Red Iberoamericana de

Estudio de las Sectas

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Nº 569

3 de abr. 2018

 

1. Una cuarta parte de los españoles, más permeables a las sectas.

2. Millones de mexicanos dan culto a la Santa Muerte.

3. Nicaragua: una joven muere quemada en un supuesto “exorcismo” de un grupo evangélico.

4. Una secta filipina golpea a sus miembros con machetes para hacerlos invencibles.

5. Emiten una serie documental sobre la historia de la secta de Bhagwan Rajneesh (Osho).

6. La Comunidad Odinista de España dice contar con cerca de 20.000 miembros.

7. Cómo se originó el culto afroamericano “hoodoo” en Nueva Orleans.

8. Psicólogo español: la ayahuasca es “algo realmente peligroso”.

9. Colombia: la policía advierte sobre las estafas de los brujos y chamanes.

10. Detienen a un chamán que extorsionaba a sus clientes en Colombia.

 

 

1. Una cuarta parte de los españoles, más permeables a las sectas.

FUENTE: Servimedia

 

 

En España hay unas 400.000 personas que están vinculadas a grupos sectarios y de nueva espiritualidad, pero la gran preocupación de los expertos “va más allá de una pertenencia grupal”, propia del sectarismo “clásico”. Según datos oficiales, entre el 20 y 25 % de la población “es más permeable y tiene cierto interés” por temas como la astrología, el esoterismo, la adivinación y las terapias alternativas.

El caldo de cultivo del sectarismo

Así lo alerta en una entrevista a Servimedia el sacerdote Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), y que trabaja junto a otras entidades para desenmascarar estas situaciones, como la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas (APETP); RedUne, de prevención contra el sectarismo y ayuda sobre grupos de manipulación psicológica y de riesgos contra la salud, y el Observatorio de Pseudociencias de la Organización Médica Colegial.

“Es una cifra preocupante porque es el caldo de cultivo. No significa que todas estas personas pertenezcan a grupos sectarios ni acudan a sus actividades, pero es un público objetivo de todas estas propuestas”, concretó Santamaría, en referencia a esos porcentajes de interesados por esos nuevos ámbitos, frente al “declive” del “sectarismo clásico”.

En su web, la APETP –asociación fundada por el padre de un joven que murió tras abandonar un tratamiento médico de leucemia por la asesoría de un curandero y que hoy dirige una doctora en Biomedicina–, enumera en un listado esas prácticas entre las que incluye el reiki, el shiatsu o las flores de Bach, además de la homeopatía o la acupuntura, aunque subraya que no todas están al mismo nivel.

Derivas sectarias

Santamaría, no obstante, advierte de que “esas terapias tienen un alto riesgo de deriva sectaria y de generar una dependencia”, porque ofrecen “algo positivo y bueno”, como puede ser lo ecológico, la salud y la meditación, pero no es más que “un señuelo a la población para cubrir temas de espiritualidad”.

Según explicó este experto a Servimedia, esto se debe a que estamos en “una época de crisis”, pues, aunque el ser humano “es el mismo de siempre, tiene las mismas necesidades afectivas, espirituales, de sentido de la vida, de situarse ante la realidad, de afrontar los problemas y los golpes de la vida”, las personas tienen una serie de necesidades que ahora no están cubiertas en el ámbito de la familia, la religión y las instituciones. Y aunque en esos ámbitos pseudocientíficos están entrando gente de todas las edades, el sacerdote percibe especial peso en mujeres que tienen unos 40 años de edad.

Finalmente, este miembro de RIES ofrece algunos consejos para ayudar a las personas que caen en esas prácticas, que pueden ser “de todos los estratos sociales” y “buscan soluciones a la triada clásica de salud, dinero y amor”, como ocurre, subraya, hasta con políticos y grandes empresarios que acuden como clientes habituales a videntes. Esos consejos pasan por “estar muy cerca siempre de esa persona y presunta víctima para que sepa que su familia y redes familiares y sociales” la apoyan y “ayudarle a pensar por sí misma”. “La confrontación directa suele ser contraproducente”, concluye.

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2. Millones de mexicanos dan culto a la Santa Muerte.

FUENTE: Expreso

 

 

La Iglesia católica la prohíbe, pero sus devotos se estiman en millones. Los que creen en ella le ofrendan tequila, dulces y ramos de flores, y a cambio le piden trabajo, amor, dinero y protección. Es la Santa Muerte, la santa a la que no se le puede pedir hacer daño, sólo justicia, y que es una las figuras más populares del México actual, según relata el medio mexicano Expreso. Los seguidores de la Santa Muerte le rinden devoción en altares levantados en todo el país y en sus propias casas. También le llaman la ‘Niña Blanca’, o ‘La Chiquita’, pero es una calavera vestida de mujer. Tiene un aspecto tenebroso, pero bajo esa sombra de espanto sus fieles buscan consuelo y ayuda.

Considerar una imagen de la muerte como una santa “es un absurdo”, ha dicho el cardenal Norberto Rivera, ex arzobispo primado de México. “Todo cristiano, se supone, está a favor de la vida y no de la muerte”. Según algunos, en 2016, durante su visita a México, el papa Francisco condenó su culto diciendo: “hay tantos que seducidos por la potencia vacía del mundo, exaltan las quimeras y se revisten de sus macabros símbolos para comercializar la muerte”.

Pero la Iglesia católica, dice este medio, está perdiendo la batalla contra la Santa Muerte, famosa por ser adorada por narcotraficantes, aunque en realidad es venerada por todo tipo de personas, desde obreros, policías, doctores y hasta maestros. “Cada vez que (los periodistas) vienen a entrevistarnos, están buscando delincuentes pero no los encuentran”, aclara Enriqueta Vargas, la ministra de uno de los santuarios de la Ciudad de México.

“Ha logrado tener entre diez y 12 millones de devotos en sus 12 años de existencia pública”, asegura Andrew Chesnut, autor de Devoted to Death, primer libro que se publica en inglés sobre este culto. Antes de 2001, se adoraba a la Santa Muerte en la clandestinidad de los hogares de sus seguidores, que montaban santuarios dedicados a la siniestra figura en sus armarios. Sin embargo, desde que Enriqueta Romero reveló el primer santuario público dedicado a la Santa en el barrio de Tepito, en la Ciudad de México, no tardaron en aparecer seguidores por todo el país, en Centroamérica y en ciudades estadunidenses con fuerte presencia de población latina, como Los Ángeles y Houston. Chesnut incluso afirma haber hallado indicios del culto a la Santa Muerte en Japón, Australia y las Filipinas.

“No hay ningún otro movimiento religioso de reciente aparición capaz de competir con este crecimiento vertiginoso”, concluye Chesnut. Si bien, fue en 2001 cuando se erigió el primer altar a la Santa Muerte en el corazón de Tepito, en la Ciudad de México, este rito poco aceptado en la modernidad posa sus orígenes en el México prehispánico.

En la antigüedad, el equilibrio de la vida no podía darlo sino la muerte. Figura en la filosofía prehispánica como una divinidad: Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl –dios y diosa de la muerte, protectores del Mictlán– en la cultura azteca, o Ah Puch, dios del Xibalbá o inframundo, en la cultura maya. Como todas las energías que dialogan sobre el cosmos, la muerte fue un referente para ofrendar al menos desde hace unos tres mil años. Y el hecho mismo de venerarla tan frecuentemente resultaba un recordatorio para no temer a su carácter desconocido.

A pesar de que recientemente se ha disparado en popularidad, a la Santa Muerte se le ha hecho referencia en la cultura mexicana desde tiempos de la colonia española. Cuando los colonizadores católicos trataron de evangelizar a los nativos de México, trajeron imágenes de la parca femeninos como una representación de la muerte. Sin embargo, las culturas maya y azteca ya tenían deidades de la muerte. Y así la figura esquelética fue adoptada en la cultura como una especie de santa muerte híbrida.

Ella también es mencionada dos veces en los registros históricos de la Inquisición A finales del siglo XVIII, los indígenas adaptaron imágenes españolas de La Parca en la Santa Muerte provocando que los inquisidores católicos españoles destruyeran sus incipientes capillas. Después de eso, su veneración se mantuvo en la clandestinidad hasta que antropólogos encontraron a algunos de sus devotos en la década de 1940

Un aspecto peculiar sobre la cultura ancestral mexicana que interesa en el mundo, es el hecho de poseer a la muerte en la cotidianidad. La capacidad de reírnos y aceptarla con alegría como un destino, forma parte de una tradición milenaria que llevamos los mexicanos en la sangre. No sorprende pensar, por ejemplo, que los días 1 y 2 de noviembre se celebran a los muertos con flores y colores folclóricos.

Pero el culto a la Santa Muerte fue más allá del papel metafórico-espiritual. El siglo XX fue testigo del nacimiento de un sincretismo extraordinario, donde el culto a la muerte y el catolicismo mostraron una versión alterna de una de tantas prácticas paganas de la época. La adoración de un esqueleto al que llamaban “muerte” fue santificado al igual que un santo católico, ocultándose por siglos del señalamiento cristiano. Tuvo un segundo aire en los años sesentas, pero con las reformas creadas a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, en los años 90’s, se popularizó oficialmente como un fenómeno religioso.

Contrario a lo que muchos piensan, la figura de la Santa Muerte es un símbolo de justicia, más no de venganza. La imagen que de ella se ha difundido en miles de réplicas de todos tamaños sostiene en sus manos una balanza de equidad. Su fin primordial es el de interceder a favor del milagro. Sus creyentes piden principalmente por amor, dinero, buena suerte y protección.

Hoy en día alrededor de 5 millones de devotos mexicanos de la Santa Muerte portan su imagen en distintas formas peculiares. Collares, pulseras o tatuajes; en camisetas, en las paredes de sus casas, en la música y por supuesto en altares de todos tamaños. Y aunque el número de creyentes ha bajado considerablemente en los últimos años, y con la aparición de San Judas Tadeo –también, un santo de los milagros–, la muerte sigue siendo un símbolo en la psique colectiva de México, hoy y siempre.

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3. Nicaragua: una joven muere quemada en un supuesto “exorcismo” de un grupo evangélico.

FUENTE: BBC

 

 

Amanecía cuando sacaron a Vilma Trujillo de la iglesia Visión Celestial –una cabaña de madera oscura, donde la habían tenido encerrada durante casi una semana– y la amarraron a un árbol de guayaba. La mujer, de 25 años, había sido llevada ahí después de que empezara a tener alucinaciones y a hablar sola. Por su propio bien, le habían dicho. Porque las oraciones eran el antídoto para los demonios que la habían poseído. Lo cuenta Vicky Baker en BBC.

