

www.fundacionpane.com www.cristonautas.com – Facebook: Fundación Ramón Pané – Youtube: Fundación Ramón Pané

 

 

 

 

Beato Andrés Hibernón, 18 de abril

Tuvo una sencilla vida de entrega
“Una sencilla vida de entrega, colmada del amor de Dios, signó el acontecer de este virtuoso limosnero que vio premiada su entrega indeclinable con dones como milagros, bilocación, profecía, y multiplicación de alimentos, entre otros”

Su adolescencia y juventud estuvo dedicada a liberar a su familia de la pobreza en la que malvivían con las limosnas que obtenían, aunque la situación había sido bien distinta cuando él vino al mundo. Sus padres se establecieron en Alcantarilla, Murcia, España. Pero Andrés nació en la capital en 1534 en casa de un tío canónigo, lugar donde se hallaba su madre temporalmente. Unos días más tarde regresaron a la localidad. Creció familiarizado con Dios, cultivando la devoción a María y amando los principios de la fe que le inculcaron.

Su padre tenía origen nobiliario, pero una crisis económica suscitada por una pertinaz sequía le desposeyó de sus bienes. Al perder su estatus le enviaron a Valencia junto a un tío para que pudiera labrarse un porvenir. Allí trabajó como pastor de ganado hasta los 20 años. Luego decidió volver a casa. El dinero que había ganado lo reservó para la dote que su hermana precisaba para desposarse conforme a la costumbre de la época. Pero en el viaje de regreso al domicilio paterno, unos ladrones le golpearon y le esquilmaron lo que llevaba dejándole con lo puesto. En este hecho vio con claridad lo que ya se había fraguado en su espíritu: que debía ser religioso. Su trabajo en el campo no fue impedimento para que frecuentase las visitas al Santísimo, por el que tuvo gran devoción, ni mermó sus ansias de penitencia. Estaba forjado en el ayuno y en las mortificaciones; es decir, que había comenzado ya una vía de perfección. Sus virtudes eran manifiestas para quienes le conocían: mansedumbre, humildad y diligencia, entre otras muchas.

Antes de comprometerse pasó unos días en Granada acompañando a un regidor de Cartagena, alguacil mayor del Santo Oficio, que le tenía en gran estima y confianza, tanto que puso bajo su custodia cuantiosos bienes. Pero un día, sin despedirse de él, temiendo que pudiera influir en su decisión de consagrarse, partió para ingresar en el convento franciscano de Albacete perteneciente a la provincia de Cartagena donde hizo el noviciado. Aunque lo conocía, al regidor le impactó su honradez cuando vio que el beato había mantenido intactas sus valiosas pertenencias. Andrés profesó en 1557.

Permaneció seis años en esa comunidad tras los cuales eligió la reforma de san Pedro de Alcántara porque tenía unas reglas más severas. Se le asignó la residencia de San José de Elche donde llegó en 1563. Acostumbrado a la pobreza y a la mendicidad, no tuvo duda de que había elegido el lugar idóneo para él. La peculiar sensibilidad de los santos descubre la finura y profundidad de la vida espiritual cuando pasa por su lado. Sus hermanos san Pascual Bailón y san Juan de Ribera, que fue arzobispo de Valencia, al ver actuar a Andrés constataban su espíritu evangélico percibiendo su grandeza en cualquier detalle. A todos les cupo la gracia de vivir esos primeros instantes de instauración del movimiento renovador.

Andrés siempre encontraba unos minutos para hincarse en tierra y rezar fuera labrando la huerta, en la portería o mendigando. Era obediente, responsable, austero, prudente, discreto, puntual, abnegado incluso a pesar de la edad y los achaques, y poseía un gran sentido del honor. Su gran temple y confianza en la Providencia fue especialmente ostensible en circunstancias de catástrofe en las que actuó con admirable entereza. Sentía gran veneración por los sacerdotes y debilidad por los pobres y los enfermos. Y había obtenido de sus superiores el permiso para recibir frecuentemente la comunión, algo inusual en la época.

La fama de santidad le precedía. Su piedad traspasaba los muros del convento. Era estimado por las gentes, y personas ilustres que le conocían le abrían su corazón porque era un gran maestro y confesor. Desconocía lo que era tener un minuto de ocio, sin que le reportase celestes ganancias. En una ocasión, cuando le preguntaron si la vida espiritual le había resultado tediosa alguna vez, respondió que “jamás lo sentía, porque había hecho hábito de nunca estar ocioso, con lo cual siempre se hallaba apto para la oración o contemplación”. Pasó por varios conventos, todos en la zona del Levante español. Tuvo en la limosna un fecundo campo apostólico. Los pobres vieron en él un amigo y asesor; les orientaba en la búsqueda de un trabajo digno. También asistía a los que estaban en trance de morir, y contribuyó a la conversión de musulmanes a quienes conmovía con su palabra y ejemplo. Cuando le llamaban “santo viejo”, respondía humildemente, sin falsa modestia: “¡Oh, que lástima! Viejo loco, sí, insensato e impertinente, pero de santo no, no”. Se caracterizaba por su capacidad contemplativa, fue agraciado con muchos éxtasis y raptos que le sobrevenían en cualquier lugar, aunque suplicaba a Dios que en esos momentos le preservase de miradas ajenas. Además, recibió distintos dones: el de la bilocación y el de profecía, así como el de milagros (curación de enfermos) y la multiplicación de alimentos. Vaticinó el día y hora de su muerte cuatro años antes de que se produjera.

La antigua lesión de estómago y “fluxión” ocular que venía padeciendo le causaron muchos sufrimientos. Los hermanos que permanecían a su lado cuando se encontraba en su lecho de muerte, afligidos por los dolores que soportaba, aunque los encajaba con admirable fortaleza, hubieran deseado compartirlos con él. Y al hacérselo saber, el venerable religioso manifestó: “Esto no, mis carísimos hermanos, porque estos dolores me los ha regalado Dios, y los pido y quiero enteramente para mí. Creedme, hermanos, que no hay cosa más preciosa en este mundo que padecer por amor de Dios”. La devoción que tuvo en vida a María le acompañó en el momento de entregar su alma a Dios. Su deceso se produjo en el convento de San Roque de Gandía, Valencia, el 18 de abril de 1602. Pío VI lo beatificó el 22 de mayo de 1791. Su cuerpo incorrupto desapareció en la Guerra Civil española. Localizados sus restos, se llevaron a Alcantarilla siendo trasladados con posterioridad a la catedral de Murcia donde se veneran.