Jornada académica en la Facultad de Teología de Cataluña

La fascinación del Papa por la belleza y la caridad

"Por un momento, la frontera entre fe e increencia se borró"

Catalunya Cristiana, 22 de febrero de 2011 a las 12:47

 

(Samuel Gutiérrez, en Catalunya Cristiana).- Casi cuatro meses después de la histórica visita del Papa a Barcelona, todavía resuenan con fuerza en la archidiócesis los gestos y las palabras que Benedicto XVI nos dejó como legado. Cargados de profundidad y sentido del misterio, impregnados todos y cada uno de ellos de belleza y de caridad, los actos que presidió el Santo Padre en la Ciudad Condal ya han dejado un recuerdo imborrable en el corazón de mucha gente.

Con el objetivo de revivir el acontecimiento eclesial más importante de la última década en Barcelona, el pasado 10 de febrero el Seminario Conciliar acogió una jornada académica sobre los mensajes de esta visita histórica. Presidida por el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, la sesión académica contó con las intervenciones de Salvador Pié, que habló sobre La Iglesia, misterio de belleza y de amor a los más pobres; de Antoni Bosch-Veciana, que pronunció la ponencia Del lenguaje de la belleza al lenguaje del amor, y de Armand Puig, que se refirió a La Sagrada Escritura y la liturgia, columnas del creer y del celebrar. Cada uno desde su especialidad, y sellados con la intervención final del cardenal, aportaron nuevas luces a un gran acontecimiento eclesial llamado a dar muchos frutos...

Salvador Pié, profesor de la FTC y presidente de la Fundación Blanquerna, inició la jornada con el comentario de los dos símbolos que marcaron la visita y los mensajes del Santo Padre en Barcelona: la belleza y la caridad. De sus discursos, destacó especialmente el que hizo en el aeropuerto de El Prat, donde sintetizó en unas pocas líneas todo el grueso de su presencia en Cataluña: «Son como dos símbolos de la Barcelona de hoy [la Sagrada Familia y la Obra Benèfico Social Nen Déu] de la fecundidad de la fe, que marcó también las entrañas de este pueblo y que, a través de la caridad, distintivo de la condición cristiana, y de la belleza del misterio de Dios, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre.» Pié habló de Benedicto XVI como de un nuevo modelo de Papa, como una tercera vía o manera de ejercer la máxima responsabilidad de la Iglesia: «Se trata de un Papa seducido por la belleza, y que al mismo tiempo presenta la Iglesia como icono de la belleza divina, pero no como categoría puramente estética, sino como capacidad de vivir en la verdad y hacer el bien. Esto es toda una novedad de Benedicto XVI.»

En una línea parecida, aunque desde una perspectiva más filosófica, se expresó Antoni Bosch-Veciana, profesor de la FTC, de la FFC y del Iscreb. «La verdad, como la belleza, transforman -afirmó-. Cuando la belleza sólo es exterior o aparente, únicamente agrada o desagrada: nada más. La belleza de la verdad lleva dentro de sí la tensión entre lo exterior y lo interior que llama a rehacer nuestras lecturas sobre el hombre, sobre la naturaleza y sobre Dios.»

Junto con el lenguaje de la belleza, tan presente en los discursos de Benedicto XVI en Cataluña, toda la visita estuvo impregnada del lenguaje del amor. «No es que por la mañana -añadió Bosch-Veciana-, en la Sagrada Familia, sólo estuviera presente el lenguaje de la fe, y por la tarde, en la Obra Benèfico Social del Nen Déu, sólo viéramos el lenguaje del amor. No. Durante toda la mañana y toda la tarde los lenguajes eran de belleza y de amor, entrelazados.» Precisamente el ponente destacó que es en la conjunción de estos dos lenguajes «donde el cristianismo muestra todo su potencial». Y terminó diciendo: «El lenguaje de la belleza que no se disocia del lenguaje del amor piden tiempo (...). Los lenguajes de la belleza y del amor, que son los lenguajes en los que somos más plena y verdaderamente humanos, no quieren saber de tiempo ni de prisas, sino de total gratuidad.»