“Decía cosas raras”, recuerda su tía, Ángela García. “Le dijo a su hermana (que estaba embarazada) que no iba a tener un bebé, sino una serpiente”, cuenta. “Lloraba, se arrodillaba, hablada del diablo. Nunca la había visto así”, agrega. La familia era consciente de que Vilma necesitaba ayuda. Pero el doctor más cercano estaba a casi un día de camino desde ese puñado de casitas pobres dispersas en las selvas del noreste de Nicaragua conocido como El Cortezal.

Así que, a falta de médico, mandaron a llamar al joven pastor de la iglesia evangélica a la que la joven se había sumado recientemente. Juan Gregorio Rocha, de 23 años, les dijo que podía ayudar. Junto a sus seguidores la guió por el camino lodoso que lleva hasta la iglesia Visión Celestial, la que se alza en un rincón solitario de una colina ubicada a una hora de camino. Ahí la tuvieron durante días, sin darle agua ni alimentos, mientras miembros de la iglesia rezaban por ella.

Cuando sus familiares trataron de visitarla, les dijeron que “todavía no estaba curada” y los mandaron de regreso. Aunque Vilma había llegado hasta ahí voluntariamente, eventualmente no pudo más, y trató de escapar armada con un machete; sin éxito. Y en la sexta noche, uno de los miembros de la congregación dijo haber tenido una revelación divina: Dios le había enviado el mensaje de que los demonios podían ser expulsados con fuego.

Entonces, Juan Rocha empezó a organizar las cosas, ayudado por una docena de creyentes. Algunos empezaron a construir una pira, otros fueron a buscar más leña. Fue en este punto cuando sacaron a Vilma y la amarraron al árbol de guayaba que estaba al lado de la hoguera. A día de hoy no está claro si la empujaron al fuego o si este creció hasta envolverla, pero pronto las llamas empezaron a arañarle la piel.

“¡Me voy a morir, me voy a morir!” gritó la joven, según su hermana de 15 años, quien estaba rezando en la iglesia cuando escuchó los gritos. Paralizada por la conmoción, la adolescente también oyó cómo sus mayores exclamaban que pronto Vilma iba a resucitar, libre de todo tormento. Pasaron horas antes de que uno de los miembros del grupo rompiera filas y le dijera a su hermana que corriera a buscar ayuda.

Contexto del suceso

El Cortezal no aparece en Google Maps, ni siquiera en la mayoría de los mapas locales. Ubicado en plena montaña –en un lugar donde todavía queman selva virgen para crear tierra cultivable– no cuenta con electricidad, ni teléfono, ni policía, ni doctores. Por no tener, no tiene ni siquiera una tienda. Rosita es la ciudad más cercana a El Cortezal. Para llegar tuve que viajar diez horas desde el pueblo más cercano, Rosita: dos horas en un 4x4, cuatro horas a pie y más de dos horas a lomo de mula.

La señal de celular es casi inexistente, confinada a unos pocos lugares en las zonas más elevadas. Eso significa que el único lugar donde la hermana de Vilma podía conseguir ayuda era la granja de su tía. Así que corrió por los senderos llenos de maleza, subiendo y bajando, hasta que llegó sin aliento y casi sin poder hablar. “La quemaron”, fue lo único que atinó a decir.

El grupo de rescate encabezado por el padre de Vilma, Catalino López Trujillo, llegó al lugar a mediodía, cuando las últimas llamas todavía ardían. Catalino encontró a su hija desnuda, con quemaduras en el 80 % de su cuerpo. Apenas consciente, ella le pidió agua. Sus sobrinos le ayudaron a llevar a la joven a la casa de Ángela. Y una vez ahí, Vilma encontró fuerzas para tratar de tranquilizar a su lloroso hijo de cinco años. “Los pastorcitos me bautizaron”, le dijo.

Catalino luego juntó a varios parientes, tíos y sobrinos, para improvisar una camilla con dos palos y una hamaca. Todos emprendieron camino antes del amanecer del día siguiente, cargándola durante 12 horas por montes y ríos, luchando para no resbalar en los lodosos caminos de la selva. Cuando finalmente llegaron a Rosita, los doctores inmediatamente se dieron cuenta que las heridas eran demasiado graves para ser tratadas localmente. La llevaron al aeropuerto, ubicado a unos 30 kilómetros de distancia, y desde ahí por avión hasta la capital, Managua. Pero ya era demasiado tarde. Vilma Trujillo García murió el 28 de febrero por causa de un edema pulmonar –con sus pulmones llenos de sangre– e insuficiencia orgánica múltiple.

Cronología

15 de febrero de 2017 - Vilma Trujillo García es llevada a la iglesia

21 de febrero - A las 5:00 a. m. encienden la hoguera; su padre, Catalino López Trujillo, la encuentra a mediodía

22 de febrero - Vilma es llevada de El Cortezal a Rosita

23 de febrero - Traslado por vía aérea a Managua

28 de febrero - Vilma muere en el hospital

“¿Por qué la quemaron?”

Pocas huellas quedan ya del crimen que se produjo en El Cortezal. Donde estuvo la hoguera ahora crece abundante hierba y maleza, regadas por una temporada lluviosa que aquí dura más de seis meses. Sólo una rama chamuscada y algunas pulgadas de cuerda deshilachada dan constancia del horror que Vilma Trujillo padeció aquí.

Nicaragua no es ajena a los crímenes violentos, pero también es uno de los países más seguros de Centroamérica, por lo que el supuesto “exorcismo” sacudió a la nación. En cuanto se supo lo ocurrido, numerosos medios se trasladaron a Rosita, uno de los tres pueblos del llamado “triángulo minero”, donde cazadores de fortuna han estado buscando oro desde principios del siglo XIX. Y las cámaras de televisión capturaron al confundido pastor –con una camisa rosa y una gorra celeste, con apariencia mucho más joven que sus 23 años– sentado en la parte de atrás de una camioneta mientras era interrogado por un grupo de combativos periodistas.

“¿Por qué la quemaron?”, le pregunta uno, poco antes de que se lo lleve la policía. “No”, corrige Juan Rocha. “Fue cuando íbamos a orar, ella se suspendió en espíritu, se suspendió y cayó en el fuego”, explica. Y mientras contesta una pregunta tras otra, hay una reveladora interrupción. Uno de sus colaboradores –su cuñado, Franklin Jarquín– mira fríamente a la cámara y dice: “Es que ella cometió un error ante Dios. Ella falló. Porque ella tenía un compañero de vida y cometió un error con otro hombre”.

Tanto Juan Rocha como su hermano, Pedro José, su hermana, Tomasa, y el esposo de esta, Franklin Jarquín, fueron acusados por secuestro y asesinato. Los mismos cargos también se formularon en contra de una quinta participante, la mujer que dijo haber recibido la “revelación” sobre el uso de fuego: Esneyda del Socorro Orozco Téllez. Los cinco acusados fueron condenados a penas que van de los 30 a los 36 años de cárcel.

Cuando el caso llegó a juicio en Managua, los asistentes dijeron no haber visto evidencia de remordimientos por parte de los acusados, todos veinteañeros. Y cuando el 9 de mayo el juez los sentenció a penas de 30 y 36 años de cárcel, también los acusó de haber actuado “con alevosía, saña y abuso de confianza”.

Pero el crimen partió a El Cortezal. El compañero de Vilma –que estaba de viaje en el momento del asesinato– se fue a vivir a otra parte, llevándose con él a la hija de dos años de ambos. El primer hijo de Vilma –producto de otra relación– está viviendo con el hermano de ésta, mientras que Juan Rocha y sus hermanos dejaron a sus 10 hijos al cuidado de sus padres. Esnayda Orozco Téllez, que estaba embarazada en el momento del juicio, ahora está criando a su hijo en la cárcel.

Ángela cuenta que le dijeron que si testificaba en el juicio le iban a quemar la casa y en varios de sus testimonios la familia parecía contenida, como si quisiera proteger a uno de los acusados. “Aquí las amenazas de muerte no son solo palabras”, me explicó luego un nicaragüense. El juicio capturó la atención de numerosos medios. “Hubo una gran conmoción”, reconoce Ángela, con una voz suave que canta hasta las palabras más pesadas. Por su propia seguridad, ella se fue a vivir a más de 100 kilómetros de distancia, a San Miguel de Casa de Alto, de donde es originaria su familia y donde Vilma está enterrada. “Tuvimos que dejar nuestras cosechas, que se perdieron. No teníamos nada para comer”, cuenta.

La orgullosa matriarca ahora está de regreso en su casa, pero dice que las tensiones aumentan a medida que se acerca el aniversario de la muerte de Vilma. Me cuenta que una semana antes de que nos viéramos, empezó a notar que un hombre armado sospechoso andaba rondando, despertando su sensación de malestar. Una tarde, durante la semana, encuentro su casa llena con familiares de todas las generaciones, desde su último nieto, a quien acunan en la hamaca de la esquina, a su propia anciana madre, que supervisa una olla de arroz que se cuece sobre una estufa de leña.

Fuera la ropa se seca guindada en alambres de púas mientras un pequeño cerdo trata de entrar a la sala, decorada temporalmente para una celebración católica. Únicamente Vilma y su hermana menor se habían pasado a la iglesia evangélica. Sus padres y la mayoría del resto de la familia son católicos, y Ángela dice que las muchachas querían empezar de nuevo, tal vez recobrar algo de esperanza, luego de la muerte por cáncer de su madre. Vilma se había volcado a participar en los encuentros y cantaba en el coro.

El joven pastor, por su parte, era el hijo de un campesino de la localidad, pero había completado algunos años de escuela. Y a la gente mayoritariamente analfabeta de El Cortezal les parecía lo suficientemente capacitado para dirigir la iglesia (Visión Celestial), construida pocos años antes en tierra donada por un benefactor local.

Cuando habla de Vilma, Ángela sonríe con cariño. “¡Era tan amable, tan servicial! Todo el mundo habla bien de las personas después que se mueren, pero es verdad”, dice. Vilma vivía en la casa de al lado, donde hacía dulces, queso fresco y pan, para la venta. “Trabajaba más que la mayoría”, asegura Ángela. Nadie nunca sabrá qué estaba afectando a Vilma en las semanas antes de su muerte. Hay varios rumores, que tampoco podrán ser probados, incluyendo que había sido drogada y violada por un poderoso hombre de la comunidad.

Eso fue lo que hizo que la iglesia la acusara de haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio, sin hacer diferencia entre violación y adulterio. Le pregunto a Ángela si puede confirmar el rumor, pero me dice que no. “Lo he oído, pero nadie me ha dicho nada”, dice. Su hermana adolescente no quiere hablar de lo que ocurrió en la noche del “exorcismo”. “Yo no le pregunto nada”, dice Ángela. “Ella no quiere hablar”. Su hijo pequeño, que la vio regresar toda quemada, también mantiene silencio sobre el tema. Pero Ángela dice que los dos están bien.

