Ser bueno, una gracia de Dios. Buenista, una plaga de Egipto

 

Antes de nada me voy a permitir recordarles que llevo colaborando treinta y cinco años en Cáritas, que en la parroquia de un servidor funciona un servicio de empleo que lleva atendidas a más de mil personas de las cuales ha conseguido reinsertar en el mundo laboral a más de un 35 %, y que también llevamos el primer economato de Cáritas en Madrid que está dando servicio en la actualidad a cien familias.

Dicho esto, ahora vendrán los escandalizados porque la mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda, cosa que pueden perfectamente recordar al P. Ángel. Es igual, si lo recuerdo no es por echarme flores, que a estas alturas no me son imprescindibles aunque siempre gustan, sino para salir al paso desde el principio a todos los que me van a crucificar con la cosa de que hay que estar con los pobres y ser compasivo con el menesteroso. Pues eso ya lo vamos haciendo en la parroquia y por cierto sin discriminación alguna por razones de sexo, religión, nacionalidad, papeles o cualquier otra circunstancia.

Dicho esto, afirmo sin lugar a dudas que la caridad y la sensibilidad hacia el pobre son un don de Dios que transforma a quienes lo reciben. Como Antonio y Lucía, que llevan en el despacho de Cáritas de su parroquia años con una paciencia, una disponibilidad y un trabajo del todo encomiables. Son buena gente que se preocupa de que cada persona crezca y se desarrolle con dignidad. Que se esfuerzan por hacer de cada “usuario” de Cáritas una persona digna, responsable, madura, aunque a veces eso les cueste lágrimas. Me decía un día Lucía que llora a veces en el despacho. Es muy duro decir a una mamá que no hay dinero para comer, que no le dan nada, pero es que contaba Lucía que a veces hay que hacerlo para que espabile. Buena como el pan Carmen, con un hijo toxicómano al que le ha negado la entrada en su casa. Me decía que es terrible estar en la cama mientras tu hijo llora a la puerta en una noche de frío, pero que es la única forma de que vaya a un centro de desintoxicación.

Si Lucía, por sentirse bien diera siempre dinero o alimentos a todo el que llega al despacho sería buenista, y en lugar de ayudar a madurar y crecer estaría cronificando la pobreza de la gente. Juana también tuvo un hijo en la droga y jamás fue capaz de dejarle dormir en la calle. El hijo de Juana falleció hace unos años. El de Carmen está en Proyecto hombre. Fácil adivinar quién es la buena y quién la buenista.

Pepe es alcohólico. Cada domingo pide a la puerta de una parroquia. Gracias a la limosna de tanta gente buenista cada día puede comprar más alcohol. Pero todos los que le dan una moneda a la puerta del templo se van felices a casa porque han ayudado a un pobre.

El buenista piensa sobre todo en quedar bien ante sí mismo y ante los demás. Anda que no es fácil decir, y más en Navidad, que es una vergüenza lo de las vallas de Ceuta y Melilla. Difícil aportar una solución medianamente sensata. Buenismo es repartir a la puerta de la parroquia, un día por semana, dos euros a todo el que se acerque a recogerlo que además dirán que bueno es D. Fulano. De gente buena organizar el despacho de Cáritas, conocer a cada persona y trabajar con ella para que salga de la pobreza y viva con dignidad de hijo de Dios. Buenismo es justificar el aborto. Ser bueno es decir a esa madre que tenga el hijo, que de sacarlo adelante me encargo yo.

Buena, perdonen el ejemplo, es la mamá que mete al quirófano a bofetadas si es necesario al hijo para que le atajen una peritonitis. Buenista la que siente pena por el dolor que van a infligir a su retoño y le apoya en su negativa a entrar en el quirófano. Yo creo que se entiende todo.

Pues ahora lo repito. Una gracia de Dios ser bueno. Una plaga de las siete de Egipto ser buenista.