Demetrio Fernández cumple un año en la diócesis de Córdoba

"Para la Iglesia es un alivio el que ahora estemos desprendidos de Cajasur"

"La Catedral no puede dedicarse al culto musulmán ni parcial, ni total"

Redacción, 06 de febrero de 2011 a las 12:07

 

Sigue siendo tan claro, contundente en la defensa de sus ideas y tan enérgico como cuando hace un año fue nombrado obispo de Córdoba. Risueño o serio según encarta y siempre cordial, Demetrio Fernández lo mismo reconoce su incomodidad por que "se magnifiquen" sus manifestaciones que confiesa que para la Iglesia cordobesa "es un alivio el que ahora estemos desprendidos de Cajasur". Lo entrevista Rosa Luque en Diario Córdoba.

--Acaba de ser nombrado su sucesor en la diócesis de Tarazona, cuya administración apostólica ha tenido usted que compatibilizar con la de Córdoba. ¿Se siente liberado de esta doble responsabilidad?

--Seré administrador apostólico de Tarazona hasta el día de San José, en que don Eusebio Ignacio Hernández tomará posesión. El AVE me permite decir aquí una misa por la mañana y allí otra por la tarde.

--¿Añora a los aragoneses?

--Sí, sí, le tengo mucho cariño. Ha sido la primera diócesis, que para un obispo es el primer amor. Pero, sin que se enteren los aragoneses, a este toledano le ha costado menos trabajo adaptarse a Córdoba. El andaluz es más expresivo y simpático.

--¿Le ha servido aquí, una diócesis mucho más grande, su experiencia de cinco años de gobierno eclesiástico?

--Uno va aprendiendo con los años. La experiencia de Tarazona me sirve para corregir los errores y para potenciar las cosas positivas. Hay algunas diócesis que tienen como más actividad, más riqueza histórica y vital a día de hoy y la de Córdoba es una de las diócesis vivas que hay en España.

--Sí, recuerdo que el día que se supo su nombramiento comentó en una entrevista que le hice por teléfono que para usted era como si le hubiese tocado el gordo. ¿Lo sigue pensando un año después?

--Ha sido un gran regalo del Señor. Este ha sido un año lleno y gozoso, no he tenido un solo día de descanso ni en verano ni en Navidad, pero muy bien. Empecé de inmediato la visita pastoral por la Sierra, pueblo a pueblo, aldea por aldea. Y ahora estoy conociendo Ciudad Jardín, en la capital.

--Aquí, con 75 municipios, no podrá quedarse semanas enteras como hacía en Tarazona.

--Sí que lo hago. En la parroquia Santa Bárbara de Peñarroya he estado 14 días completos; algunos he ido y vuelto, pero otros me he quedado a dormir. Es que de eso se trata, de estar con la gente. He visto unas comunidades parroquiales bastante vivas, creo que no responde lo que se dice a lo que realmente es. Hay grupos de catequesis, de voluntarios de Cáritas, de Manos Unidas, de visitas a los enfermos, de formación cristiana de adultos y jóvenes, un contingente de personas numeroso y dedicado que entrega tiempo sin cobrar. No hay otro movimiento tan grande en toda la provincia como el de la Iglesia católica. Es una fuerza muy potente porque hoy día si se concita cualquier asociación o movimiento cultural o social, aparte de que pueda estar subvencionado de mil maneras, no convoca tanta gente.

Siempre se ha definido como "un cura muy cura", por lo que no extraña que la mayor prioridad que se planteó a su llegada haya sido "conocer a todos los sacerdotes y estar cercano a ellos, recibir a los que han pedido verme y atender a los que están enfermos o tienen algún problema". Porque en opinión de Demetrio Fernández los sacerdotes son los colaboradores más cercanos del obispo. "Yo me quiero sentir cura de los curas de Córdoba --dice--, el que los quiere, el que los acompaña y los anima en su tarea".

--¿Y qué otros objetivos se trazó en su primer año?

--He prestado mucha atención al Seminario. Es un lugar que me resulta muy familiar por anteriores servicios realizados (fue 25 años profesor en el de Toledo). Está muy bien atendido pero yo lo visito continuamente sin previo aviso. A mí me produce mucha alegría y veo que a ellos también.