Miuriel Gutiérrez, que trabaja para una organización de mujeres en Rosita, no está segura. Se preocupa sobre todo por la hermana, con la que pasó algo de tiempo en los días que siguieron a la muerte de Vilma. “Estaba en estado de shock. La imagen que se le quedó grabada es la de su hermana siendo quemada viva”, dice. “Desde entonces hemos hablado por teléfono unas cuantas veces. Ella dice que está bien, pero no quiere regresar a la iglesia”.

“Asesinada por ser mujer”

Cuando le digo a la gente que vine a Nicaragua para entender mejor la historia de Vilma Trujillo, la mayoría inmediatamente reconoce el nombre y hace una mueca de dolor. “Oh, sí, eso fue horrible, horrible”, dicen, sacudiendo la cabeza. La cobertura del caso fue intensa, con actualizaciones constantes en las portadas de los periódicos y los noticieros de la noche. Las conferencias de prensa de la policía fueron transmitidas por Facebook Live.

Cuando el portal El 19 Digital hizo un resumen de “hechos lamentables que marcaron la historia de Nicaragua durante el 2017”, la muerte de Vilma ocupó un lugar destacado. El hecho “puso en alarma a miles de nicaragüenses, quienes desconcertados por lo ocurrido se sumaron al dolor de la madre de la fallecida y sus hijos”, se lee en el resumen. En ese artículo, como en la mayoría de la cobertura local, la muerte de Vilma fue calificada tanto de asesinato como de “femicidio”, una palabra que en las sociedades machistas de América Latina por lo general describe algo más complejo que el simple asesinato de una mujer.

Para las feministas, el femicidio es mucho más que el asesinato de una mujer. “El femicidio es un crimen de odio”, dice enfáticamente Magally Quintana, mientras apaga la colilla de su cigarrillo. “Significa que te mataron porque sos una mujer. Tal vez fue tu pareja, tal vez fue luego de haber sido violada o atacada sexualmente”, explica. Quintana es una veterana luchadora a favor de los derechos de las mujeres y ayudó a fundar el grupo Católicas por el Derecho a Decidir cuando, hace 12 años, el aborto fue declarado completamente ilegal en Nicaragua, incluso en casos de violación o cuando el embarazo pone en peligro la vida de la mujer. En la actualidad, el grupo también hace campaña contra la violencia de género y tiene su oficina en una tranquila calle de la capital, Managua.

Cuando las visito, en diciembre, Magally justo está terminando un boletín con un sombrío resumen de fin de año que incluye un conteo de los femicidios. Según Católicas por el Derecho a Decidir, fueron 51 en 2017, incluyendo el de Vilma. “Usar a palabra 'femicidio' ayuda a hacer el problema visible”, dice Magally. “Pone de manifiesto la desigualdad en una sociedad donde los hombres son los que deciden como vivís y morís”.

El término fue acuñado por la feminista estadounidense Diana Rusell en la década de 1970, en un esfuerzo por destacar la larga historia de muertes por motivos de género, desde la quemadura de brujas y los “asesinatos de honor” a la muerte de mujeres abusadas por causa de enfermedades de transmisión sexual o abortos fallidos. Pero el término en realidad despegó después de la ola de violencia en contra de las mujeres de Ciudad Juárez, México, en la década de 1990.

Por toda América Latina y el Caribe se han producido esfuerzos por tratar de tipificar al femicidio (o feminicidio) como un crimen específico. Y 18 países de la región, incluyendo a Nicaragua, han sucumbido ante la presión. En Nicaragua el femicidio ya es un crimen específico. Mientras estoy en el país se produce otro caso: una mujer de 20 años, supuestamente asesinada por su novio, guardia de seguridad, a las afueras de un centro comercial. Testigos dicen que después de dispararle seis veces sopló triunfante el cañón de su pistola.

El gobierno inmediatamente promete analizar restricciones para la portación de armas del personal de seguridad, pero Quintana dice que el problema no son las armas sino una forma de pensar: la idea de que los hombres son los dueños de los cuerpos de las mujeres y que pueden disponer de ellas cuando no hacen lo que el hombre quiere.

¿Fue entonces el de Vilma un caso de femicidio? Técnicamente, no, porque según la ley nicaragüense este crimen solamente puede ser cometido por alguien que haya tenido relaciones íntimas con la víctima. Pero las activistas argumentan que si Vilma hubiera sido un hombre no la habrían encerrado, negándole agua y alimentos, para quemarla después, pues el pastor no se habría sentido autorizado a tratar a un hombre así, y si lo hubiera hecho otros en la comunidad seguramente habrían protestado. Y más importante aún, apuntan, Vilma fue castigada por haber tenido sexo fuera del matrimonio. En las sociedades machistas no solo hay un doble estándar para hombres y para mujeres cuando de adulterio se trata, sino que incluso se culpa a las mujeres cuando han sido violadas.

La calle principal de Rosita está llena de ferreterías, minimercados y bares en los que se puede dejar guardada la pistola en un casillero mientras se canta al karaoke. Hay taxis y motocicletas que pululan por entre los baches y vendedores de helados en bicicleta que constantemente hacen sonar una campanita para atraer nuevos clientes. El Colectivo Gaviota está al final de la calle, justo en frente de un vetusto estadio de béisbol y en frente de una colina desnuda, devastada por los mineros y abandonada después.

La oficina es austera, con las paredes llenas de posters de salud pública que ofrecen información o consejos sobre VIH, embarazo adolescente y violencia de género. “Soy mujer y tengo derechos”, dice uno de ellos, en español y un idioma indígena local. Este es el grupo de mujeres dirigido por Miuriel Gutiérrez y otras dos madres solteras: su propia madre y Brenda Miguel, una representante de la comunidad indígena mayangna.

En 2017, Rosita tuvo el récord de muertes violentas en el país, en su mayoría como resultado de conflictos por tierras. Pero los ataques en contra de mujeres también fueron un problema. Y, para Gutiérrez, en la lucha contra la violencia de género, la mitad de la batalla es obtener el apoyo de la comunidad. Como ejemplo menciona un caso reciente en el que un hombre atacó a su esposa con un machete, porque ella se rehusaba a tener relaciones sexuales. Después de una larga rehabilitación, ahora puede caminar “más o menos”.

Pero Gutiérrez considera esa caso un éxito porque los vecinos espantaron al atacante cuando oyeron los gritos y decidieron testificar en su contra en el juicio, lo que permitió enviarlo a prisión. “No vamos a acabar con la violencia contra las mujeres si la gente no reconoce este tipo de cosas como violencia”, dice. “La gente lo ve como algo normal, como una forma de ponerle orden a las mujeres que se portan mal”.

Una de las formas con la que Gutiérrez trata de cambiar mentalidades es con su programa de radio en la estación comunitaria Radio Uraccan, el que se transmite dos días a la semana. Durante una hora recibe llamadas telefónicas sobre diversos temas tabú, como aborto, derechos de la comunidad LGBT y trabajo sexual. Me lleva al estudio, donde los estantes están llenos de viejos casetes con etiquetas como Éxitos Tropicales, Baladas de Amor y Reggaemanía.

“Yo prefiero tocar música feminista nicaragüense”, me dice mientras me presenta el trabajo de la cantautora local Gaby Baca, cuyas letras van de la celebración de la amistad femenina a la condena del acoso callejero. Gutiérrez usó su programa para compartir la noticia de la muerte de Vilma y dar detalles sobre el juicio, y cuando le preguntó a sus oyentes sobre la sentencia, las reacciones fueron mixtas. “Alguna gente llamó para decir que la violencia había sido brutal y que estaban de acuerdo con el juez”. “Pero otros dijeron que no estaban de acuerdo y otros ni siquiera entendían por qué estábamos dedicándole tiempo al asunto”.

Durante el último año ha regresado varias veces a El Cortezal para visitar a los parientes de Vilma y ofrecerles apoyo. Dice que el asesinato también ha tenido un profundo efecto en las comunidades aledañas. “La gente empezó a decir 'Tené cuidado. No dejés que lo que le pasó a Vilma te pase a vos'“, dice. “Ahora le ponemos más atención a la forma en la que se practica la religión”.

La reacción de las Asambleas de Dios

El superintendente de las Asambleas de Dios en Nicaragua, Rafael Arista, responde al teléfono con un tono de cansancio en la voz, dejando en claro que preferiría no tener que volver a hablar sobre Vilma Trujillo. Está tratando de ser receptivo, pero exhala profundamente nada más le pregunto sobre Juan Rocha, el pastor de la iglesia Visión Celestial de El Cortezal. “Desgraciadamente fue la prensa la que empezó a usar la palabra 'pastor'“, suspira. “No teníamos ningún pastor con ese nombre. Fueron los periodistas los que empezaron a decirle pastor y eso fue porque querían ensuciar el nombre de las Asambleas de Dios”.

Rocha era más un predicador laico que un pastor, continúa. Y la iglesia Visón Celestial, aunque parte de Asambleas de Dios, no era “lo que podríamos llamar una iglesia organizada”. Él la definiría más bien como una “potencial” futura iglesia. Está claro que está perdiendo la paciencia con mis preguntas, aunque no he hecho más que empezar. “En más de 100 años nunca había ocurrido nada como esto”, me dice irritado. “¿Por qué no mencionan las cosas buenas que hacemos, como construir casas y manejar escuelas para sordos?”.

Efectivamente, las Asambleas de Dios tienen muchos proyectos de ese tipo. Yo vi una de esas escuelas para niños sordos en Managua. Está ubicada al lado de las oficinas de las Asambleas de Dios y de la Universidad Martín Lutero, que también es financiada por la organización. Fundadas en el estado de Arkansas, Estados Unidos, en 1914, las Asambleas de Dios actualmente tienen más de 67 millones de miembros en 200 países.

En Nicaragua, tiene más de 600.000 seguidores, equivalente al 10 % de la población. Y sus operaciones e iniciativas de caridad son financiadas por sus miembros, a los que se anima a donar el 10 % de sus ingresos a la iglesia. Ángela García dice que incluso Vilma le daba al pastor un porcentaje de lo que ganaba vendiendo dulces.

La iglesia se opone vehemente a las relaciones sexuales fuera del matrimonio, el aborto y la homosexualidad. “Tal vez ninguna otra área de pecaminosidad ha provocado tanta devastación y decadencia en nuestro mundo”, dice en su sitio web de las relaciones sexuales que se dan fuera de los matrimonios monógamos, heterosexuales y vitalicios.

Pero Asambleas de Dios no es la única iglesia evangélica que ha crecido exponencialmente en Nicaragua. Incluso los pueblos más pequeños tienen varias iglesias con diferentes tonalidades. Mientras, el porcentaje de la población que se identifica como católica ha pasado del 90 % a aproximadamente un 50 %, según datos del Pew Research Center.

