En nombre de Cristo y de la Iglesia, el Obispo de Roma pidió a los nuevos sacerdotes, que recibieron de sus manos la ordenación presbiteral este IV Domingo de Pascua, día 21 de abril, que consideren que ejerciendo el ministerio de la Sagrada Doctrina serán partícipes de la misión del Señor, único Maestro. Dispensando a todos la Palabra de Dios… «Recuerden también que la Palabra de Dios no es propiedad de ustedes: es Palabra de Dios. Y la Iglesia es la que custodia la Palabra de Dios». Acaba de terminar en estos momentos la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, celebrada por el Santo Padre Francisco, en la que ha ordenado diez nuevos presbíteros.
En su homilía, el Santo Padre los invitó a que conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en favor de ellos para cuidar las cosas de Dios, ejerzan con alegría y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, con el único anhelo de gustar a Dios y a no a ellos mismos. «Sean pastores, no funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios».
En fin, participando en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, en comunión filial con su Obispo, Francisco los ha exhortado a que se comprometan en unir a sus fieles en una única familia para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Y que tengan siempre ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servido, sino para servir y para tratar de salvar lo que estaba perdido.
Domingo de Buen Pastor
Renovando la tradición romana de celebrar las ordenaciones sacerdotales en este IV domingo de Pascua, el domingo «del Buen Pastor» – que este año coincide con la 50 Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones – el Santo Padre Francisco, por primera vez como Obispo de Roma, ha dado comienzo a la celebración Eucarística, con el rito de ordenación presbiteral, en la Basílica de San Pedro.
Con el telón de fondo del Mensaje de su amado predecesor Benedicto XVI para esta Jornada Mundial: «Las vocaciones signo de la esperanza fundada sobre la fe» – que se inscribe en el contexto del Año de la Fe y en el 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II – los ordenandos son diez. Cuatro son del Pontificio Seminario Romano Mayor, dos de los Oblatos del Divino Amor y cuatro del Colegio Diocesano Redemptoris Mater. En lo que respecta a su país natal, seis son de Italia, dos de la India y uno respectivamente de Argentina y Croacia.
Como establece el rito de ordenación de los presbíteros, a la pregunta del Obispo de Roma: «¿Quieren unirse cada vez más estrechamente a Cristo, sumo sacerdote, quien se ofreció al Padre como víctima pura por nosotros, y consagrarse a Dios junto a él para la salvación de todos los hombres?», los ordenandos responden «Sí, quiero, con la gracia de Dios».
(CdM – RV)
Texto completo de la homilía del Santo Padre
Queridísimos hermanos y hermanas
Estos hermanos e hijos nuestros han sido llamados al orden del
presbiterado.
Reflexionemos atentamente a cuál ministerio serán elevados en la
Iglesia.Como bien saben, el Señor Jesús es el único Sumo Sacerdote
del Nuevo Testamento, pero en Él también todo el pueblo santo de
Dios ha sido constituido pueblo sacerdotal.
Sin embargo, entre todos sus discípulos, el Señor Jesús quiere elegir algunos en particular para que, ejerciendo públicamente en la Iglesia en su nombre el oficio sacerdotal en favor de todos los hombres, continúen su personal misión de maestro, sacerdote y pastor.
Así como en efecto, para ello Él había sido enviado por el Padre, del mismo modo Él envió a su vez al mundo, primero a los apóstoles y luego a los obispos y sus sucesores, a los cuales, en fin, se dio como colaboradores a los presbíteros, que –unidos a ellos en el ministerio sacerdotal – están llamados al servicio del pueblo de Dios.
Después de madura reflexión y oración, ahora estamos por elevar al orden de los presbíteros a estos hermanos nuestros, para que al servicio de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, cooperen en la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia como pueblo de Dios y Templo Santo del Espíritu Santo.
En efecto, ellos serán configurados en Cristo, Sumo y Eterno
Sacerdote, es decir que serán consagrados como verdaderos sacerdotes
del Nuevo Testamento y con este título que los une en el sacerdocio
a su obispo, serán predicadores del Evangelio, pastores del Pueblo
de Dios y presidirán las acciones de culto, especialmente en la
celebración del sacrificio del Señor.
En cuanto a ustedes, hermanos e hijos amadísimos, que están por ser
promovidos al orden del presbiterado, consideren que ejerciendo el
ministerio de la Sagrada Doctrina serán partícipes de la misión de
Cristo, único Maestro. Dispensen a todos aquella Palabra de Dios que
ustedes mismos han recibido con alegría. Recuerden a sus mamás,
abuelitas, catequistas, que les dieron la Palabra de Dios, la fe….
este don de la fe, que les transmitieron, este don de la fe. Lean y
mediten asiduamente la Palabra del Señor, para creer lo que han
leído, para enseñar lo que aprendieron en la fe, vivir lo que han
enseñado. Recuerden también que la Palabra de Dios no es propiedad
de ustedes: es Palabra de Dios. Y la Iglesia es la que custodia la
Palabra de Dios.
Por lo tanto, que la doctrina de ustedes sea alimento para el Pueblo de Dios; alegría y sostén a los fieles de Cristo el perfume de vuestra vida, para que con su palabra y su ejemplo ustedes edifiquen la casa de Dios, que es la Iglesia. Ustedes continuarán la obra santificadora de Cristo. Mediante el ministerio de ustedes, el sacrificio espiritual de los fieles se hace perfecto, porque se une al sacrificio de Cristo, que por medio de las manos de ustedes, en nombre de toda la Iglesia, es ofrecido de modo incruento sobre el altar de la celebración por los Santos Misterios.
Reconozcan pues lo que hacen. Imiten lo que celebren, para que participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleven la muerte de Cristo en sus miembros y caminen con Él en novedad de vida.
Con el Bautismo agregarán nuevos fieles al Pueblo de Dios. Con el
Sacramento de la Penitencia remitirán los pecados en nombre de
Cristo y de la Iglesia: hoy les pido en nombre de Cristo y de la
Iglesia, por favor, no se cansen de ser misericordiosos. Con el óleo
santo darán alivio a los enfermos y también a los ancianos: no se
avergüencen de dar ternura a los ancianos … Celebrando los sagrados
ritos y elevando sus oraciones de alabanza y súplica durante las
distintas horas del día, ustedes se harán voz del Pueblo de Dios y
de la humanidad entera.
Conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos
en favor de ellos para cuidar las cosas de Dios, ejerzan con alegría
y caridad sincera la obra sacerdotal de Cristo, con el único anhelo
de gustar a Dios y no a ustedes mismos. Sean pastores, no
funcionarios. Sean mediadores, no intermediarios.
En fin, participando en la misión de Cristo, Cabeza y Pastor, en comunión filial con su obispo, comprométanse en unir a sus fieles en una única familia para conducirlos a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu Santo.
Tengan siempre ante sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no ha venido para ser servido, sino para servir y para tratar de salvar lo que estaba perdido.
(Traducción del italiano de Cecilia de Malak)