Como no podía ser de otro modo, el decano de la FTC, Armand Puig, abrió su ponencia sobre la relación entre la Sagrada Escritura y Liturgia con la prosa poética que tanto le caracteriza: «Benedicto XVI entró en la Sagrada Familia por la puerta mayor y abrió sus majestuosos batientes de bronces, obra del gran escultor Subirachs, e inmediatamente después, gracias a la cámara zenital el mundo entró tras él en la grandiosa nave de la basílica. En aquel extraordinario momento la fuerza de la fe y del amor hablaron al corazón de muchas personas: la nueva Jerusalén, radiante como una novia, brilló ante el Esposo, Jesucristo, a cuyo banquete todo el mundo estaba invitado.» Y añadía: «Por un momento, la frontera entre fe e increencia se borró. Era imposible sustraerse al impacto de la belleza sublime de una nave que no surcaba el mar sino que se elevaba hacia la altura. La basílica había entrado en la memoria viva de la historia humana, en la memoria de millones de personas que, gracias a la señal televisiva, nunca olvidarían aquel instante.»

Ante una asamblea fascinada por la fuerza de unas imágenes que apuntaban directamente al misterio, Puig recordó que el día 7 de noviembre se estableció «una fuerte sintonía entre el creer y el celebrar, entre la confesión de fe y la alabanza a Dios, entre el libro de la Escritura y el libro de la liturgia». «La Sagrada Familia -siguió diciendo- no es una obra espectacular, para ser mirada como si se tratara de un espectáculo, sino una obra espiritual, para ser contemplada en profundidad y desde dentro. Tanto es así, que quien la contempla con los ojos, terminará cerrándolos y pasará de la imagen exterior a la imagen interior, de la admiración al estupor, al maravillarse intensamente. La belleza de la forma lleva indefectiblemente a la belleza de Dios, el creador de la luz.»

El decano de la FTC recordó finalmente que «la Sagrada Familia tiene una misión histórica que el Papa, en cierto modo, le ha confiado: ser estandarte alzado del Evangelio en medio de la sociedad secular y darle el alma que necesita, el alma del creer y del celebrar».

Como colofón a la sesión académica del pasado 10 de febrero el cardenal Lluís Martínez Sistach se refirió a La relación entre Dios y el hombre como centro del mensaje papal. «El tema central de la visita del Papa a Barcelona ha sido el de Dios, llevar a los hombres de hoy al acceso a Dios -dijo-. Dedicar esta majestuosa y bellísima basílica de la Sagrada Familia a Dios en medio de la ciudad cosmopolita de Barcelona es de algún modo ofrecer una presencia de Dios y de la Iglesia no escondida, sino muy visible en toda la ciudad. Hoy es muy necesario facilitar espacios reservados al diálogo entre Dios y los hombres, para el culto litúrgico y para la alabanza de Dios.»

Después de repasar algunos de los puntos esenciales del mensaje del Papa, sobre todo desde la perspectiva más teológica y pastoral, el cardenal invitó a todo el mundo a poner en práctica «con ilusión y esperanza lo que el Papa nos ha dicho», y que «también es una buena manera de trabajar en la nueva evangelización de nuestra sociedad tan necesaria y urgente hoy». «Todos estamos llamados a mostrar al mundo la fecundidad de la fe cristiana -terminó proclamando el arzobispo de Barcelona-, en la que se hermanan verdad y belleza, y que como dijo el Santo Padre, contribuye a crear una sociedad más digna del hombre. La belleza, la santidad y el amor de Dios llevan al hombre a vivir en el mundo con esperanza.»

Lluís Martínez Sistach: «El tema central de la visita del Papa a Barcelona ha sido el de Dios, llevar a los hombres de hoy al acceso a Dios (...) Dios es amigo de los hombres y nos invita a ser sus amigos»

Salvador Pié: «La imagen de la Iglesia llamada a ser icono de la belleza es característica de Benedicto XVI, pero no como categoría puramente estética, sino como capacidad de vivir en la verdad y hacer el bien»

Antoni Bosch: «Los lenguajes de la belleza y del amor, que son los lenguajes en los que somos más plena y verdaderamente humanos, no quieren saber de tiempo ni de prisas, sino de total gratuidad»

Armand Puig: «La Sagrada Familia no es una obra espectacular, para ser mirada como si se tratara de un espectáculo, sino una obra espiritual, para ser contemplada en profundidad y desde dentro»