Por lo pronto, mi conversación con el pastor Arista deja en claro la versión oficial sobre el caso de Vilma Trujillo. Para empezar, Juan Rocha no era un pastor reconocido. Pero, además, las Asambleas de Dios no practican exorcismos violentos. Después de eso, sin embargo, el mensaje resulta inesperado. Cada vez que pregunto sobre Vilma o su familia, Arista expresa simpatía por los perpetradores. Primero dice que sus sentencias fueron excesivas, luego sugiere que podrían ser inocentes.

“En mi opinión, esta joven puede haberse tirado ella misma al fuego”, dice. “Porque no creo que cinco personas que están rezando vayan a ponerse todas de acuerdo para tirar a alguien a las llamas”. Buena parte de la entrevista de una hora la dedica a arremeter contra los medios, a los que acusa de haber exagerado los aspectos más sensacionalistas del caso. Dice que se debería poner más atención en los niños de los cinco jóvenes padres condenados.

“Está claro que hay mucha gente a la que no le interesa el sufrimiento de los niños, los niños que se mueren de hambre. Lo único que interesa en las noticias es una mujer muerta y, desgraciadamente, eso ya es pasado”, dice. Es innegablemente horrible que tantos niños se hayan visto afectados por el caso. Los padres condenados están en una cárcel lejos de su hogar, lo que hace casi imposible que sus familiares puedan visitarlos. Pero el pastor Arista lo ha hecho.

Le pregunto entonces por los hijos de Vilma, ¿también los va a visitar? ¿Y a su hermana, una miembro de la iglesia que vio todo lo que pasó? “Fuimos una vez pero no pudimos cruzar el río. Les pasamos algunas cosas, pero, sí, estamos atendiendo a todos los niños”, asegura. La familia, sin embargo, dice no haber sabido nada de ellos. Cuando terminamos de hablar, me dice que hay suficientes pruebas de que “esa loca” se quemó ella sola. No profundiza, pero ninguna prueba en ese sentido fue presentada ante el tribunal.

Cuelgo el teléfono algo desconcertada. No esperaba que asumiera algún tipo de responsabilidad personal por lo ocurrido, pero incluso después de la movilización y las protestas generadas por la muerte de Vilma parece sordo a los sentimientos de una buena parte del país. Cada vez que le di una oportunidad para mostrar algo de empatía hacia Vilma y su familia me topé con una pared.

Pero manifestantes furiosos le tiraron piedras a la iglesia de las Asambleas de Dios en Rosita después de la muerte de Vilma. Y el pastor local, Saba Calderón Tobares, parece entender mejor el sentimiento popular. Para empezar, acepta que los presos cometieron un crimen. “¿Cómo fue que ninguno de ellos reflexionó y dijo 'Esto no está bien'?”, se pregunta. También acepta que es bastante probable que Vilma tuviera un problema mental en lugar de estar poseída por el demonio, por lo que no era necesario un exorcismo.

No está claro cuál de los dos pastores –Arista o Calderón– es más representativo del conjunto de la iglesia, aunque el antecesor de Rafael Arista como superintendente de las Asambleas de Dios, Saturnino Cerrato, expresó una posición todavía más dura por televisión. No había dudas, dijo, de que se trataba de un caso de posesión demoniaca. “Existe el diablo, existen los demonios”, dijo. “Eso es precisamente lo que mantiene a la sociedad, a esta sociedad, con tanto problema”.

Pero el psiquiatra José Miguel Salmerón, quien ha estado siguiendo de cerca el caso de Vilma Trujillo, advierte sobre los riesgos de “una forma de entender el mundo que era común en la edad media”. Dice que aunque no es posible diagnosticar a Vilma póstumamente, sus síntomas –incluyendo las referencias al demonio– son comunes en los hospitales psiquiátricos. “A la mayoría de la población nicaragüense no le interesa la salud mental. La gente prefiere explicaciones sobrenaturales”, dice.

“Y la clave para cambiar es más educación en las escuelas, más biología y ciencias naturales. Necesitamos crear espacio para el razonamiento crítico y el pensamiento secular. Necesitamos separar la religión de nuestras interpretaciones sobre el mundo que nos rodea”.

La discusión religiosa

En Nicaragua las feministas y las iglesias católica y evangélica llevan rato tirando en direcciones opuestas. Las iglesias obtuvieron una importante victoria en 2006, cuando legalmente se prohibió el aborto en cualquier circunstancia. Seis años después, fueron las activistas por los derechos de las mujeres las que celebraron que el país aprobó una ley contra la violencia de género, la Ley 779.

Esta ley tipificó al feminicidio como delito y prohibió una controversial práctica conocida como mediación, que se empleaba en casos de denuncias de violencia doméstica. En esos casos, en lugar de iniciar una investigación criminal la policía citaba a las parejas para tratar de resolver el problema cara a cara. Las feministas habían denunciado la práctica como una forma de presionar a las mujeres para que se queden con una pareja abusiva, que además deja a los hombres sin castigo y en libertad para volver a atacarlas.

Pero la Iglesia la ve como una forma de evitar la ruptura familiar, por lo que hizo campaña a favor de la restitución de la mediación. Un obispo católico llegó incluso a declarar que “el nuevo número de la bestia no es 666 sino 779”. Una vez más, la victoria fue para la Iglesia: la Ley 779 fue debilitada y la política de mediación reinstalada para casos menores y cuando no existen antecedentes.

Y en 2014 las activistas sufrieron dos nuevos reveses. Primero, el crimen de femicidio fue limitado a los casos en los que el asesino ha tenido relaciones sexuales con la víctima. Y luego el presidente Daniel Ortega emitió un decreto ampliando el papel de los grupos comunitarios en la resolución de disputas domésticas, lo que hace todavía más difícil que las mujeres víctimas de violencia puedan acusar criminalmente. El gobierno de Ortega se autodefine como cristiano, socialista y solidario. La justificación fue tratar de mantener esos temas lejos de las comisarías de policía y de los tribunales. El mensaje general, bastante claro: solucionen sus problemas entre ustedes o involucren a su comunidad.

El gobierno sandinista también se está volviendo cada vez más religioso. Ortega –una vez mejor conocido como un líder revolucionario– se ha reinventado como un personaje piadoso que gobierna al lado de su esposa, Rosario Murillo, a la que nombró vicepresidente del país el año pasado. Y su gobierno se autodefine como “cristiano, socialista y solidario”, lo que sus simpatizantes ven como prueba de su verdadera devoción, pero algunos de sus críticos como una simple estrategia para ganar votos.

Después del asesinato de Vilma, sin embargo, el parlamento nicaragüense aprobó una ley más favorable a las feministas que a la Iglesia, estableciendo el crimen de causar la muerte por “fundamentalismo religioso”, para el que se establece una pena de 25 a 30 años de prisión. Muchas activistas lo ven como un gesto vacío. Pero también hay otros, algunos incluso en la iglesia, que creen que es un paso en la dirección correcta.

“La libertad religiosa no puede anular los derechos humanos básicos”, dice Bernan Bans, un fraile capuchino que vive en el municipio de El Rama, en el Caribe sur nicaragüense. Bans también dice que ha visto los efectos dañinos del fundamentalismo en su propia parroquia, específicamente la creencia en el diablo, al que la gente responsabiliza por todo, desde el uso de drogas hasta la homosexualidad.

“La historia de Vilma parece un caso aislado, pero detrás del mismo hay un contexto fértil, social, económica y culturalmente”, dice. “En las zonas rurales donde no hay educación, la gente se apoya en la magia y la fantasía. Y cuando aparece alguien que sabe leer, esa persona tiene un poder enorme”, explica. El pastor de El Cortezal, Juan Rocha, sólo había llegado hasta el cuarto grado (el nivel típico de un niño de 10 años), según su padre. Pero eso le bastó para ganarse el respeto de su comunidad.

Es posible que algunos de los lemas visibles en la pared de su iglesia hayan sido escritos por él, con todo y errores de ortografía. Otros, claramente fueron escritos por miembros de su devota congregación. “Yo soy el buen pastor, conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”, se lee en uno de ellos. “Que Dios bendiga su trabajo, Pastor Juan”, dice otro.

Vilma también sabía leer y escribir. Había llegado hasta tercer grado de primaria, pero tuvo que abandonar la escuela cuando quedó embarazada por primera vez. En opinión de Bans, es difícil separar los diferentes factores que la llevaron hasta su muerte: la falta de educación, la prevalencia de la violencia contra la mujer, el abuso de la religión y el estigma asociado a los problemas de salud mental. “Es como una muñeca rusa”, resume.

Miuriel Gutiérrez, sin embargo, cree que hay razones para la esperanza. Los vecinos que testificaron en contra del hombre que atacó a su mujer con un machete, por ejemplo. Pero además, recientemente hubo otro caso con semejanzas al de Vilma, pero con un final muy diferente. “Un día un muchacho tuvo una especie de ataque y lo sacaron del hospital a la fuerza para llevarlo a una iglesia evangélica”, me cuenta. Un grupo de hombres lo tenía agarrado mientras varias mujeres gritaban que estaba poseído.

“Pero algunos pensaban: 'Nooo, esto no puede pasar de nuevo'“, dice Gutiérrez. Además, un grupo de personas persiguió al grupo, filmando todo con sus celulares, y avisó a los medios locales. Pronto la situación se calmó y el muchacho fue devuelto a su padre, sin ningún daño. “Es como si se hubiera encendido una pequeña luz”, dice.

Magaly Quintana no está convencida de que la muerte de Vilma haya logrado cambiar algo. “De vez en cuando hay una gran reacción a un caso extremo, pero las muertes violentas no terminan”, dice. Pero Gutiérrez es más optimista. “No se puede resucitar a una mujer”, dice. “Pero este caso sentó un precedente muy importante en el país. A pesar de tantas condiciones adversas que afectan a las mujeres generó protestas, se hizo justicia y hasta se cambió la ley”. “Hay mucho por hacer aquí. Pero eso no significa que no podamos conseguirlo”.

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4. Una secta filipina golpea a sus miembros con machetes para hacerlos invencibles.

FUENTE: El Ciudadano

 

 

Una controvertida secta filipina afirma otorgar a los devotos “poderes para ser a prueba de balas”, golpeándolos con machetes pero milagrosamente sin extraerles sangre. Las nuevas imágenes que ha presentado el medio chileno El Ciudadano muestran a un miembro de la secta llamada “Rey de Hierro” realizando un ritual de iniciación que se cree que aleja a los espíritus malignos, cura enfermedades y bendice a los miembros con protección sobrehumana.

La organización, conocida localmente como Haring Bakal, se unió para combatir a la insurgencia musulmana en la década de 1970 con historias de combatientes intrépidos atacando en combate cuerpo a cuerpo a tropas armadas. Ahora, Haring Bakal ha encontrado un punto de apoyo en la nación principalmente católica con aproximadamente 100 miembros en total, incluidos policías y soldados que, según los informes, se han unido por su propia seguridad, a pesar de que el grupo ha sido etiquetado como una secta.