--Trabaja usted con el mismo equipo que dejó el hoy arzobispo de Sevilla, Juan José Asenjo, sin traer consigo personas de su propia elección...

--Ni pienso traerlas. La diócesis de Córdoba tiene suficientes medios para funcionar, no es necesario echar mano de otros.

--Es decir, que hay cantera local.

--Hay cantera, sí, gracias a Dios (ríe). Yo lo que haré será conocer cada vez mejor a los sacerdotes, los seglares y las personas que han de colaborar.

--Supongo que una de sus mayores alegrías habrá sido la apertura de la Mezquita Catedral a las visitas nocturnas, inauguradas por los Príncipes.

--Es fruto de todo un trabajo anterior, sobre todo del Cabildo. Yo recogí la flor diríamos, este obispo fue a mesa puesta. Viví unajornada de gozo porque es el templo más emblemático de la ciudad, y toda la iluminación que se ha montado subraya los aspectos más bonitos, como una novia para su esposo. Es la principal oferta de Córdoba para todo el mundo.

La Mezquita ha estado en el centro de varios debates avivados por las palabras contundentes del obispo. Ya el mismo día de su toma de posesión, el 20 de marzo, sorprendió a autoridades e invitados presentes en acto tan solemne dejando claro en su homilía que jamás será posible el rezo compartido con los musulmanes en el templo --un fuego antiguo y contagioso que la ciudad procura apagar velozmente cada vez que se reaviva--. Más tarde, al comienzo de esas visitas nocturnas que tan amplia respuesta popular han obtenido, reivindicó que se use el nombre de catedral y no mezquita frente a la designación generalizada que se hace en guías y propaganda turística como reclamo singular que es a nivel mundial, lo que no gustó nada a quienes trabajan por la consecución de la capitalidad.

--¿Imaginaba que tendrían esa repercusión sus palabras?

--Producen demasiado revuelo. Lo que yo dije el día de mi toma de posesión no era ninguna novedad, la Catedral no puede dedicarse al culto musulmán ni parcial, ni total, ni a tiempos ni a destiempos, aunque hoy se lleve mucho el tema de la tolerancia. Yo soy muy tolerante, no faltaba más, pero hay cosas muy íntimas que no se comparten. Dije muchas cosas aquel día y la noticia fue esa. Este templo, que antes fue basílica cristiana, hace ocho siglos y medio que fue consagrado como catedral; ya ha dado tiempo a darnos cuenta de que hemos cambiado de religión. Y no aspiro, quizá fue una mala interpretación periodística, a que se llame solo Catedral, sino "Catedral, antigua Mezquita". Tuvo repercusión en todo el mundo; en Roma y otros lugares me han dicho: "Oiga, eso que ha dicho usted está muy bien dicho". También he tenido críticas a nivel casero.

--Cambiando de tercio, al consejero de Cultura tampoco le gustó que usted lamentara el "poco apoyo" que a su juicio recibe el patrimonio artístico de la Iglesia cordobesa.

--No tengo nada nuevo que decir. Nosotros no tenemos en este momento ningún convenio con ninguna entidad, eso es lo que hay. Y no es así en otras diócesis.

Todo, pues, "sale del bolsillo de la Iglesia" cordobesa, que ya no cuenta con el enorme respaldo económico y social que le ofrecía su patronazgo en Cajasur. Monseñor Fernández no lo dice, pero tampoco rehuye el tema cuando se le pregunta, aunque sí que extrema la prudencia en sus comentarios. "Yo he sido el último en llegar a este conflicto, si se quiere llamar así, y por tanto me he ido enterando sobre la marcha, en el epílogo --afirma--. Me parece que el presidente de Aspromonte, el sindicato mayoritario en Cajasur, ha resumido muy bien los resultados. Me gustó porque decía en primer lugar que Córdoba no ha perdido nada, una afirmación muy importante porque durante toda la marejada se ha repetido que Córdoba salía perdiendo para decirles a los canónigos que habían tirado al río Cajasur. Tanto los impositores como la entidad siguen ahí y Cajasur está en este momento más fuerte que antes, por tanto Córdoba no ha perdido nada. Segundo, el tema de los empleados ha salido mejor de lo que se preveía incluso en los mejores momentos de acuerdo con otras entidades, que es lo que pretendían los patronos de Cajasur. Tercero, algunas personas han protestado y chillado, pero, cuarto, aquí la única que se ha sacrificado ha sido la Iglesia".