El sacerdote Angelito ‘Rambo’ Oreta, quien niega que sean una secta, dijo: “Además de curar a los enfermos, me uní a la protección de todos los que querían hacerme daño para no tener que darles la espalda. No se trata de bullying o problemas: el objetivo de Iron King es servir a sus semejantes, al país y al gobierno”.

Además añadió que “se encuentra en la Biblia, Ezequiel 21, la espada del Señor, que tendrás que ser bendecido con un machete porque así es como se te otorgará fortaleza y sabiduría. En el momento en que eres bendecido por piratería, ya no eres una persona común. Eres un soldado de Dios hasta el momento en que enfrentamos al enemigo. No somos un culto, somos un grupo espiritual que sirve por la oración y la fe en el Padre que creó todo en este mundo”.

El cineasta Nikon Celis, que participó en el ritual del machete, dijo que los rumores locales sobre el grupo lo obligaron a profundizar en su mundo. Describió la bendición, conocida localmente como anting-anting, como partes iguales, dolorosas y petrificantes, pero no podía dar ninguna explicación de por qué los poderosos golpes del machete no extraían sangre.

Nikon, de 32 años, dijo: “Escuché sobre este grupo que dice ofrecer protección contra balas y cuchillos. El sacerdote pretende poner un escudo invisible alrededor del cuerpo de la persona después de recitar oraciones en latín. Dijo que sólo un bendito de Haring Bakal puede hacer lo que hace”. Sin embargo el cineasta añade que “las personas de diferentes antecedentes cristianos los acusan de ser una secta debido a su práctica extraña que tal vez sea un tabú para algunas religiones”.

Nikon dijo que los seguidores se abstienen del sexo, la carne de cerdo los martes y viernes, y la carne de perro, y las groserías, porque supuestamente pierden su inmunidad a los cuchillos y las balas. Agregó: “ser escéptica, por supuesto, era aterrador. Nunca se sabe cuándo las cosas pueden salir mal. Y el ataque realmente duele cuando el machete golpea su cuerpo, se hace con toda su fuerza. Ni siquiera puedo creer que me dejé golpear nueve veces. No me siento como Superman: es una de las cosas más aterradoras que he hecho alguna vez”.

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5. Emiten una serie documental sobre la historia de la secta de Bhagwan Rajneesh (Osho).

FUENTE: Hipertextual – El Diario

 

 

Netflix recientemente estrenó en su catálogo el documental titulado Wild Wild Country. Dirigido por Chapman y Maclain Way, narra la historia (sorprendente y casi increíble) de un capítulo en la historia de Estados Unidos que tomó a todos por sorpresa, cuando el líder espiritual Bhagwan Shree Rajneesh (actualmente conocido como Osho) y sus seguidores construyeron una ciudad en las remotas tierras de Oregon. Lo cuenta Vonne Lara en Hipertextual.

Crítica de la serie

Lo que se desprende de esta historia es simplemente fascinante, sobre todo por el tratamiento que se le da en el documental de los hermanos Way, producida por otros talentosos hermanos, los Duplass. La serie documental Wild Wild Country se conforma por seis episodios de una hora de duración cada uno. Lo que al principio parece una simple historia de una secta y las enseñanzas de su líder se transforma en un relato sorprendente de tolerancia e intolerancia, atentados, ataques mediáticos y físicos, intentos de asesinato, intrigas y mucho más.

Todo comienza con la década de los años ochenta, cuando un pequeño poblado de Oregon, llamado Antelope, comenzó a vivir un episodio en su historia que sus habitantes jamás olvidarán. Cientos de personas vestidas de carmín –en toda su gama– comenzaron a llegar a una propiedad de cientos de hectáreas que había comprado el gurú de la India. En dicha tierra comenzaron a construir un enorme rancho, más valdría decir una ciudad, autosustentable, que acogería a los seguidores del líder espiritual que buscaba la iluminación de todos los habitantes del mundo.

Desde el principio conocemos la posición de los sorprendidos habitantes originales de Oregon. Tanto por entrevistas actuales de aquellos como de material original que conforma casi toda la serie. Por el otro lado conocemos la historia de los propios habitantes de la nueva ciudad llamada Rajneeshpuram y de la segunda a cargo del sueño de Bhagwan, Ma Anand Sheela. Ella fue la secretaria del líder espiritual y, en todo caso, la autora de la utópica ciudad y de los eventos posteriores.

“Wild Wild Country” tiene muchos aciertos como documental. Nos muestra material original valiosísimo de todos los implicados y de momentos clave en esta intrincada historia. Además, sus creadores confeccionaron otro material a base de entrevistas en la época actual con los principales implicados, tanto de la comunidad de Rajneeshpuram como de los sorprendidos habitantes de Oregon, así como de las autoridades que persiguieron e investigaron a la comunidad.

Y es que pronto nos damos cuenta de que se está hablando de una ciudad que se desintegró y de un líder que ya murió pero que su legado sigue cosechando frutos. Sin duda es una trama que nos cautiva y el documental paga muy bien las seis horas que nos lleva conocer esta historia tan sorprendente como fascinante. Otro acierto de este documental es que, contrario a lo que parece, se aleja de las enseñanzas de Bhagwan (aka Osho) y se centra en lo ocurrido a su alrededor, en las personas que forjaron su enorme imperio y en las muchas vicisitudes que atravesaron y de las que muchos no salieron limpios.

Se trata, pues, de una impecable serie documental presentada por los hermanos Way. Tanto si no conoces del tema, si habías o no escuchado de Osho, como si eres un seguidor de su filosofía, este documental tiene cosas muy valiosas a través de sus episodios. Los temas ahí tratados son muy importantes e interesantes y son abordados de forma muy inteligente, con una narrativa mucho más ligera de lo que podría pensarse. Wild Wild Country está disponible para todos los suscriptores de Netflix desde el 16 de marzo.

La historia de la secta de Osho

En El Diario, José Antonio Luna cuenta que Rajneesh, conocido como el “gurú del sexo”, se convirtió en líder de una religión con miles de seguidores para conseguir “un hombre nuevo”. Fueron acusados de múltiples intentos de asesinato, espionaje, e incluso de un atentado bioterrorista para intentar ganar unas elecciones.

1981, Oregón. Antelope, un pequeño pueblo situado en mitad de la nada con unos 50 habitantes, una oficina de correos, una escuela y una iglesia, se preparaba para recibir a miles de personas que romperían aquel clima “apacible” con el que su alcalde, John Silvertooth, describía el lugar. “Ya vienen, y eso causará un gran problema”, le indicaron. Las advertencias se quedaron cortas.

Bhagwan Rajneesh, más tarde conocido como Osho, llegaba al lugar en un Rolls Royce blindado ante la atónita mirada de los pueblerinos que allí vivían. Junto a él, cientos de personas con túnicas naranjas que se comportaban de un modo extraño y veneraban su figura, como si de un mismísimo dios se tratara. De hecho, es lo que era considerado: un líder sobrenatural en busca de “un nuevo hombre” que no es cristiano ni mahometano, sino alguien capaz de “vivir en armonía con el resto, sin nacionalidad, con espiritualidad y alejado del materialismo”. Era el comienzo de una religión new age, el movimiento Osho.

Con documentales como Making a murderer o Going Clear: Scientology and the Prison of Belief pudimos comprobar que el terror y el miedo no solo son propios de la ciencia ficción. En ocasiones, lo más sorprendente e ilógico se encuentra en casos que aunque no lo parezca existieron de verdad. Con Wild Wild Country Netflix repite la jugada.

En sólo seis episodios, de aproximadamente una hora cada uno, vemos cómo una historia de culto al líder termina convirtiéndose en un relato oscuro de engaños, atentados e intentos de asesinato. Fue el inicio de una ciudad utópica, una que miles de fieles apodados como sannyasin construyeron obedeciendo las órdenes de su profeta.

“No sabíamos que estábamos ante el caso más intoxicante de Estados Unidos, donde más escuchas se realizarían y ante el mayor fraude de inmigración”, confiesa un miembro del FBI en el reportaje. Antelope pasó a ser la comunidad Rajneeshpuram, un enclave internacional meca del hinduismo y las psicoterapias, de la meditación y de la espiritualidad, pero, sobre todo, del fanatismo.

“Me han acusado de una lista interminable de crímenes atroces, pero no han matado mi espíritu”, afirma con rotundidad Ma Anand Sheela, secretaria del maestro espiritual Osho y cabeza pensante de la organización religiosa. Fue responsable de organizar el colectivo como si de una gran multinacional se tratase, con capacidad para la autogestión y promoción de un movimiento que atrajo a personas de todo el mundo sin distinción de raza ni clase.

Bhagwan Rajneesh fue un gurú hindú crítico con Gandhi y las religiones ortodoxas por considerarlas represivas y materialistas. El “sabio” propone algo nuevo, una religión que se adapta a la vida del individuo sin afectar a su ámbito privado, que “no reprime el sexo como ha hecho las tradiciones”, sino que lo transforma en algo “más libre”. Precisamente por ello, se ganó el apodo de “el gurú del sexo”.

A partir de 1962 empezó a dirigir campos de meditación que, poco a poco, fueron ganando más adeptos. Aquella promesa revitalizadora y exótica se convirtió no sólo en una atracción turística, sino en el germen de toda una nueva civilización regida por sus propias reglas y valores. Ejemplo de ello es Jane Stork, una fiel creyente que también aparece en Wild Wild Country. Esta australiana decidió buscar una solución a sus problemas matrimoniales acudiendo a “un psicólogo” poco convencional. La solución a sus males, según este, pasaba por lo que definía como meditación dinámica. Es decir, un extraño baile seguido de saltos y gritos similares al minuto de odio visto descrito por Orwell en 1984. Después del caos, la “liberación”. Stork, sin ser demasiado consciente de ello, acabó metiéndose en una secta.

“Es una conexión que va más allá de la familia, es el amor”, indica en el documental quien poco después se convertiría en abogado de la Fundación Internacional Rajneesh. Al igual que Stork, decidió ir a Bombay para ponerse en manos de la deidad y abandonar aquella “vida tradicional y mundana” de la que ya estaba cansado.

Osho hablaba de espiritualidad, capitalismo y sexualidad, era todo un revolucionario que como las mejores estrellas de rock conseguía llenar estadios con 30.000 personas. Pero para él, no eran suficientes. Por ello, un día decidió abandonar la India para expandir su nueva comunidad en un lugar apropiado: Estados Unidos. ¿La responsable de hacerlo? Anand Sheela. Después de valorar distintas localizaciones, decidieron que “el país de la libertad y las oportunidades” era el adecuado porque su Constitución recoge el derecho a practicar una religión.