--¿En qué fase está la denuncia del Cabildo ante los tribunales por la supuesta existencia de irregularidades en la cesión?

--No tengo ningún dato nuevo.

--¿Pero está la Iglesia dispuesta, como se ha dicho, a reclamar ante la UE sus derechos?

--Bueno, ese es un trámite que el Cabildo tiene que ponderar. Es un organismo sensato e irá viendo qué es lo que conviene hacer.

--¿En qué medida afectará al día a día de la Iglesia la pérdida de estos derechos?

--Alguna vez he dicho que el tesoro de la Iglesia es Jesucristo, no Cajasur, y ése no se lo quita nadie. Cajasur ha cumplido una función preciosa que se irá apreciando conforme pase el tiempo. Cajasur ha hecho un grandísimo servicio, sobre todo a los pobres, con microcréditos. Algo que hoy se considera la mayor innovación económica Cajasur llevaba haciéndolo desde la Iglesia hace ciento cincuenta años. Y ha sido posible que dure tanto tiempo porque la Iglesia lo hacía con desinterés, al servicio de las necesidades de la sociedad. Cuando luego esto se ha complicado porque ha intervenido todo el mundo, se ha hecho inviable. Yo he llegado en el último minuto, pero una de las cosas que estaban claras en la conciencia tanto del obispo anterior como de los colaboradores directos es que había que desprenderse de Cajasur cuanto antes. Para la Iglesia es un alivio el hecho de que ahora estemos desprendidos de Cajasur.

--Sin embargo, algunos opinan que con monseñor Asenjo no se habría llegado a la intervención del Banco de España.

--Bueno, hipotéticamente cada uno puede contarse la película como quiera. Pero la postura era deshacerse de ese asunto, que los sacerdotes no estuvieran en él sino que fueran laicos y buscar la forma de que eso tuviera su propia autonomía. Y Cajasur tenía capacidad de hacerlo, lo que pasa es que no se le ha permitido porque ha habido obstáculos por todos lados.

--¿Ha hablado con Mario Fernández, presidente de BBK?

--Sí, el otro día en la presentación pública de BBK Bank Cajasur. Creí que era oportuno y prudente que el obispo fuera a felicitar a esta entidad que promete ser un motor de la economía cordobesa. Tenemos una relación fluida, respetuosa. Yo le felicité sinceramente y él creo que lo agradeció sinceramente.

--¿Ha reflexionado sobre las causas de la derrota?

--Es muy complejo. Primero porque yo no lo he vivido; segundo porque falta perspectiva, hay que dejar que las cosas se serenen para verlas en su ser, por tanto no me atrevo a hacer un juicio. Pero, repito, me gustaron las declaraciones del presidente de Aspromonte, he escuchado pocas como esas.

--Algunos ven en el nombramiento de Santiago Gómez Sierra, ex presidente de la entidad, como obispo auxiliar de Sevilla un modo de librarlo de una situación muy dura.

--La situación difícil acabó hace tiempo, no tiene nada que ver una cosa con la otra. Yo creo que su nombramiento responde a que el Papa y sus colaboradores han querido hacerse con un sacerdote de primerísima calidad al que estoy seguro de que le aguardan tareas de mayor responsabilidad en la Iglesia.

Tampoco escatima monseñor Fernández elogios para esta ciudad, de la que resalta no solo su belleza y patrimonio monumental sino "lo fácil que es pasear por ella, tan llana --Toledo, mi ciudad natal, está llena de cuestas--, pasear por Córdoba es un placer". Y eso que, a pesar de ser obispo más de calle que de despacho, todavía se pierde por el entramado urbano, lo que soluciona con un mapa repleto de banderitas que estudia antes de salir. "A pesar de ello, necesito el tomtom, el GPS para orientarme por las calles".

--¿Conduce usted mismo?

--Claro, yo soy el chófer del obispo. Tengo chófer, pero somos dos, él y yo. No me gusta nada conducir, pero cuando voy a la visita pastoral el chófer, que es también secretario, se queda aquí. Hay muchas cosas que hacer de gran ayuda al obispo.

--¿Se mueve también a pie? Se lo digo porque no se lo ve pasear por Córdoba.

--No me ve nadie durante el día porque estoy en mi trabajo. Lo hago por la mañana muy tempranito. He ido hasta el Reina Sofía, el puente de Andalucía, el Brillante... Me gusta pasear. Y madrugar, aunque tengo que trasnochar también y eso me gusta menos.

--¿Qué proyectos alberga usted para los próximos años?

--Yo, servir a la Iglesia de Córdoba, no quisiera otra cosa. Poder alentar la vida cristiana, servir a la gente. Y continuar con proyectos que ya estaban en marcha y que yo he alentado. El del Museo Diocesano me parece una obra muy importante desde el punto de vista cultural; la Biblioteca Diocesana es otro gran proyecto cultural. La Iglesia a lo largo de los siglos ha sido promotora de cultura como nadie. A través del arte también se puede transmitir a Jesucristo.

--¿Nos darán la capitalidad cultural del 2016?

--Sin duda, y no lo digo por adular a los cordobeses. Me parece la mejor ciudad de Europa.

--¿Qué es lo que más le gusta de Córdoba?

--Me gusta mucho la vista desde la ventana de mi despacho en mi residencia, mirando al río y el Puente Romano; me deleito cuando puedo con ella. Y desde la otra ventana tengo otra vista preciosa, la de esta plaza con la Catedral, el Obispado, la torre... Es Córdoba en estado puro. Y me gustan los patios y las callejuelas, y sobre todo la gente, que es lo más bonito.

--Dentro de doce días cumplirá 61 años, 36 de ellos de cura y 6 de obispo. ¿Cómo definiría su momento personal?

--Me siento muy contento de haber sido llamado por el Señor para esta tarea. Es un trabajo que lleva consigo su sacrificio pero que me ofrece muchas satisfacciones. Es una vida bien gastada y muy fructífera.

El prelado dice mantener buenas relaciones con las autoridades locales ("Somos respetuosos todos"), aunque añade que le falta por conocer a muchas personas. "Todavía no me muevo con soltura --comenta--. Con el alcalde, que vino a mi toma de posesión y yo correspondí yendo a visitarle al Ayuntamiento, hay una relación fluida, me saluda siempre muy amablemente. A los demás los voy conociendo en los actos en que coincidimos".

--Y con la prensa, ¿cómo le va?

--Es un mundo muy complejo el de los medios, tiene su trama que hay que conocer. Yo unas veces la conozco y otras la desconozco. Después de un año, yo diría que los medios acentúan demasiado las intervenciones del obispo. Un obispo, sí, es una persona importante al servicio de la diócesis, pero en algún momento no tanto.

--Pero reconocerá que a veces le gusta emplear un toque provocador, como cuando dijo en una homilía, asumiendo la opinión del presidente del Consejo Pontificio para la Familia, que "la Unesco tiene programados para los próximos 20 años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual".

--No, no, lo que dije está bien dicho, no me arrepiento de ello, los síntomas que uno ve en detalles concretos van por ahí. Otra cosa es que se magnifique ese punto. Fue políticamente poco correcto decirlo, pero mi homilía enseña lo que enseña la Iglesia. Lo que me resulta curioso es que lo dije en una homilía del 26 de diciembre y nadie se hizo eco hasta ocho días después en que lo recogió la prensa nacional, coincidiendo con la Jornada de la Familia en Madrid. Fue como si alguien hubiera dado la voz de alarma: "A por él". Fue una especie de acoso hacia una persona concreta.

--¿Se ha sentido acosado?

--No me siento víctima, porque los medios tienen que vivir de la noticia. Yo lo que veo es que la noticia llegaba con un retraso notable, es decir, que eso responde a otros intereses. Ahí es donde veo que hacia mí hay un tratamiento poco profesional a veces. El obispo está predicando la doctrina católica, sin pretender ofender a nadie. Procuro tratar con cariño a todos.

--¿En algún momento se ha arrepentido de sus palabras?

--No, no, he recibido felicitaciones de quien tengo que recibirlas, y hay gente a la que le ha sentado mal.