Lo primero era disponer de una superficie lo bastante enorme como para crear una nueva ciudad, y las 32.000 hectáreas del rancho Big Muddy, situado en Antelope (Oregón), parecían más que suficientes como punto de partida. No importaba que estuviera lleno de colinas ni el terreno escarpado y rocoso. Todo el trabajo estaba ahora en manos de los sannyasin y de Osho, que se dirigió al lugar en un avión 747 con toda una planta reservada para él.

No queremos hacer spoilers de Wild Wild Country, pero adelantamos que la gran marea de adeptos naranjas no se contentó con dominar el rancho. Comenzaron a tener problemas con el pueblo y se hicieron con la cafetería, la oficina de correos o incluso con su propio cuerpo de seguridad. De hecho, las pretensiones fueron incluso más allá y en 1984 se presentaron a las elecciones del condado de Wasco. Desde luego, no de forma democrática: fueron responsables de un ataque bioterrorista que provocó la intoxicación de 751 personas. ¿La intención? Incapacitar a gran parte de los votantes para vencer en las urnas. No obstante, esta fue solo una de las muchas prácticas llevadas a cabo por una secta convertida en grupo terrorista.

El de Bhagwan Rajneesh es un claro caso de lo que Max Weber define como “carisma rutinizado”, conseguido a través de la burocratización. Al igual que ha ocurrido en regímenes totalitarios como el nazismo, la burocracia se convierte en el instrumento perfecto para legitimar actos de dominación de un líder. Los cuadros del gurú, su aspecto de sabio o incluso la propia indumentaria naranja son elementos de una gran maquinaria para construir una figura mitificada, frente a la que se actúa con fe ciega. Hasta tal punto que, como refleja Wild Wild Country, algo presentado como comunitario y trascendental acaba respondiendo a intereses privados sin importar quién se interponga por el camino.

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6. La Comunidad Odinista de España dice contar con cerca de 20.000 miembros.

FUENTE: El Español

 

 

Los odinistas en España no cuentan con un censo oficial, aunque aseguran ser cerca de 20.000. Mientras aspiran a ser reconocidos por el Ministerio como una religión arraigada, una periodista de El Español, Marta Espartero, participa en la ceremonia de la llegada de la primavera.

Es mediodía en Navas de Jorquera (Albacete) y el viento arrecia, más que sopla. Pese a no encontrar ningún tipo de impedimento visual en los alrededores de este pequeño pueblo manchego, es difícil atisbar nada más que terrenos y terrenos de vides. Pero a las afueras, erigido entre brotes de uva, se levanta el único templo de España consagrado al culto a los dioses germanos. A Odín, a Thor, a Loki.

La Escandinavia más espiritual tiene sede manchega. A treinta minutos a pie desde el municipio albaceteño, o a apenas diez en coche, se encuentra el templo de Gaut. Pertenece a la Comunidad Odinista de España (COE): una religión neopagana, reconocida por el Ministerio de Justicia en 2007, que profesa la fe en Odín. Aunque pueda sonar extraterrestre.

Los odinistas en España no cuentan con un censo que acredite con seguridad el número de seguidores de su credo, tal y como explican ellos mismos a la reportera. Es difícil reunirlos a todos. Pero las cifras que manejan hablan por sí solas: no hay cuatro odinistas en nuestro país, sino que son “entre quince y veinte mil personas”. Habla Manuel Garzón, granadino de 38 años y vicepresidente de la COE.

El perfil de los odinistas españoles

El Español pasa con los odinistas españoles una jornada para celebrar una de sus ceremonias fijas en el calendario: el equinoccio de primavera. Es sábado 24 de marzo y, según el sol va llegando a su zénit, se arremolinan los fieles en torno al templo de Navas de Jorquera. La primera impresión nada más llegar es que se han venido al lugar más recóndito de La Mancha –nada a mano, sin carretera asfaltada, sin indicaciones viales– para honrar a los dioses. La segunda, nada más poner un pie dentro del lugar de culto, es que los odinistas españoles poco tienen que ver con los vikingos.

Olvídese de Chris Hemsworth encarnando a Thor en las películas de Marvel. También deje atrás la serie Vikings. “Nos ha hecho daño, aunque a nivel particular nos pueda gustar. Tiene su parte buena y su parte mala: así se puede conocer nuestra fe y que alguien llegue a sentir la llamada, pero también genera un estereotipo de que somos un grupo de gente que ha llevado hasta el extremo el fanatismo por los vikingos. Y no”, cuentan a la reportera.

El odinista español suele responder a dos arquetipos, dependiendo de la zona geográfica de la que sea. En el Levante se considera hija de Thor gente joven, de menos de 30 años, con relativa paridad de género. Suelen haber sentido la llamada de Odín gracias a internet, normalmente tras haber indagado en la cultura nórdica gracias a la música. Porque son rockeros y metaleros. Mucho. Los odinistas que han acudido a la celebración que va a atestiguar este periódico se corresponden con esta definición. Son integrantes de los kindreds –grupos locales o regionales de odinistas, el equivalente a las parroquias católicas– de Murcia y Valencia.

Por contra, está la mayoría de la comunidad. “En el noroeste español, por la zona de Galicia y Asturias, hay gente más adusta, más circunspecta. Rondan los cincuenta años y son predominantemente hombres. Suelen tener familias ya formadas y son paganos desde hace dos o tres décadas. Ellos, además, suelen tener estudios superiores”, detalla Garzón.

Testimonios personales

Entre la docena de chavales que han peregrinado hasta Albacete para celebrar un blot –ceremonia ritual– a Ostara –diosa de la primavera– hay de todo. Chicos que apenas han cumplido la mayoría de edad, personas que rondan la treintena y que se encuentran en el apogeo de su vida laboral. Así son Pere (19 años) y Dani (30), o Sigur, como le llaman sus colegas de fe. El primero ha viajado desde Valencia; el segundo, desde Murcia.

“Yo era ateo recalcitrante, de los que no concebía la existencia de ningún Dios y me reía de quien tuviera fe. Era un cabrón, para entendernos”, confiesa, entre risas, Dani. Es un chico alto, grande. Piel pálida y pelo oscuro. De profesión, programador. Pese al frío y al viento, se abriga únicamente con un gorro –que utiliza sólo a ratos– y con una chupa de cuero negro. La sonrisa rápidamente aflora cuando habla de sus inicios como hijo de Odín. Fue hace unos cuatro años.

Pere, por su parte, se convirtió bastante más joven. “Conocí el Odinismo cuando tenía 15 años. Y lo hice como todos generalmente, a través de internet, sacando mucha información y escalando peldaños”, cuenta. Su imagen contrasta con la de Sigur. Tiene una melena larga y cuidada que trata de proteger de las rachas de frío y viento bajo un sombrero de cuero. Es muy alto y su cara refleja más años de los que realmente lleva a sus espaldas. Llama la atención y lo sabe: es el único que no opta por abrigos para guarecerse, sino que utiliza una larga capa que, a veces, remata con una piel de conejo por encima. El look completo es un punto intermedio entre Jon Snow y un vaquero del oeste.

De familia católica, Pere sufrió una crisis de fe cuando comenzó la adolescencia. Tras un breve periodo de rechazo a cualquier tipo de religión, derivó en la adoración a “seres de la naturaleza. Al principio con ideas muy abstractas, adoraba animales que me gustaban de manera totémica”. Y utilizó esta catarsis como el pistoletazo de salida para investigar otras creencias.

“No me encajaba mucho la idea de tener que venerar a un dios casi por obligación. Necesitaba hacerlo no porque yo necesitara algo de ellos ni porque estuviese obligado, sino porque considerara que merecían mi devoción. Todo fueron peldaños y llegué al odinismo, que es realmente lo que ha encajado con mi fe y con mi espiritualidad”. Como la mayoría, ha sufrido, en cierto modo, la mirada de quien desconoce su religión. “En seguida se piensan que eres un hippie o friki. Es normal, es algo muy poco conocido. Pero en cuanto expresas lo que significa para ti esa fe y lo explicas, no hay ningún problema”.

El camino de todos los jóvenes presentes en Gaut fue medianamente similar. Es fácil comprender a unos chicos, espirituales, con una fe manifiesta, que no encontraron cómo encajar en la religión en la que se les había criado y se toparon con un camino que no sólo continuaba con sus gustos musicales, sino que podían actualizar a los tiempos que corren y adaptar a placer.

Doctrinas y ritos

Porque ésta no es una religión canónica que maneje unos dogmas. No hay revelación, no hay profeta. Tampoco escrituras sagradas. Adiós a la Biblia, a la Torá y al Corán. “El odinismo es, básicamente, neopaganismo germánico. Eso quiere decir que nuestra fe sigue el panteón nórdico y germánico. Creemos en Odín, creemos en Thor, creemos en Frey y en Freyja. Es una religión que, como todos los paganismos, rinde culto a la naturaleza y rinde culto a los ancestros”.

Habla Jack, murciano de 20 años. Él es el líder del kindred de Murcia. Fue uno de los pioneros de la nueva generación de odinistas españoles y, en parte, responsable del boom que está viviendo este credo. Entre sus palabras retumba un poso de reflexión poco habitual en gente de su quinta. “Experimentamos y vivimos ese lado de la religión como algo mucho más físico, mucho más carnal, muy centrado en el vitalismo y en el amor por lo que nos rodea en este mundo”.

Lo cierto es que, a simple vista, parece difícil disfrutar de la naturaleza en mitad de la nada albaceteña. En el templo de Gaut hace un frío impropio de la primavera que se pretende celebrar. Contribuye poderosamente el hecho de que no esté techado, a propósito. Los odinistas presentes se apiñan junto a las dos hogueras que han encendido entre las paredes del templo. Una la usarán como barbacoa, que la hora apremia. La otra será parte del ritual, que tendrá lugar a la hora del crepúsculo. No es una elección despreocupada: quieren que la naturaleza –el anochecer, en este caso– juegue un papel protagonista en el rito.

En el odinismo hay dos familias de dioses principales entre las 25 divinidades que conforman el panteón. Son los æsir y los vanir. El culto a los primeros está más relacionado con la guerra –la verdad, la justicia, la paz, la inteligencia, la energía–. Los vanir, en cambio, “son dioses que encarnan arquetipos de la naturaleza, como la fertilidad, las estaciones, el clima. Por eso ya, de base, hay una figura principal de la naturaleza dentro de la religión”, explica Jack.

“Es verdad que nosotros, cuando hacemos nuestros rituales, suelen ser en hofs, que son casas de montaña o en algún bosque, siempre en contacto con la naturaleza. No nos gusta meternos en un sitio encerrado de culto, pensamos que nuestros templos y nuestros lugares de culto tienen que estar en contacto con la naturaleza y así podemos acercarnos”. Así pues, no es necesario acudir al templo de Gaut para realizar una ceremonia odinista. Cualquier bosque, o entorno natural, serviría. Tampoco hay que formar parte de un kindred para ser odinista. Se puede ir por libre. “Festividades hay muchas y generalmente van ligadas a los ciclos del año: cuando cambian las estaciones, los solsticios, los equinoccios. También las hay ligadas a la época de la siembra, de la cosecha. Las más importantes son los solsticios: Midsummer –verano– y Yule –invierno–”, detalla Jack.

El templo, de paredes de piedra y con tres amplias estancias divididas entre sí, lo construyeron los propios miembros de la COE poco a poco. El terreno en el que se asienta era una herencia familiar del presidente de la agrupación, Ernesto García. Él fundó la COE en 1981 y comenzó con la construcción del lugar de culto en 2006. El de Gaut fue, durante mucho tiempo el único de Europa en estar activo. Ahora dispone de una sala principal, con un amplio altar, y un espacio central preparado para hacer fogatas, acampar dentro y hacer noche. En la segunda zona hay un pequeño altar y dos enterramientos de dos odinistas. En la tercera estancia, un área de preparación para los godi, los maestros de ceremonias que dirigen los ritos.

El godi del kindred de Murcia, y quien oficiará el ritual de hoy, es José. “Mi papel se podría asociar con uno sacerdotal, pero no es así realmente. El papel del godi es el de un maestro de ceremonias y quien se encarga junto al vidki de llevar una ceremonia para todo su kindred”. José llevará la voz cantante y actuará, grosso modo, de narrador y presentador. El vidki es el usuario de magia. Los odinistas afirman que se puede conocer el futuro a través de las runas.

El uso de las runas

Lo explica Pere, que es el vidki de su kindred en Valencia. “Somos hombres y mujeres que tenemos la capacidad de interpretar mensajes a través de las runas. Las runas son una herramienta ritual oráculo a través de la cual nos comunicamos con las nornas, que son las tejedoras del destino. Requiere de mucho estudio, labor meditativa y reflexión”, constata el joven. Pero no sólo se le puede dar este uso a las runas: los símbolos pueden tener un valor talismán. En el caso de Pere, él lo lleva en un colgante tallado en madera. Otros odinistas se han tatuado alguna. Por el templo de Gaut hay decenas de runas para dotar de magia y sacralizar el templo.

No hay, aseguran, diferencias de género en ningún papel dentro de esta religión. “Sí, claro, se puede decir que somos una religión feminista”, contesta Jack a la pregunta de la reportera. A priori, es difícil de creer, pues en el grupo que se reúne para honrar el equinoccio de primavera, apenas hay un par de chicas. Pero en la COE hay bastantes más mujeres. Madres, incluso, que se deciden por criar a sus hijos como vástagos de Odín y Thor. “Pero en serio, de verdad. Es tan real como que no somos vikingos”, ríe el líder de los odinistas murcianos.

Pero si hay un tema que les preocupa especialmente a los odinistas, más allá del movimiento feminista, es el uso que se le ha dado a sus símbolos, a los germánicos, a lo largo de la historia y cómo les repercute. En el altar del templo, por ejemplo, luce una enorme esvástica circular. A su alrededor, el futhark, el alfabeto rúnico. “Los símbolos germánicos existen desde la prehistoria”, mantiene Jack. Las tribus protogermánicas los usaron primero. Germanos y vikingos, después.

“A nivel histórico se vincula con el hitlerismo porque las SS utilizaron simbología que era germánica y que ellos reivindicaron, pero que también corrompieron, porque le dieron un simbolismo que no era el original. Nos molesta mucho que nos vinculen y nos relacionen con esas ideologías cuando nosotros pensamos que la religión es totalmente ajena a la política. No queremos vernos envueltos en ningún movimiento político, no queremos que se nos vea con ningún tipo de ideología. Lo que queremos es vivir nuestra cultura, vivir nuestra religión y que no se nos asocie a estas ideologías radicales”.

De hecho, hay una rama del odinismo español –los Watanistas– que son de extrema derecha. La COE no los reconoce como parte de la comunidad: “Desde nuestro punto de vista es un error, es algo completamente inadecuado. Somos una asociación de ámbito religioso y que por eso únicamente tenemos que encargarnos del culto”.

La búsqueda del “notorio arraigo”

La única lucha que mantienen los odinistas, de momento, es demostrar su arraigo en nuestro país. Si el Gobierno así lo creyera, tendrían potestad para oficiar ceremonias y rituales vinculantes, como bodas, bautizos o enterramientos. “Que vaya un godi a un hospital a visitarte o a la cárcel”. Ahora se pueden casar bajo esta religión, pero de manera simbólica a efectos legales.

“La última ley orgánica es completamente restrictiva a todas las religiones que quieran entrar a ser notorio arraigo. Las leyes son desorbitadas: tienes que estar en el censo 50 años, tiene que ser una religión que se haya trabajado en España en algún momento histórico, que sea una religión que se practique por X personas… Hay muchas restricciones. Especialmente la de antigüedad: el Odinismo es la religión pagana que más tiempo lleva en el censo español y apenas llevamos 20 años. Imagínate para estar 50. ¿No es más importante que se visibilice y que realmente se pueda demostrar que la gente es practicante de esta religión?”, se queja Jack.

Cae la noche en Albacete y se comienza a palpar la emoción. El frío y el helador viento no han sido óbice para perder el foco del viaje: la ceremonia en honor a Ostara. Pero, primero, hay que preparar las ofrendas a la diosa. En este caso, huevos. He aquí el origen de esta tradición en Pascua. “Es como la Navidad, que son celebraciones que en origen eran paganas”, confirma Pere.

Ante el altar, Jack y José. Necesitan para la ceremonia un martillo –símbolo de Thor–, runas, vino –a falta de hidromiel, la bebida odinista por excelencia–, un cuerno para utilizarlo como copa, un cuenco para recoger las ofrendas y un tambor para hacer parte del ritual. Tres soplidos al cuerno y comienza el blot. Se hace el silencio. Los odinistas beben un trago de la copa-cuerno y vierten algo del vino al suelo. En torno a la hoguera, el godi pronuncia un discurso alegórico de la primavera y le da las gracias a la diosa. “¡Hail, Ostara! ¡Hail, dioses!”.

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7. Cómo se originó el culto afroamericano “hoodoo” en Nueva Orleans.

FUENTE: ABC

 

 

«Vudú (en la lengua Dahomey significa «lo desconocido», «espíritu», o «deidad») se conoce un grupo de creencias y prácticas religiosas comunes entre los negros que fueron traídos al Nuevo Mundo y que hoy perviven en numerosos lugares de las Américas, especialmente en Haití», explica Santiago Juan Navarro en su libro Postmodernismo y metaficción historiográfica: una perspectiva interamericana. Lo leemos en el diario español ABC.

Nueva Orleans es universalmente conocida por su hechizante trinidad: la música jazz, el vudú y la gastronomía cajún. No obstante durante los periodos de colonización –por parte de las Coronas de Francia y España–, los intereses políticos escondidos en el catolicismo demonizarían el arraigo cultural de los esclavos yorubas, y de los refugiados haitianos; los cuales derivarían en una grave represión, que daría lugar al vudú que hoy conocemos.

De esta manera la fuerte identidad religosa, social y racial de Nueva Orleans es fruto de un marcado «intercambio cultural» durante la coexistencia entre diferentes civilizaciones (francesa, española, yoruba y haitiana) que se asentaron sobre las orillas del Misisipi desde el siglo XVII hasta el XIX. «Aunque la mayor parte de los símbolos e imágenes vudú provienen de África Occidental, puede decirse que el vudú es un fenómeno sincrético característico de las Américas. La religión vudú incorpora el lenguaje, las mitologías, los rituales, el folklore y el conocimiento de un gran número de culturas que llegaron al Nuevo Mundo con el comercio de esclavos», explica Navarro.

Un río al otro lado del mundo

Cerca de 1673, las expediciones procedentes de Canadá por parte de la Corona de Francia llevarían a los súbditos de Luis XIV a recorrer el río Misisipi –desde su nacimiento (Arkansas) hasta su desembocadura en el Golfo de México, cerca de Nueva Orleans–; para iniciar un proceso de expansión militar y comercial, que les hizo apropiarse de la parte central de Estados Unidos.

Sin embargo, la ocupación francesa se vería interrumpida en 1763 tras ser derrotados en la Guerra de los Siete Años (1756-1763). Francia perdía los territorios canadienses a favor del Imperio británico; y por medio del Tratado de Fontainebleau –un pacto secreto entre las potencias– se entregaba a España la zona de Luisiana (la zona oeste del Misisipi) en 1763.

Un año después la madre patria establecería su capital en Nueva Orleans, en la cual dejaría una fuerte impronta hispánica sobre el viejo dominio francés entre los esclavos traídos de Tahití y de África occidental –concretamente Benin, Reino de Dahomey–. Y aunque la soberanía del Imperio español solo estuvo presente por 60 años; fue suficiente para ayudar a conjugar la particular esencia mística y envolvente de esta ciudad.

Tráfico de almas

Estados Unidos absorbió el vudú desde Nueva Orleans, a través del tráfico de almas. Los esclavos de Dahomey sincretizarían su credo en el famoso «hoodoo». Este tomaría fuerza a partir de 1890; cuando una mujer llamada Marie Laveau, la «Reina de Nueva Orleans», logró desestabilizar el poder de las autoridades católicas, gracias su fama sobrenatural. «Los buques negreros transportaron durante cuatro siglos con los hombres, mujeres y niños africanos, sus dioses, creencias y tradiciones que conformaron la Tercera Raíz de América», declaró Luz María Martínez Montiel, la prestigiosa africanista mexicana, en su obra Afroamérica: La ruta del esclavo.

La inmigración en Nueva Orleans derivó de la fusión multicultural entre los funcionarios franceses y españoles que se convertirían en hacendados, los acadianos (colonos galos asentados en la zona canadiense), los esclavos yorubas que traían consigo los europeos desde el Reino Dahomey, y los haitianos que huyeron de la colonia francesa durante la guerra de emancipación contra Francia.

Los esclavos haitianos también tenían sus raíces en el Reino de Dahomey, de donde habían sido arrancados para trabajar en las plantaciones de azúcar (cuya producción representaba más de la mitad del consumo occidental) en condiciones infrahumanas; las cuales motivaban al desembarco masivo de yorubas en esta isla.

Martínez Montiel relata en su obra las diferentes procedencias africanas que poblaron América. Siendo el Reino de Dahomey el gran epicentro de tráfico de personas de color; desde donde salían en buques franceses hacia Haití durante la colonización. De esta manera los haitianos y los dahomeyanos no solo compartían la misma sangre, sino también la misma herencia religiosa; que estaba profundamente conectada con la naturaleza y los espíritus.

Pero casi tres décadas antes de la llegada de los fugitivos de Haití a Nueva Orleans, con la revolución haitiana (1791-1804); los dahomeyanos ya estaban en aquel infierno entre los campos de algodón, por voluntad de Francia. Tras firmarse el Tratado de París en 1763, los británicos inician la expulsión de los francófonos que poblaban las antiguas colonias de Nueva Francia. Por esta razón, emprenderían un éxodo hacia la Luisiana Española, en donde las autoridades del Virreinato los recibirían por su credo católico. Aunque no les tentaba mucho revivir la presencia de los galos, por otro lado la consideraban de extrema urgencia para hacerle frente al paganismo de los esclavos, los cuales los superaban en número.

Brian Morris, autor del libro Religión y antropología, sostiene: «Los miembros de la élite burguesa y los sacerdotes católicos suelen distinguir claramente el catolicismo y el vudú. Sin embargo, para el campesino corriente no hay antítesis entre los dos sistemas religiosos. De esta manera, se produce una simbiosis entre los dos cultos, aunque aparecería que lo que se da es un «paralelismo» entre dos formas de ritual». Esto refleja la extravagancia multicultural del vudú; pues los pertenecientes a este credo, se consideraban profundamente católicos.

En Nueva Orleans se daría un fenómeno socio-religioso en la que los practicantes de vudú incorporarían los sacramentos del cristianismo –bautismo, comunión, matrimonio– a sus rituales más primitivos conectados con el más allá y la naturaleza. «Los espíritus vudú (Iwa) y los santos católicos (sent-to) son a menudo equiparados, y los miembros del culto vudú siempre se consideran a sí mismos como verdaderos católicos y participan en los ritos católicos», explica Morris.

De momento no existe ninguna autoridad que pueda asegurar si esto implicó una aportación al catolicismo o una deformación del mismo; sin embargo, no cabe ninguna negación acerca del enriquecimiento que generó esta particularidad. Sobre esta nació un Estado de fe, en el que el vudú de Nueva Orleans alumbraría a otras grandes manifestaciones humanísticas como la música y la posterior literatura; como ocurriría con el Renacimiento de Harlem (donde los descendientes de la esclavitud recuperaron la esencia mística a través de las artes).

El papel de la Iglesia en la creación del «hoodoo»

A diferencia de Morris, otros autores como Juan Navarro explican que la presencia de figuras propias del catolicismo fue un recurso de supervivencia para ejercer la libertad de culto sin ser víctimas del castigo injustificable; pero que ni son católicos ni nunca tuvieron la intención de serlo. Sin embargo, en esta manera de sortear el asunto se alumbraría el famoso «sincretismo» que daría lugar al «hoodoo» o hudú. «La historia de los Estados Unidos es vista como un eterno conflicto entre el espíritu trágico y represivo de la civilización judeo-cristiana y las fuerzas diversificadoras y lúdicas representadas por la cultura afroamericana y los pueblos indígenas de las Américas», sostiene Navarro.

El historiador Pedro Silva lo explicó en su libro Enigmas de la humanidad: «De esta manera, los colonizadores les dejaban rendir culto libremente, creyendo que las oraciones que invocaban eran a Dios, a Jesucristo y a Nuestra Señora cuando en realidad mantenían sus antiguos cultos. Pero el sufrimiento por el que pasaban los esclavos, y su presencia en un territorio que, aún, les resultaba extraño, hizo que con el tiempo, antiguos esclavos se convirtiesen en espíritus a invocar».

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8. Psicólogo español: la ayahuasca es “algo realmente peligroso”.

FUENTE: Información

 

 

El yagé o ayahuasca es una bebida que se prepara a partir del compuesto de diferentes plantas (liana Banisteriopsis caapi, Psychotria viridis, Diplopterys cabrerana y Mimosa hostilis), y que actúa poderosamente sobre el sistema nervioso central, estimulando la producción de sustancias como la dopamina, la serotonina y la norepinefrina. Sus efectos son como un fuerte antidepresivo combinado con un potente alucinógeno, lo que genera distorsión de la realidad, y sinestesia (como ver sonidos y escuchar colores). En otras palabras, algo realmente peligroso. Lo cuenta Jorge Martija, psicólogo, en el diario español Información.

Originalmente el yagé lo empleaban, en sus ritos ancestrales, diversas comunidades de la cordillera andina amazónica buscando un significado espiritual. Sin embargo, en la actualidad se ha convertido en una moda, y se consume de forma –digamos– descontextualizada, es decir, imitando el ritual original, pero en otros entornos y por personas de otras culturas.

El perfil típico del consumidor de yagé descontextualizado corresponde al de aquella persona de más de 30 años, con un nivel cultural alto, que necesita encontrar un verdadero sentido a su existencia, y respuestas a preguntas trascendentales, más allá de las que se le ofrecen en el entorno cercano. Cuando una persona con este perfil decide participar en una toma de yagé, se enfrenta a un problema añadido, ya que el ritual no se vive del mismo modo en la selva amazónica que en una sociedad de ritmo frenético, constante competitividad y conectividad saturada por las nuevas tecnologías. Y no es que queramos decir con ello que las tomas de yagé en el contexto original sean sanas para los mismos chamanes.

Además, el peligro se multiplica cuando el consumidor está utilizando antidepresivos, sufre trastorno bipolar o esquizoide, o es sensible a ciertas sustancias que componen el brebaje. También existe el riesgo de una sobredosis o de un síndrome serotoninérgico caracterizado por agitación, confusión, fiebre, vómito, diarreas, temblores, convulsiones... Pensemos que este síndrome puede provocar un coma y, en el 10 % de los casos, la muerte. Además, entre quienes tuvieran predisposición para ello, puede estimular la aparición de una esquizofrenia o crisis psicóticas.

Sus defensores afirman que la ingesta de yagé es una purga, una experiencia catártica y liberadora que puede abrir la posibilidad para una vida más consciente, más plena y satisfactoria. Y si, ciertamente, la búsqueda de respuestas trascendentales resulta apasionante, en ocasiones necesaria, pero podríamos pensar que sería más plausible encontrar esas respuestas a lo largo del camino de la introspección, de la meditación, del acercamiento al otro, y del estudio, en lugar de buscarlo en la toma de un brebaje mágico un sábado por la noche.

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9. Colombia: la policía advierte sobre las estafas de los brujos y chamanes.

FUENTE: RCN Radio

 

 

En Colombia, falsos brujos y chamanes piden altas sumas de dinero a sus víctimas para no hacer maleficios en su contra, tal como informa RCN Radio. Muchas personas buscan recuperar un trabajo, mejorar su situación económica, tener suerte en el amor, o en la mayoría de los casos, ‘amarrar’ o hacer que regrese su pareja sentimental. Para eso buscan alternativas como la brujería o la magia negra.

Sin embargo, la verdad es que estas actividades más allá de mostrar resultados exige que quienes acceden a ella paguen altas sumas de dinero; aún sin evidenciar hechos efectivos o incluso sin conocer a la persona. El mercado de la brujería ofrece supuestos beneficios como ‘amarres’, hechizos poderosos, magia blanca o negra, baños de suerte y unión de parejas. Según los brujos los trabajos son totalmente garantizados.

RCN Radio consultó a diversos brujos y chamanes que aseguraron que cualquier petición cuesta desde 450.000 pesos hasta seis millones. “Trabajamos con magia negra y huesos de muertos que hacen que se cumplan sus deseos (...) luego de nuestro trabajo su pareja va a volver arrastrada a sus pies y su sueldo se va a triplicar”. Según una víctima de estos chamanes o brujos, quien prefirió no revelar su nombre, la extorsionaron luego de quererse retirar por falta de dinero. “Fueron a mi casa y sacaron un muñeco, me pidieron más plata y cuando me negué me dijeron que me harían un maleficio de mala suerte”.

Debido a esto, el Gaula de la Policía Nacional hizo un llamado a la ciudadanía para que no acceda a las pretensiones de personas como éstas y en cambio denuncien. En manos de las autoridades están las denuncias de personas que aseguraron que estos brujos o chamanes habían abusado de su confianza y los habían estafado. Cifras oficiales revelan que las autoridades han evitado el pago de más de 3.500 millones de pesos por extorsión y además efectuado más de 500 capturas.

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10. Detienen a un chamán que extorsionaba a sus clientes en Colombia.

FUENTE: Laboyanos

 

 

Abordaba a sus clientes en la vía pública, se hacía pasar por “chaman”, se ganaba su confianza y, después, los extorsionaba exigiéndoles dinero a cambio de no cometer maleficios en su contra. Su última víctima, una agricultora de 37 años, alcanzó a entregar hasta $95 millones para que este hombre no realizara actos de brujería en su contra. Lo cuenta el medio digital Laboyanos.

Alias El Brujo, un delincuente que llevaba varios años amedrentando a la comunidad de Florencia (Colombia), fue capturado recientemente en plena vía pública de dicho municipio de Caquetá, por uniformados de Gaula de la Policía Nacional, cuando ofrecía sus servicios a la comunidad. Una denuncia contundente en su contra, las labores de seguimiento y el apoyo de la comunidad, permitieron la ubicación de este hombre de 37 años que, aprovechándose de la buena fe de las personas, las llevaba a su residencia con la promesa de librarlos de algún mal para, luego, ganar su confianza e iniciar la actividad extorsiva.

“Venía extorsionando a una gran cantidad de ciudadanos, comerciantes y personas del campo, especialmente dedicados al agro, a quienes amenazaba y traumatizaba diciéndoles que les iba a hacer un maleficio si no le pagaban altas sumas de dinero”, indicó el director del Gaula, brigadier general Fernando Murillo. Añadió que, aunque las investigaciones estiman un total de 10 víctimas, es muy probable que el número sea superior. Por lo anterior, invitó la comunidad para que denuncien todos los casos que comprometen al capturado.

“A través del fenómeno de la extorsión siguen cayendo en Colombia mucha gente que en su ingenuidad y falta de conocimiento son estafadas a diario a través de diferentes modalidades que utiliza hoy por hoy la delincuencia común”, dijo el uniformado. En tanto, la institución recomienda no tener miedo al momento de denunciar una estafa.

“Ningún falso brujo que recurra al fraude tiene poderes mágicos reales para hacerle daño, de tenerlos, no necesitarían recurrir al fraude; desconfíe del profesional que ostente alegremente supuestos poderes paranormales; desconfié de aquellos videntes que por iniciativa propia se pongan en contacto con usted para advertirle de terribles desgracias que le esperan, de las que dicen pueden protegerle a cambio de dinero; sospeche del brujo o vidente que pasa la consulta a un hotel o habitación alquilada. Procure siempre que la consulta sea en un lugar ‘controlado’”.

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La RIES es una red de expertos y estudiosos católicos sobre el fenómeno sectario y la nueva religiosidad, presentes en España y Latinoamérica, y abarcando las zonas lusoparlantes. Pretende ofrecer, también con este boletín informativo, un servicio a la Iglesia y a toda la sociedad. La RIES no se responsabiliza de las noticias procedentes de otras fuentes, que se citan en el momento debido. La RIES autoriza la reproducción de este material, citando su procedencia.